La siguiente es del 14 de julio de 1985
La oración del
"Ángelus" nos recuerda cada vez ese momento salvífico en el
que, bajo el Corazón de la Virgen de Nazaret, comenzó a latir el
Corazón del Verbo, del Hijo de Dios En su seno se hizo hombre, por
obra del Espíritu Santo. En el seno de María fue concebido el hombre, y fue
concebido el Corazón.
Este Corazón es ―como todo corazón humano― un
centro, un santuario en el que palpita con un ritmo
especial la vida espiritual. Corazón, insustituible resonancia de
todo lo que experimenta el espíritu del hombre.
Todo
corazón humano está llamado a palpitar con el ritmo de la justicia y
del amor. Por esto se mide la verdadera dignidad del hombre.
¡El
Corazón de Jesús palpita con el ritmo de la justicia y del amor según la
misma medida divina! Este es precisamente el Corazón del
Dios-Hombre. En Él se debe cumplir hasta el final toda justicia de
Dios hacia el hombre, y también, en cierto sentido, la justicia del
hombre hacia Dios. En el corazón humano del Hijo de Dios se ofrece a la
humanidad la justicia de Dios mismo.
Esta
justicia es al mismo tiempo el don del Amor.
Mediante
el Corazón de Jesús el amor entra en la historia de la humanidad como Amor
subsistente: "porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito
Hijo" (Jn 3, 16).
Deseamos mirar con los ojos de la Virgen
Inmaculada la luz de aquel admirable misterio: ¡La justicia que se revela
como Amor! ¡Amor que llena hasta el borde toda medida de la justicia! ¡Y la
sobrepasa!
Oremos:
a fin de que mediante tu Corazón, oh Madre de Dios, el Corazón
de Jesús, como "santuario de justicia y amor", se convierta para
nosotros en "camino, verdad y vida".
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