Señor,
perdona a mi pensamiento, por no amarte lo bastante;
Perdona
a mi amor, por estar tan atado al pensamiento,
Que
con el pensamiento frío te abraza
En
vez de hacerlo como hoguera ardiente.
Pero
acepta, Señor, este asombro, que en el corazón estalla,
Como
el arroyo en su manantial
Signo
de que allí vendrá el ardor –
Y
no rechaces, Señor, este asombro, que desde mi frialdad brota,
Al
que un día vas a satisfacer con la piedra ardiente
de
tus labios.
No,
no rechaces, Señor, este asombro,
que
no es nada para Ti, porque estás entero
en Ti,
pero
lo es todo para mi y en él siempre pienso;
en
un torrente que rompe en las orillas,
antes
que al océano inmenso entregue su caudal de
angustia.
1944
(Karol Wojtyla: Poesías, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1993)
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