“Te amo, mi
Dios, mi fortaleza” San Carlos Borromeo
El 4 de noviembre de 1973 la parroquia de Raciborowice, a unos 9
kms de Cracovia, Polonia, celebraba los 500 años de su consagración. Allí el
Arzobispo de Cracovia Karol Wojtyla en su homilía recordaba el pequeño pueblo
cercano de Bienczyce, que atendía aquella parroquia. Ese pequeño pueblo se
convertiría en un suburbio de Cracovia y su capilla en aquel “lugar” tan
especial de una parte de la historia de la Iglesia en Polonia, historia
de las luchas del pueblo contra el así llamado “poder popular”, en
defensa de su derecho de profesar su fe y orar en público, un espacio santo que
sigue siendo testimonio de la fortaleza de la religiosidad del pueblo polaco
durante el régimen comunista, allí donde nació “la nueva evangelización”:
la simbólica ArkaPana
(El Arca del Señor) de Nowa Huta.
Aquel mismo día el Arzobispo Wojtyla visitaba también la
cercana parroquia de Niepolomice que lo había invitado para las celebraciones
de la fiesta de SanCarlos
Borromeo, segundo patrono de la parroquia y santo patrono de Karol
Wojtyla. Alli el Arzobispo Wojtyla recordaba a San Carlos, patrono del
cual se sentía orgulloso y cuya trayectoria fuera tan similar a la suya propia
y que él siempre gustaba recordar
resaltando el celo de pastor de su santo patrono.
El 4 de noviembre de 1984 ya como Papa Juan Pablo II reiteraba su
profunda admiración por San Carlos Borromeo en su homilía
con ocasión de la Santa Misa en honor al400 centenario de su muerte, homilía
que Juan Pablo II comenzaba con la cita del salmo 23,1 “El Señor es mi
pastor”.
“San Carlo Borromeo – decía el Papa Juan Pablo II -
fue el Obispo de Trento y un gran pastor de la Iglesia, ante todo porque el
mismo siguió a Cristo Buen Pastor. Lo siguió con constancia, escuchando sus
palabras y actuando de modo heroico. El Evangelio fue para él la verdadera
palabra de vida, plasmándose en sus pensamientos y en su corazón, en sus
decisiones y en su actuar. Por otra parte San Carlos fue por excelencia el
“Obispo del Concilio de Trento”, y de las instituciones de concilios
provinciales y de sínodos diocesanos, tan recomendados en Trento, que resurgían
después de un largo olvido que venía de la edad media. En estas asambleas
eclesiales Borromeo también toma conciencia, en total acuerdo a la inspiración
tridentina, que la reforma debe comenzar por el testimonio de buenos pastores y
de buenos sacerdotes. Subrayaba además el Papa Juan Pablo II las visitas
pastorales de Borromeo y citaba las palabras de su antecesor el Papa Pablo VI
que sostenía que una de las características más notables de su episcopado fue
su intento de “crear una santidad del pueblo, una santidad colectiva, de hacer
santa toda la comunidad”.
Reflexionando tan solo
brevemente sobre la similitud del afán pastoral de San Carlos Borromeo y de San
Juan Pablo II podemos concluir que Karol Wojtyla fue un verdadero discípulo de
su santo patrono en quien había encontrado un modelo de vida sacerdotal y de
actividad pastoral.
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