La coherencia, la autenticidad, el deseo de vivir el Evangelio y esa cercanía especial a los pobres y a los que sufren. Y luego el amor a la Iglesia, ese deseo de "darlo todo para servirla" y "su sentido de la responsabilidad". Son estos rasgos de la personalidad del Papa Francisco los que siempre han impresionado al cardenal Robert Prevost, prefecto del Dicasterio para los Obispos. A los medios vaticanos, el cardenal agustino confió que siempre le ha apreciado por su "auténtico corazón cristiano", su "generosidad", su "caridad" y su "deseo de vivir esta dimensión del Evangelio hasta estos últimos días".
Encuentros
en Argentina
Emocionado,
el jefe del Dicasterio comparte sus recuerdos personales del Pontífice. Cuenta
que conoció a Jorge Mario Bergoglio cuando era arzobispo de Buenos Aires,
describe algunos aspectos de su carácter, enumera anécdotas. "Siempre tuve
la impresión de un hombre que quería vivir el Evangelio con autenticidad, con
coherencia", dice. "En los tiempos en que yo era prior general de los
agustinos, varias veces, durante las visitas a mis hermanos en Argentina,
cuando él era todavía cardenal, tuve ocasión de conocerle y hablar con él,
informalmente y sobre asuntos más institucionales".
Elegido
Papa, Francisco celebró su primera misa pública, el 13 de marzo de 2013, en la
parroquia de Santa Ana del Vaticano, confiada al cuidado pastoral de religiosos
agustinos, y en esa ocasión Prevost se reencontró con él. "Me pregunté si
se habría acordado de mí y cuando llegó y entró en la sacristía, al verme, me
reconoció inmediatamente y empezamos a hablar". Un diálogo, el del
entonces Prior General de la Orden de San Agustín, que continuó. "Como mi
mandato llegaba a su fin ese mismo año, pensamos en invitar al Santo Padre a
presidir, el 28 de agosto, la misa de apertura del Capítulo General" en la
basílica de San Agustín en Campo Marzio, Roma. Bergoglio, "para sorpresa
de todos", aceptó encantado. Conocía bien esa iglesia, porque cuando venía
a la capital, como cardenal, siempre se alojaba cerca, en la Casa del Clero, en
Via della Scrofa, e iba a rezar a la tumba de Santa Mónica, que allí se
conserva.
La preocupación del Papa por el pueblo de Perú
Poco
más de un año después, el 3 de noviembre de 2014, Francisco nombró a Prevost
administrador apostólico de la diócesis de Chiclayo (Perú) y, posteriormente,
obispo. Como pastor de ese pequeño rebaño en la región de Lambayeque, el
religioso agustino seguía encontrándose con el Papa, quien siempre le expresaba
su preocupación por ese pueblo. "Me preguntaba: '¿Cómo estás? ¿Cómo van
las cosas?'".
"Dio
tanto a la Iglesia", añade el cardenal, "sus gestos de cercanía
hablan con tanta elocuencia". Prevost también recuerda la visita
apostólica de Francisco a Perú en 2018, y a aquella mujer ciega de 99 años de
su diócesis que llegó a Trujillo porque quería tener contacto con el
Pontífice.
"Se
bajó del coche, se acercó a ella y la saludó. Nos ha dejado muchos ejemplos
así; en su hermosa humanidad, quiso vivir el Evangelio y transmitir el
Evangelio", señala el prefecto del Dicasterio para los Obispos. También
destaca la alegría de Bergoglio, la misma que brilla en la Exhortación
Apostólica Evangelii gaudium "sobre el anuncio del Evangelio en el mundo
actual", "que nos hace recordar lo que dice el Evangelio, y lo que
repetimos en este tiempo pascual: vivir la alegría del Evangelio, de la fe, de
reconocer a Jesucristo".
Cercanía hasta el final
El
pensamiento del cardenal Prevost se remonta también al primer viaje apostólico
del Papa Francisco, a Lampedusa, a su "cercanía a los migrantes, hasta
estos últimos meses, incluso cuando escribió", en febrero pasado, aquella carta a los obispos de Estados Unidos "sobre
la importancia de estar cerca de los que sufren y de tener el corazón de
Jesucristo", cuando se puso en marcha el programa de deportación masiva de
inmigrantes ilegales y refugiados.
