(imagen canonización de sor Faustina Kowalska)
“Si la encíclica Redemptor hominis ha encarnado para
Juan Pablo II la declaración programática del pontificado, Dives in
misericordia, del 30 de noviembre de 1980, ha sido indudablemente la encíclica «del
corazón».
En efecto, el humus en el que arraiga
este documento es el de la tierra polaca, enlazado con las revelaciones sobre
la Divina Misericordia que sor Faustina Kowalska (que vivió apenas 33 años,
entre 1905 y1938) recibió directamente de Jesucristo, en los inicios del siglo
XX.
Aunque no la nombró nunca en la encíclica, quizás
por una prudente reserva debida a las perplejidades de la época sobre el
mensaje de la misericordia de Dios (y que poco antes habían casi llevado a la Congregación
para la Doctrina de la Fe a condenar tal devoción), el Papa Wojtyla hizo una
referencia directa a todo lo que sor Faustina hizo público a través del propio
diario, hoy difundido en todas las lenguas.
La lectura de este Diario impresionó profundamente
al joven don Karol. Como èl mismo dijo en el discurso del 7 de junio de 1997, «el
mensaje de la Divina Misericordia lo he llevado siempre conmigo y lo amo. Es
como si la historia lo hubiese escrito en la trágica experiencia de la segunda
guerra mundial. En aquellos años difíciles fue una ayuda particular y una inextinguible
fuente de esperanza no solamente para los habitantes de Cracovia, sino para la nación
entera».
Aún más emblemática es la revelación que hizo el 16 de octubre de 2003, en el
veinticinco aniversario de la elección al pontificado, cuando subrayó: «Fue
necesario recurrir a la Divina Misericordia para que a la pregunta: “Aceptas?”
pudiese responder con confianza: “En obediencia de fe, ante Cristo mi Señor,
confiando en la Madre de Cristo y de la Iglesia, consciente de las grandes
dificultades, acepto”.
En Dives in
misericordia Juan Pablo II ha mostrado, en sustancia, que la misericordia
divina forma parte de la estructura del cristianismo, es uno de los puntos
fundamentales de la misma revelación. Así pues, se puede decir que esta encíclica
se conecta con la Redemptor hominis
por su dimensión cristológica, pues la afirmación de fondo es que Dios se nos
ha revelado como Divina Misericordia a través de su Hijo: toda la obra de la redención
– desde la encarnación hasta la muerte en cruz y la resurrección – nos revela
al Padre como misericordia infinita. Wojtyla, ya desde que era arzobispo de
Cracovia, había trabajado a fondo para demostrar que el mensaje de la Divina
Misericordia es teológicamente correcto y bíblicamente fundamentado. La apoteosis de su empeño por hacer
resplandecer la fúlgida figura de sor Faustina llegará algún año más tarde, con
la beatificación de la religiosa, el 18 de abril de 1993, y con su canonización,
el 30 de abril de 2000. Además el hecho
de que haya muerto en el atardecer del sábado 2 de abril de 2005, cuando la
liturgia había comenzado ya a celebrar precisamente la fiesta de la Divina
Misericordia (instituida por él en el calendario, en el domingo sucesivo a la
Pascua, siguiendo la explicita indicación dada por Jesús setenta años antes), es
una de esas coincidencias que la fe lleva a considerar como una señal divina, un
premio al «siervo bueno y fiel».
Saverio Gaeta, TotusTuus
Nr 3 mayo-junio 2009
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