Ánimo, no temáis, anunciad que Jesús es el Señor: «En ningún
otro nombre hay salvación» (Hch 4, 12).
Decid a todos que «abrirse al amor de Cristo es la verdadera liberación. En él, sólo en él, somos liberados de toda forma de alienación y extravío, de la esclavitud al poder del pecado y de la muerte» (Redemptoris missio, 11). Él es camino y verdad, resurrección y vida (cf. Jn 14, 6; 11, 25); él es el «Verbo de la vida» (Jn 1, 1).
Anunciad a Cristo con la palabra, anunciadlo con manifestaciones concretas de solidaridad, haced visible su amor al hombre, colocándoos, con la Iglesia y en la Iglesia, siempre «en la primera línea de la caridad», donde «muchos de sus hijos e hijas, especialmente religiosos y religiosas, con formas antiguas y siempre nuevas, han consagrado y continúan consagrando su vida a Dios, ofreciéndola por amor al prójimo más débil y necesitado» (Evangelium vitae, 27).
(…)
Para ser artífice de la nueva evangelización, toda comunidad
cristiana debe hacer propia la lógica del don y de la gratuidad que encuentra
en la misión ad gentes no sólo la ocasión para sostener a quien se encuentra en
necesidad espiritual y material, sino, sobre todo, una extraordinaria
oportunidad de crecimiento hacia la madurez de la fe.
(…)
A las familias, a los sacerdotes, a las religiosas, a los religiosos, y a todos los creyentes en Cristo, repito: tened siempre la audacia de anunciar al Señor Jesús. Todo creyente está llamado a cooperar en la difusión del Evangelio y a vivir el espíritu y los gestos de la misión entregándose con generosidad a los hermanos. Como recordaba en la encíclica Evangelium vitae, somos un pueblo de enviados y sabemos que «en nuestro camino nos guía y sostiene la ley del amor: el amor del que es fuente y modelo el Hijo de Dios hecho hombre, que con su muerte ha dado la vida al mundo» (n. 79).
(Juan Pablo II – del Mensaje para la Jornada Mundial de lasMisiones de 1995)
No hay comentarios:
Publicar un comentario