La encíclica sobre la Misericordia divina, la segunda, publicada en 1980, no se aleja en absoluto del estilo del Papa para demostrar la dignidad humana en su plenitud, a través de la referencia al misterio de Dios y de su amor. Es más, el camino de misericordia que Dios lleva a cabo en su Hijo Jesucristo está totalmente concentrado sobre el hombre, desvela en él una nueva esperanza y al mismo tiempo la consolida, especialmente allí donde existe la necesidad de liberar del mal, del pecado o de los rencores, sufrimientos o desgracias.
En verdad, Dios revela su rostro misericordioso en el mundo donde vive el hombre, cuya dignidad está comprometida por el pecado, pero se llena también de alegría en el momento en que recibe le perdón del Padre Celestial, como lo recibió aquel miserable de la parábola de Lucas sobre el hijo pródigo. (Lc 15, 11-32), donde la esencia de la Misericordia de Dios viene expresada en un modo transparente (DM, 5-6). Este argumento està enraizado en la verdad sobre los hombres de todos los tiempos: verdad sobre la inclinación al pecado y la necesidad anterior de recibir la Misericordia.
El hombre, en efecto, acercándose a Dios que se revela como Padre misericordioso, tiene la posibilidad de verse a sí mismo con toda su miseria, de darse cuenta de la lpropia culpa, de suplicar el perdón. La misericordia recibida no quita nada a la dignidad del hombre, es más, puesto que está basada sobre la experiencia de bondad constituida por su ser personal y la plenitud de felicidad eterna, refuerza la relación y el vínculo con Dios.”
(Totus Tuus Nro 3, mayo-junio 2009, Boletín de la Postulación de la causa de Beatificación y Canonización del Siervo de Dios Juan Pablo II)
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