El
jueves santo 17 de abril de 2003 el Santo Padre Juan Pablo II dio a conocer su última
carta encíclica Ecclesia de Eucharistia,
Habia
anunciado esta encíclica en el ángelus del IV Domingo de cuaresma y entonces
decia:
“Dios "amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único...".
Eso es lo que sucedió en el sacrificio del Calvario: Cristo murió y
resucitó por nosotros, sellando con su sangre la nueva y definitiva alianza con
la humanidad. El sacramento de la Eucaristía es el memorial perenne de este supremo
testimonio de amor. En él Jesús, Pan de vida y verdadero "maná",
sostiene a los creyentes en el camino a través del "desierto" de la
historia hacia la "tierra prometida" del cielo (cf. Jn 6,
32-35). Precisamente al tema de la Eucaristía he dedicado la encíclica que, con ocasión
del próximo Jueves santo, Dios mediante, firmaré durante la misa in cena Domini. La entregaré
simbólicamente a los sacerdotes en lugar de la carta que para esa circunstancia
suelo dirigirles, y, a través de ellos, a todo el pueblo de Dios.”
El
8 de mayo posterior, con ocasión del Congreso “Juan Pablo II: 25 años de
pontificado. La Iglesia al servicio del hombre” en la Pontificia Universidad
Lateranense, el cardenal Joseph Ratzinger en su presentación mencionaba que Ecclesia de Eucharistia que considera a la Iglesia
desde el interior y desde lo alto, y así capta su capacidad de crear comunión, pertenece a las
encíclicas eclesiológicas, junto a Redemptoris Mater, que trata de la prefiguración de la Iglesia en
María y del misterio de su maternidad; las
otras tres encíclicas de este grupo presentan los dos grandes ámbitos
relacionales en los que vive la Iglesia: el diálogo ecuménico -como
búsqueda de la unidad de los bautizados en obediencia al mandato del Señor,
según la lógica intrínseca de la fe, que ha sido enviada al mundo por Dios como
fuerza de unidad- es el primer ámbito relacional que el Papa, con toda la
fuerza de su celo ecuménico, introduce en la conciencia de la Iglesia con la Ut unum sint.
También Slavorumapostoli es un texto
ecuménico de particular belleza. Por una parte, se sitúa en la relación entre
Oriente y Occidente; y, por otra, muestra la vinculación entre la fe y la
cultura, y la capacidad que tiene la fe para crear cultura, pues llega al fondo
y experimenta una nueva dimensión de la unidad.”
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