“¿Qué quiere decir rezar? ¿Cómo hay que rezar? Por
eso, la respuesta que dio Cristo es siempre actual. ¿Y qué respuesta dio
Cristo? En cierto sentido, El enseñó, a los que le preguntaban, las palabras
que debían pronunciar para rezar, para dirigirse al Padre. Esas palabras se
encuentran en las dos versiones evangélicas: el texto del Evangelio de hoy se
diferencia ligeramente de aquel a que estamos acostumbrados en nuestra oración
cotidiana; en efecto, nosotros recordamos el Padre Nuestro según la versión de
San Mateo.
Cristo, pues, enseñó las palabras de la oración;
las palabras más perfectas, las palabras más completas; en ellas se encierra
todo.
Sin embargo, la respuesta de Cristo no se limita
exclusivamente al texto, a las palabras que debemos pronunciar cuando rezamos.
Se trata de un problema mucho más urgente y podría decirse que mucho más
complejo.
¿Que quiere decir rezar? Rezar significa sentir la
propia insuficiencia, sentir la propia insuficiencia a través de las diversas
necesidades que se presentan al hombre, las necesidades que constantemente
forman parte de su vida. Como, por ejemplo, la necesidad del pan a que se
refiere Cristo, poniendo como ejemplo al hombre que despierta a su amigo a
medianoche para pedirle pan. Tales necesidades son numerosas. La necesidad de
pan es, en cierto sentido, el símbolo de todas las necesidades materíales, de
las necesidades del cuerpo humano, de las necesidades de esta existencia que
nace del hecho de que el hombre es el cuerpo. Pero la escala de estas
necesidades es más amplia.
[…] Rezar quiere decir ser conscientes; ser
conscientes, hasta el fondo, de todas las necesidades del hombre, de toda la
verdad sobre el hombre y, en nombre de esa verdad, cuyo sujeto directo soy yo
mismo, pero también mi prójimo, todos los hombres, la humanidad entera..., en
nombre de esa verdad, dirigirse a Dios como al Padre.
Ahora bien, según la respuesta de Cristo a la
pregunta "enséñanos a orar", todo se reduce a este singular concepto:
aprender a rezar quiere decir "aprender quién es el Padre". Si
nosotros aprendemos, en el sentido pleno de la palabra, en su plena dimensión,
la realidad "Padre", hemos aprendido todo. Aprender quién es el Padre
quiere decir aprender la respuesta a la pregunta sobre cómo se debe rezar,
porque rezar quiere decir también encontrar la respuesta a una serie de
preguntas ligadas, por ejemplo, al hecho de que yo rezo y en algunos casos no
soy escuchado.
Cristo da respuestas indirectas a estas preguntas …...
Las da en todo el Evangelio y en toda la experiencia cristiana. Aprender quién
es el Padre quiere decir aprender lo que es 'la confianza absoluta. Aprender
quién es el Padre quiere decir adquirir la certeza de que El no podrá
absolutamente rechazar nada….. El no te rechaza ni siquiera cuando todo,
material y sicológicamente, parece indicar el rechazo. El no te rechaza jamás.
Por tanto, aprender a rezar quiere decir
"conocer al Padre" de ese modo; aprender a estar seguros de que el
Padre no te rechaza jamás nada, sino que, por el contrario, da el Espíritu
Santo a quienes lo piden.
Los dones que pedimos son diversos como lo son
nuestras necesidades. Pedimos según nuestras exigencias y no puede ser de otro
modo. Cristo confirma esa nuestra actitud; sí, así es; debéis pedir según
vuestras exigencias, tal como las sentís. Como estas necesidades os sacuden, a
veces dolorosamente, así debéis rezar. Cuando, en cambio, se trata de la
respuesta a cada pregunta vuestra, tal respuesta se da siempre a través de un
don sustancial: el Padre nos da al Espíritu Santo. Y lo da en consideración de
su Hijo. Por esto ha dado a su Hijo, ha dado a su Hijo por los pecados del
mundo, ha dado a su Hijo saliendo al encuentro de todas las necesidades del
mundo, de todas las necesidades del hombre, para poder siempre, en este Hijo
crucificado y resucitado dar al Espíritu Santo. Este es su don.
Aprender a rezar quiere decir aprender quién es el
Padre y adquirir una confianza absoluta en Aquel que nos ofrece este don cada
vez más grande y ofreciéndonoslo, jamás nos engaña. Y si a veces o incluso
frecuentemente no recibimos directamente lo que pedimos, en este don tan grande
—cuando se nos ofrece— se hallan encerrados todos los otros dones; aunque no
siempre nos demos cuenta de ello.”
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