En su libro Diario de una amistad, un libro para leer y releer, pausadamente porque es una obra de reflexiones sobre la vida, la familia, la amistad, el alma y la vida espiritual. Un libro de reflexiones muy singular pues son recuerdos de una amistad muy particular de la familia Poltawski con Karol Wojtyla. En muchas de esas reflexiones la autora recuerda las excursiones a la naturaleza, excursiones que siempre fueron acompañadas no solo por el gozo de disfrutar la naturaleza a pleno, sino también por meditaciones espirituales profundas, que el Papa Juan Pablo II recordaba con tanto cariño dirigiéndose a quienes habían sido sus discípulos, convertidos en amigos, en Cracovia.
Despues de una de esas excursiones (a Prehyba) de la cual Wanda Poltawska no había podido participar el Hermano (asi lo llama ella en el libro) le mando esta oración:
Dios mío, ahora más
que nunca hasta ahora, estoy frente a ti.
Siempre estoy frente a ti.
Hasta ahora me replegaba más en mí misma
y me veía a mí misma. Ahora me permites,
en cierto modo, perderme a mí misma, como si
dejara de existir, dejara de ser
la persona que era hasta ahora. No soy capaz ya
de seguir siendo aquella pero tampoco soy capaz de
ser todavía otra, como Tú quieres
Que yo sea.
Tienes derecho a quererlo,
porque soy tu criatura.
Sin embargo sufro, aunque entiendo ese derecho
y lo reconozco. Me resulta tan difícil dejar de ser yo misma.
Ay, si al menos pudiese saber cómo es esa persona que tengo que ser.
Sé que Tú no destruyes nada,
sólo creas. Nos creas a través de la naturaleza,
y creas de forma nueva a través de la gracia.
Lo creo, como creo en ti con mi fe
que ha sufrido mucho al sentir
mi propia debilidad y torpeza.
Ayúdame a encontrarme a mí misma y ayúdame
a encontrarte dentro de mí.
Y mientras me confunda en la oscuridad
de mi propio ser, tómame
de la mano como tu hija,
Permíteme entenderte
y entender tus actos también
a través de la gente que pusiste en mi camino.
Te ruego que nunca me dejes perder
la esperanza en ti y caer en la desesperación.
Te ruego que me enseñes
A aceptar tu guía.
Te ruego que me permitas pagar
plenamente la deuda de mi vida
con esas tareas que me pones,
con la gente que necesita mi ayuda.
Quiero llevar a su plenitud
mi vocación vital. Quisiera
ponerme de nuevo a su altura,
Para que todo lo que siempre he hecho,
con la convicción de que era mi deber,
pueda hacerlo aun mejor,
Con una dedicación más plena, y además
Con gran sencillez y una paz profunda.
Te suplico que le concedas paz a mi alma
y a mis sentimientos
y que concedas a mi cuerpo las fuerzas necesarias.
Déjame ser el apoyo de Andrzej (*)
y permíteme dar una buena educación a las niñas.
Perdóname mis pecados y purifica todo mi ser
Y guíame por la senda
En la que Tu siempre estarás.
Amen,
Prehyba, 13 de febrero de 1963
(*) el esposo
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