En su visita de 1990 al pequeño Santuario de Barmasc
en el valle de Ayas dentro del Valle de Aosta, Juan
Pablo II recordaba este “cántico de los tres jóvenes del libro del profeta
David, que están en armonía con el paisaje sugestivo que nos rodea” y elevaba
la oración del Ángelus a la Virgen Santísima, “tan venerada en este santuario de Barmasc bajo la
advocación de la Virgen del "Bon Secours"”. “La devoción a esta
antigua imagen – decía el Santo Padre - ha convocado a lo largo de los siglos,
y convoca aún hoy, a numerosos peregrinos, que vienen hasta aquí para alabar a
la Madre de Dios e invocar su ayuda y protección. Es famosa la procesión
histórica de 1872, que salió de Châtillon, pequeña ciudad del centro de este
valle, y llegó al santuario a través del escarpado Col Portola, y
retornó por el abrupto sendero de Saint-Vincent. Este es un signo de que
vuestra piedad mariana no se rinde frente a los obstáculos, con tal de rendir
homenaje a la Virgen, representada en el tierno momento de amamantar al Niño
Jesús.” Recordaba también la imponente estatua de la Virgen en la
cima del monte Zerbion, la “Stella Alpinum” como la habían
llamado los veteranos de la Guerra”.
En su unión con las montañas y su profunda devoción mariana agregaba “Me
complace pensar que estos santuarios marianos han surgido en la montaña como un
eco de esa hermosa página del evangelio de Lucas que recuerda a la Virgen de
Nazaret quien, tras la anunciación, "se fue con prontitud a la región montañosa,
a una ciudad de Judá" (Lc 1, 39). Esta predilección por la montaña,
que por su naturaleza tiende hacia el cielo, también asume un significado
para nuestros días: es una invitación a elevar la mirada hacia lo alto, desde
donde ―según el salmista― viene la ayuda divina: "Él me responde desde su
santo monte" (Sal 3, 5).”
El pequeño santuario de La Virgen del "Bon Secours", la Estrella
de los Alpes, cuya festividad principal se celebra el 3 de agosto en plena época
estival, está situado en un paisaje de montaña a 1828 mts de altura, camino
hacia el majestuoso Monte Rosa. Construido en 1661, fue restaurado en 1897. Ya
en 1663 comenzaron a fluir peregrinos provenientes de diversas parroquias de
los alrededores para alabar y suplicar a la Madonna. A Nuestra Señora del Buen
Socorro acudían los fieles a implorar por el don de la lluvia. “También
nosotros decía el Papa en su homilía del 15 de julio de 1990 alli mismo en el
pequeño Santuario, compartimos esta confianza. Pero además de la lluvia que alivia la tierra también
es necesaria otra lluvia más importante: el “manantial que brotará hasta la
Vida eterna” (Jn, 4,14)”
Todos recordamos el amor del Papa por sus queridas
montañas. Sus compatriotas nunca lo olvidaron y su
estatua en el mirador del Santuario de la Divina Misericordia mira hacia sus montes
tan amados. Ya en el Vaticano los
primeros tiempos en cuanto podía, se
escapaba del Vaticano para esquiar de incógnito. Tarde o temprano debía primar
la seguridad. Sus Tatras quedaron grabadas en sus recuerdos y sus montañeros siempre
lo acompañaron espiritualmente, y cuando podían lo visitaban en el Vaticano
para cantarle sus canciones favoritas.
Dedico a mis amigos del hemisferio sur donde estamos
en plena época de vacaciones de verano estas palabras que el Papa Juan Pablo II
decía en el Ángelus del 11 de julio de 1999
en Aosta, donde se encontraba por séptima
vez: “Cada vez que tengo la posibilidad de venir a
la montaña y contemplar estos paisajes, doy gracias a Dios por la majestuosa
belleza de la creación. Le doy gracias por su Belleza, de la que el mundo es
sólo un reflejo, capaz de fascinar a los hombres atentos y llevarlos a alabar
su grandeza. La montaña, en particular, no sólo constituye un magnífico
escenario para contemplar, sino también una escuela de vida. En ella se aprende
a esforzarse por alcanzar una meta, a ayudarse recíprocamente en los momentos
difíciles, a gustar juntos el silencio y a reconocer la propia pequeñez en un ambiente
majestuoso y solemne.”
Y
FELICES VACACIONES A TODOS
con
el deseo que sepamos permitirnos momentos de paz, de meditación, de alabanza y
agradecimiento!
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