“¿Por qué la blasfemia contra el Espíritu Santo es imperdonable? ¿Cómo se entiende esta blasfemia? Responde
Santo Tomás de Aquino que se trata de un pecado « irremisible según su
naturaleza, en cuanto excluye aquellos elementos, gracias a los cuales se da la
remisión de los pecados ».183
Según esta exégesis la « blasfemia » no consiste en el hecho de ofender
con palabras al Espíritu Santo; consiste, por el contrario, en el rechazo de aceptar la salvación que
Dios ofrece al hombre por medio del Espíritu Santo, que actúa en virtud del
sacrificio de la Cruz. Si el hombre rechaza aquel « convencer sobre el pecado
», que proviene del Espíritu Santo y tiene un carácter salvífico, rechaza a la
vez la « venida » del Paráclito aquella « venida » que se ha realizado en el
misterio pascual, en la unidad mediante la fuerza redentora de la Sangre de
Cristo. La Sangre que « purifica de las obras muertas nuestra conciencia ».
Sabemos que un fruto de esta purificación es la remisión de los pecados.
Por tanto, el que rechaza el Espíritu y la Sangre permanece en las « obras
muertas », o sea en el pecado. Y la blasfemia contra el Espíritu Santo consiste
precisamente en el rechazo radical de
aceptar esta remisión, de la que
el mismo Espíritu es el íntimo dispensador y que presupone la verdadera
conversión obrada por él en la conciencia. Si Jesús afirma que la blasfemia
contra el Espíritu Santo no puede ser perdonada ni en esta vida ni en la
futura, es porque esta « no-remisión »
está unida, como causa suya, a la « no-penitencia », es decir al rechazo radical del convertirse. Lo
que significa el rechazo de acudir a las fuentes de la Redención, las cuales,
sin embargo, quedan « siempre » abiertas en la economía de la salvación, en la
que se realiza la misión del Espíritu Santo. El Paráclito tiene el poder
infinito de sacar de estas fuentes: « recibirá de lo mío », dijo Jesús. De este
modo el Espíritu completa en las almas la obra de la Redención realizada por
Cristo, distribuyendo sus frutos. Ahora bien la blasfemia contra el Espíritu
Santo es el pecado cometido por el hombre, que reivindica un pretendido « derecho de perseverar en el mal » —en cualquier pecado— y rechaza así la
Redención El hombre encerrado en el pecado, haciendo imposible por su parte la
conversión y, por consiguiente, también la remisión de sus pecados, que
considera no esencial o sin importancia para su vida. Esta es una condición de
ruina espiritual, dado que la blasfemia contra el Espíritu Santo no permite al
hombre salir de su autoprisión y abrirse a las fuentes divinas de la
purificación de las conciencias y remisión de los pecados”
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