A
continuación, el cardenal menciona la última visita del Papa a la cárcel de Regina Coeli,
el Jueves Santo, un gesto que "lo dice todo: su deseo de ir, a pesar de
los muchos problemas de salud, de las dificultades que tenía, para hacer como
cada año, celebrar con los presos este día tan importante en la vida de la
Iglesia, y comunicar así esta cercanía, este amor que Jesús nos dejó a
todos".
Una cita semanal
Con
el Papa Francisco, entonces, Prevost, como prefecto del Dicasterio para los
Obispos, tuvo una cita fija durante dos años, todos los sábados por la
mañana.
"Hasta
el final, quiso darlo todo a su ministerio, a su trabajo, a su servicio en la
Iglesia", continuó el cardenal, hablando de su encuentro semanal con el
Pontífice. "Al principio era a las 8 de la mañana. Pero a veces llegaba a
las 7.30 y ya me estaba esperando, así que empecé a ir un poco antes y a veces
se anticipaba". Se trataban temas importantes, pero Francisco añadía a
menudo una petición: "Me decía, entre otras cosas, al final de la
audiencia: 'No pierdas el sentido del humor, tienes que sonreír'”. Prevost
recuerda la oración de Santo Tomás Moro, repetidamente citada por el Papa para
exhortar a seguir adelante en "cosas de gran responsabilidad, con gran
confianza en la gracia del Señor". Francisco no escatimaba "en servir
a la Iglesia", prosigue Prevost, precisando que el Pontífice estaba
siempre "muy bien informado de las cosas".
Ecclesia semper reformanda est
En su pontificado
"nos ha transmitido a todos este espíritu de querer continuar lo que
comenzó con el Concilio Vaticano II, la necesidad de renovar siempre la
Iglesia, semper reformanda est", reflexiona el cardenal agustino,
recordando las respuestas dadas por Bergoglio en una entrevista sobre la gran
asamblea deseada por Juan XXIII.
"Queda
mucho por hacer, hay que continuar. "Un espíritu, una actitud fundamental
para todos nosotros", dice Prevost, "no podemos detenernos, no
podemos volver atrás. Tenemos que ver cómo quiere el Espíritu Santo que sea la
Iglesia hoy y mañana, porque el mundo de hoy, en el que vive la Iglesia, no es
el mismo que el de hace diez o veinte años", considera el cardenal,
"por lo tanto, el mensaje es siempre el mismo: anunciar a Jesucristo,
anunciar el Evangelio, pero la manera de llegar a la gente de hoy, a los
jóvenes, a los pobres, a los políticos, es diferente". Prevost subrayó que
el Papa ha dejado un mensaje fuerte a las autoridades del mundo y que es
necesario ir "hacia adelante".
Una Iglesia pobre que camina con los pobres
Entre
las enseñanzas que ha dejado Francisco hay que atesorar, sobre todo, "el
amor a los pobres", apunta a continuación el cardenal, su deseo de
"una Iglesia pobre, que camine con los pobres, que sirva a los
pobres". "Creo que el mensaje del Evangelio se entiende mucho
mejor desde la experiencia de los pobres, que no tienen nada", reflexiona
a continuación el cardenal, que intentan vivir la fe y lo encuentran todo en
Jesucristo. Creo que en este sentido el Papa ha dejado un ejemplo muy grande
para el mundo. A mí, personalmente, me lo ha dejado, por mi trabajo como obispo
en Perú, como misionero, y por muchas otras cosas".
Reflexión
y gratitud
Pero,
¿cómo retomar el legado del Papa Francisco? "Difícil de responder"
pocas horas después de la muerte del Pontífice, reconoce con objetividad
Prevost.
"Personalmente
creo que este periodo de pérdida, de tristeza, debe ser vivido, en primer
lugar, en silencio, con una profunda reflexión, gratitud. Yo, al menos, necesitaré
mucho tiempo para apreciar, para comprender verdaderamente, lo que el Papa me
ha dejado a mí, a la Iglesia y al mundo", concluye el Prefecto del
Dicasterio para los Obispos. Para el cardenal Prevost es necesario "vivir
este momento, como el Sábado Santo, aunque ya hayamos celebrado la Resurrección
de Cristo", vivir este gran misterio que es la vida como el Papa Francisco
ha querido enseñarnos.
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