(re- publiacion de 2009)
“¿Cómo
es la Europa de nuestros días? ¿Cuáles son sus rasgos característicos? La
Europa de hoy presenta caras diferentes y bajo algunos aspectos
contradictorias. Está la Europa de las grandes ilusiones y las grandes
esperanzas de progreso, de libertad y democracia, de bienestar, de solidaridad
y de paz. En una palabra, la Europa soñada por sus fundadores como casa común
de los pueblos europeos desde el Atlántico hasta los Urales.
Y
está la otra Europa, la que engendra preocupación y fuerte perplejidad[1]. Es la Europa de los nuevos
muros divisorios, de democracias cada vez más frágiles, tocadas por una
profunda crisis de valores y amenazadas por antiguas y nuevas ideologías, entre
las que destaca la ideología del “políticamente correcto”. Basada sobre el
relativismo nihilista, esta ideología genera una cultura hostil al hombre desde
diversos puntos de vista, especialmente en el ámbito del respeto de la dignidad
de la persona humana, del derecho a la vida, de la institución familiar, de la
libertad educativa. Es la Europa opulenta que está perdiendo su alma; el
continente de la “apostasía silenciosa” de una humanidad harta que vive como si
Dios no existiese[2] , y en el que la
secularización asume forma institucional, convertida en un neopaganismo
combatiente con dogmas propios y misioneros aguerridos. La cultura dominante de
nuestro tiempo ha infiltrado en las mismas instituciones europeas un fuerte
prejuicio anticristiano. Lo reconocen incluso observadores que se autodefinen
“laicos”, uno de los cuales escribe al respecto: «El prejuicio anticristiano es
el pórtico de la secularización ya profusamente consumada en Europa. En el
espacio público de la Europa secularizada, los cristianos pueden ser tolerados
sólo si son “transigentes” con las ideologías dominantes»[3]. Tenemos aquí la Europa del
pluralismo sin límites y sin brújula, que renegando sus raíces cristianas
pierde cada vez más su identidad.
Entonces: ¿Adónde vas Europa? Quo
vadis Europa? Esta pregunta se la ponen hoy , con
profunda inquietud, muchos ciudadanos europeos. Nos la ponemos también nosotros
al final de este Congreso. Y la ponemos aquí, en España, de dónde en el ya
lejano 1982 partió aquel grito profético de Juan Pablo II:
«Yo Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde
Santiago de Compostela, grito con amor a ti, antigua Europa: ¡Renueva tus
raíces! Vuelve a vivir los valores auténticos que han hecho gloriosa tu
historia y fecunda tu presencia en los otros continentes [...]. Tú puedes ser
aún faro de civilización y estímulo de progreso para el mundo. Los otros
continentes te miran y esperan de ti la respuesta que Santiago le dio a Cristo:
“Lo puedo”»[4]..”
De la intervención de Mons. Stanislaw Rylko "El laicado
europeo, situación y perspectivas” en el Congreso de Apostolado seglar testigos
de la esperanza (12-14 de noviembre de 2004) en Madrid
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