“Desde el
momento en que se anunciara su nombramiento como arzobispo de Cracovia, Karol
Wojtyla se propuso evitar cualquier distancia entre él y el primado en los asuntos Iglesia-Estado.
Tras recibir el capelo cardenalicio, Wojtyla intensificó sus esfuerzos por
seguir siendo el número dos a los ojos de la gente. Ambos cardenales tenían,
por supuesto, diferencias de estilo y
análisis. Wojtyla estaba más interesado
en el marxismo como problema intelectual que Wyszynski. No obstante, nunca existieron conflictos
serios entre los dos y nos preguntamos si el cardenal Wyszynski era mentor del
joven que una vez describiera, quizás algo despreciativamente, como «un poeta».
Wojtyla admiraba la pétrea firmeza de Wyszynski, su
carácter incorruptible, su devoción por el deber y su perdurable compromiso con
la justicia social. Criado en la tradición de Sapieha, Wojtyla quedaría
naturalmente impresionado por Wyszynski como otro pater patriae en tiempos difíciles.
Al mismo tiempo Wojtyla no dudaba en hacer sus propias críticas al
régimen o en seguir su programa de resistencia cultural a través de
instrumentos como Tygodnik Powszechny,
que a Wyszynski le resultaban en ocasiones difíciles de apreciar. La pasión de
Wyszynski por un frente unificador le llevaba a veces a silenciar opiniones
discrepantes de forma prematura: Wojtyla era un hombre que instintivamente
trataba de mantener unidas a personas de opiniones diferentes. Wyszynski no
confiaba en los intelectuales y pensaba que la depositaria del honor nacional
era la fe de la gente sencilla. Wojtyla que sabía que los intelectuales podían
comportarse muy mal en ocasiones, se
había comprometido a una Iglesia polaca en que hubiera espacio tanto para la
inteligencia crítica como para la piedad popular. Pero, por otra parte, el
cardenal Wojtyla decidiría conscientemente, movido tanto por la lealtad como
por la prudencia táctica, permanecer a la sombra del primado siempre que los
dos aparecieran juntos. Karol Wojtyla era obispo a su manera e interpretaba a
su modo la dinámica de la historia contemporánea; tenía su propio sentido de
las tácticas apropiadas en la Iglesia local de la que era responsable.
Por otra parte en el cardenal Wyszynski se apreciaba
un creciente respeto por Karol Wojtyla. El primado apreciaba el papel de Wojtyla
como mediador con los intelectuales y sabía que había resultado un hábil
negociador en varias crisis locales en Cracovia. También apreciaba la
deferencia de Wojtyla hacia él, que además de personalmente auténtica era
políticamente esencial. El primer paso de Wojtyla, al ser nombrado cardenal,
había sido visitar a Wyszynski. Wojtyla
permanecería fiel a esa pauta de deferencias hacia el primado durante más de una
década.
Wyszynski seria descrito a menudo en Occidente como el
«partidario de la línea dura» y Wojtyla como «moderado». Y sin embargo en los últimos años de su
arzobispado en Cracovia, el régimen comunista detestaba y temía al Cardenal Wojtyla
más que al primado Wyszynski. Con Wojtyla, el régimen nunca sabia que venia
después. Un hombre del que esperaban que fuera un intelectual tranquilo se había convertido en una personalidad
pública carismática. Su defensa de la libertad religiosa era cada vez mas
mordaz y golpeaba al régimen en su punto más vulnerable, en su afirmación de
que era el autentico representante del pueblo polaco. Wojtyla era como un imán
para los jóvenes y sistemáticamente se interponía entre el régimen y la juventud.
Y era ecuménico en su apoyo de la disconformidad, que mostraba invitando con
frecuencia a disidentes intelectuales, católicos o no, a su salón de la calle
Franciszkanska. El régimen debió de
temer hallarse ante un hombre capaz de comprender la llamada del disidente Adam
Michnik a un acercamiento de los intelectuales anticomunistas de tendencias
izquierdistas y la Iglesia católica. Aquellos que proyectaban una
interpretación política de los asuntos eclesiásticos – Wyszynski “el
conservador” y Wojtyla “el moderado” – en las relaciones polacas Estado-Iglesia
pasaban por alto todo lo citado. Sin embargo, el auténtico estado de las cosas
no pasaba inadvertido a la policía de seguridad, ni cabe presumir, a sus
señores del KGB. Les aterrorizaba que Wojtyla pudiera suceder a Wyszynski como
primado. “ George Weigel “Testigo de
esperanza” Plaza y Janes, 1999
Son bien conocidos los intentos y esfuerzos del régimen y la KGB en
distanciar ambos cardenales, que finalmente no tuvieron éxito y además todos sus presentimientos y temores rebalsaron los límites más audaces, pues Karol Wojtyla no solo que no sucedió a
Wyszynski (que – si bien preocupante - hubiese resultado un “mal menor”) sino
que fue elegido como primer Papa eslavo a la Sede de San Pedro, un Papa que
aquel 22 de octubre de 1978 decía al
comenzar su pontificado ¡Oh, el designio de la Divina
Providencia es inescrutable!
Inescrutable por cierto, pues si bien tardaría en establecerse el cambio y
los nubarrones serían amenazantes y duraderos, aquel día del inicio de su pontificado
comenzaba a desmoronarse el régimen
comunista y el Papa polaco seria su protagonista principal. A los pocos días – como no pudiendo
encontrar las palabras para excusarse a su querida gente de tan noble elección el Papa se dirigía a sus compatriotas : ¿Qué os puedo decir? – preguntaba – “Todo
lo que pudiera deciros sería un pálido reflejo de lo que siento en estos
momentos en mi corazón y de lo que sienten vuestros corazones. Dejemos pues a
un lado las palabras. Quede sólo un gran silencio ante Dios, el silencio que se
convierte en plegaria.”
Habia en esa misma carta sentidas y agradecidas palabras de privilegio para su secreto “mentor” : “Venerable y querido
cardenal primado: Permíteme que te diga sencillamente lo que siento. No estaría
sobre la Cátedra de Pedro este Papa polaco que hoy, lleno de temor de Dios pero
también de confianza, inicia un nuevo pontificado, si no hubiese sido por tu
fe, que no se ha arredrado ante la cárcel y los sufrimientos. Si no hubiese
sido por tu heroica esperanza, tu ilimitada confianza en la Madre de la
Iglesia. Si no hubiese existido Jasna Gora y todo el período que en la historia
de la Iglesia en nuestra patria abarca tu ministerio de obispo y primado.”
Indudablemente, “el designio de la Divina Providencia es inescrutable!”
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