Todo el mundo sabe que el nombre oficial de los papas no es el mismo que tenían antes de su elección. No siempre ha sido así, aunque la costumbre de que los papas cambien de nombre al ser elegidos es relativamente temprana (temprana para la Iglesia, claro, que cuenta esas cosas por siglos y milenios).
Durante los primeros cinco siglos después de Cristo, los obispos de Roma conservaban sus nombres de pila después de su elección. El primero que cambió de nombre, en el año 533, fue el papa Juan II. Antes de ser elegido, el pontífice se llamaba Mercurio y probablemente no le pareció apropiado que un papa tuviera nombre de dios romano, de modo que asumió el nombre de un antecesor mártir (Juan I).
La costumbre no se popularizó inmediatamente y, durante un
milenio más, algunos papas cambiaban de nombre (especialmente los que tenían
nombres bárbaros o paganos) y otros conservaban el suyo. Poco a poco fue
haciéndose cada vez más habitual, de manera que el último papa que no
cambió su nombre fue Marcelo II, elegido en 1555. En total, más o menos la mitad de los
papas han cambiado de nombre al comenzar su pontificado.
En cualquier caso, el cambio de nombre no es obligatorio, sino
solo una costumbre y cualquier papa moderno podría decidir mantener su nombre
de bautismo. Así, en la famosa novela y película Las
sandalias del pescador, se imaginaba que el cardenal Lakota, originario de
Ucrania, mantenía su nombre de Kiril al convertirse en papa, en honor al
evangelizador de su país, San Cirilo.
Una de las razones por las que el cambio de nombre se hizo
popular era que permitía expresar un simbolismo o incluso un programa para el
pontificado. En ese sentido, muchos papas han tenido nombres
con un claro significado, como Clemente, Benedicto (el que hace buenas obras),
Inocencio o Pío (es decir, piadoso). En general, asumir un nombre nuevo es también
un signo
de la nueva misión asumida por el obispo de Roma.
Asimismo, es frecuente que los papas elijan el mismo nombre que
un predecesor por respeto a él. El nombre más frecuente es el de Juan. Ha habido 21
papas con ese nombre.
La cuenta se complica, sin embargo, porque Juan XVI es considerado antipapa y
no papa verdadero, pero el siguiente papa que asumió el nombre de Juan pasó
directamente al número XVII (esto ha sucedido otras veces, por ejemplo con los
Benedictos, Bonifacios y Alejandros). A esto se sumó un error de lectura de las
crónicas en la Baja Edad Media, que hizo que no existiera ningún Juan XX. El
último papa con este nombre fue Juan XXIII. Los siguientes nombres papales más
frecuentes son Gregorio (ha habido 16), Benedicto (también 16), Clemente (14),
León (desde ayer también, Inocencio (13) y Pío (12).
Hay nombres que se evitan, por diversas razones. Uno de ellos
es el de Jesús, que en países hispanohablantes es relativamente común, pero en
otros idiomas, como el inglés, suena incluso blasfemo. También se ha evitado
hasta el momento el nombre de Pedro, tanto por respeto al primer papa como,
quizá, por las leyendas que dicen que el último papa antes de que Cristo vuelva
se llamará Pedro. Curiosamente, tres antipapas del Palmar de Troya han tomado
ese nombre.
Hasta el momento, solo ha habido dos papas con nombres compuestos,
que además han sido consecutivos: Juan Pablo I y Juan Pablo II. Parece ser que
ambos papas quisieron honrar así a los dos pontífices inmediatamente
anteriores, Juan XXIII y Pablo VI, uniendo sus nombres en uno compuesto, Juan
Pablo.
Como vimos ayer, los Papas, al ser elegidos, al toma un nuevo nombre, son
anunciados así por el cardenal protodiácono en el balcón
de la Basílica de San Pedro:
«Annuntio vobis gaudium magnum. Habemus Papam. Eminentissimum ac Reverendissimum Dominum, Dominum Robertum Franciscum Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Prevostium. Qui nomen sibi imposuit Leonem».
Es decir: «Os anuncio una gran alegría: ¡tenemos papa! El eminentísimo y reverendísimo señor Robert Francisco, cardenal de la Santa Iglesia Romana Prevost, quien ha tomado el nombre de León».
Así pues, el nombre escogido es el que se indica (en latín) al final de la frase de anuncio del nuevo papa por el protodiácono.
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