“La misericordia auténticamente cristiana es también,
en cierto sentido, la más perfecta encarnación
de la «igualdad» entre los hombres y por consiguiente también la encarnación
más perfecta de la justicia, en cuanto también ésta, dentro de su ámbito, mira
al mismo resultado. La igualdad introducida mediante la justicia se limita, sin
embargo al ámbito de los bienes objetivos y extrínsecos, mientras el amor y la
misericordia logran que los hombres se encuentren entre sí en ese valor que es
el mismo hombre, con la dignidad que le es propia. Al mismo tiempo, la «igualdad»
de los hombres mediante el amor «paciente y benigno» no borra las diferencias:
el que da se hace más generoso, cuando se siente contemporáneamente gratificado
por el que recibe su don; viceversa, el que sabe recibir el don con la
conciencia de que también él, acogiéndolo, hace el bien, sirve por su parte a
la gran causa de la dignidad de la persona y esto contribuye a unir a los
hombres entre si de manera más profunda.
sábado, 11 de abril de 2015
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