Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 5 de enero de 2013

Recordando a Juan Pablo II y su amor por las montañas - "Montes y colinas, bendecid al Señor" (Dn 3, 75).


En su visita de 1990 al pequeño Santuario de Barmasc en el valle de Ayas dentro del Valle de Aosta,   Juan Pablo II recordaba este “cántico de los tres jóvenes del libro del profeta David, que están en armonía con el paisaje sugestivo que nos rodea” y elevaba la oración del Ángelus a la Virgen Santísima, “tan venerada en este santuario de Barmasc bajo la advocación de la Virgen del "Bon Secours"”. “La devoción a esta antigua imagen – decía el Santo Padre - ha convocado a lo largo de los siglos, y convoca aún hoy, a numerosos peregrinos, que vienen hasta aquí para alabar a la Madre de Dios e invocar su ayuda y protección. Es famosa la procesión histórica de 1872, que salió de Châtillon, pequeña ciudad del centro de este valle, y llegó al santuario a través del escarpado Col Portola, y retornó por el abrupto sendero de Saint-Vincent. Este es un signo de que vuestra piedad mariana no se rinde frente a los obstáculos, con tal de rendir homenaje a la Virgen, representada en el tierno momento de amamantar al Niño Jesús.” Recordaba también la imponente estatua de la Virgen en la cima del monte Zerbion, la “Stella Alpinum” como la habían llamado los veteranos de la Guerra”.



En su unión con las montañas y su profunda devoción mariana agregaba “Me complace pensar que estos santuarios marianos han surgido en la montaña como un eco de esa hermosa página del evangelio de Lucas que recuerda a la Virgen de Nazaret quien, tras la anunciación, "se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá" (Lc 1, 39). Esta predilección por la montaña, que por su naturaleza tiende hacia el cielo, también asume un significado para nuestros días: es una invitación a elevar la mirada hacia lo alto, desde donde ―según el salmista― viene la ayuda divina: "Él me responde desde su santo monte" (Sal 3, 5).”

El pequeño santuario de La Virgen del "Bon Secours", la Estrella de los Alpes, cuya festividad principal se celebra el 3 de agosto en plena época estival, está situado en un paisaje de montaña a 1828 mts de altura, camino hacia el majestuoso Monte Rosa. Construido en 1661, fue restaurado en 1897. Ya en 1663 comenzaron a fluir peregrinos provenientes de diversas parroquias de los alrededores para alabar y suplicar a la Madonna. A Nuestra Señora del Buen Socorro acudían los fieles a implorar por el don de la lluvia. “También nosotros decía el Papa en su homilía del 15 de julio de 1990 alli mismo en el pequeño Santuario, compartimos esta confianza. Pero además de la lluvia que alivia la tierra también es necesaria otra lluvia más importante: el “manantial que brotará hasta la Vida eterna” (Jn, 4,14)”

Todos recordamos el amor del Papa por sus queridas montañas.   Sus compatriotas nunca lo olvidaron y su estatua en el mirador del Santuario de la Divina Misericordia mira hacia sus montes tan amados.   Ya en el Vaticano los primeros tiempos en cuanto podía,  se escapaba del Vaticano para esquiar de incógnito. Tarde o temprano debía primar la seguridad. Sus Tatras quedaron grabadas en sus recuerdos y sus montañeros siempre lo acompañaron espiritualmente, y cuando podían lo visitaban en el Vaticano para cantarle sus canciones favoritas.    

Dedico a mis amigos del hemisferio sur donde estamos en plena época de vacaciones de verano estas palabras que el Papa Juan Pablo II decía en el Ángelus del  11 de julio de 1999 en Aosta, donde se encontraba por  séptima vez:   “Cada vez que tengo la posibilidad de venir a la montaña y contemplar estos paisajes, doy gracias a Dios por la majestuosa belleza de la creación. Le doy gracias por su Belleza, de la que el mundo es sólo un reflejo, capaz de fascinar a los hombres atentos y llevarlos a alabar su grandeza. La montaña, en particular, no sólo constituye un magnífico escenario para contemplar, sino también una escuela de vida. En ella se aprende a esforzarse por alcanzar una meta, a ayudarse recíprocamente en los momentos difíciles, a gustar juntos el silencio y a reconocer la propia pequeñez en un ambiente majestuoso y solemne.”

Y FELICES VACACIONES A TODOS
con el deseo que sepamos permitirnos momentos de paz, de meditación, de alabanza y agradecimiento!

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