Juan Pablo II le encomendaba sus
sufrimientos a Maria y a Ella también le confiaba sus preocupaciones, su vida
toda. Le confiaba a Maria su ministerio petrino a diario. Era muy devoto de
Ella. No dejaba pasar un solo día sin rezar el rosario. Lo rezaba siempre que
pudiera. A veces
varias veces por día. Fue siempre
fiel a las celebraciones marianas durante el mes de mayo. Rezaba las letanías lauretanas todos los días
de mayo. Solíamos salir a la terraza donde hay una pequeña gruta con una
estatua de Nuestra Señora de Fátima. El
Santo Padre, el padre Estanislao y yo cantábamos juntos las letanías lauretanas,
y, durante el mes de junio, las letanías
al Sagrado Corazón de Jesús. Nuestra Señora era para él, tal como rezan las letanías,
su Torre de David, arca de la Alianza, y Salud de los enfermos. También era la
Reina de Polonia, para el de un significado particular. El secretario
Mokrzycki no podría asegurar, porque Juan Pablo II nunca hablaba del secreto
de la oración, pero le parecía que cuando el Santo Padre le agradecía también lo hacía por todo lo que
había hecho por Polonia. Y lo agradecía todos los días. Yo me daba cuenta que se sentía más alegre y radiante durante las
fiestas marianas. Y yo no era el único que lo notaba: todos quienes solían
encontrarse con el periódicamente se daban cuenta.
Por esa razón?
Siempre
supimos que se trataba de una relación inusual, un contacto extraordinario con
la Madre de Dios. Él le confiaba.
Alguna vez el Papa les dijo
porque había elegido a Maria?
No,
el Santo Padre nunca hablaba de ese tipo de temas personales. Nunca hablaba de
la oración, de su relación con Dios y con Maria. Pero sabía perfectamente que
la Madre de Dios cumple un papel importante en nuestras vidas y que Ella
intercede por nosotros. Recordamos muy bien aquellos rosarios transmitidos por
la radio vaticana cada primer sábado de mes. Yo guardo además recuerdos
personales porque iba al patio de San Dámaso cuando aún era estudiante.
Como eran esos encuentros?
Al principio
el Santo Padre se encontraba con los fieles en la capilla del oratorio Pablo
VI. Era una capilla pequeña. Más tarde los encuentros tenían lugar en el patio
de San Dámaso, un patio interno del Vaticano que puede recibir más gente. Fue allí, donde, cuando yo aún era
estudiante, que participe en el rezo del
rosario con el Santo Padre. Más tarde, cuando ya era secretario, los encuentros
tenían lugar en el Aula Pablo VI porque cada vez había más gente que quería
participar. Las oraciones eran
bellísimas, muy bien preparadas y se alternaba con cantos. Todo era transmitido por radio par todo el
mundo. Casi se podía decir que todo el mundo
entero participaba del rezo del Rosario con el Santo Padre, lo cual era motivo
de gran alegría para él. Se alegraba
porque la multitud en el Aula Pablo VI y mucha gente que participaba por radio
le reazaban a Maria. Rezaban, pasando de
cuenta en cuenta, esa oración tan querida a su corazón. Siempre había también días de rezo del
rosario para los jóvenes, eran puentes virtuales con ciudades, países y
continentes.
Que más había aparte del Rosario?
El
Santo Padre se mantenía siempre atento a las fiestas marianas, la Madre de la
Iglesia el lunes después de Pentecostés y también el 8 de diciembre cuando se
celebraba la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen Maria. Por la tarde se trasladaba a la Plaza España
para colocar flores al pie de la estatua de la Virgen Maria. Pero a decir verdad todos los sábados eran
una fiesta mariana para el Santo Padre. Aquellos que lo conocían bien se daban
perfecta cuenta pues lo veían mas radiante, sencillamente mas alegre que de costumbre.
Celebraba todas las fiestas marianas y todas eran importantes para el.
En realidad hubo otros signos
visibles externos de su unión con Maria: la donación de su solideo a Nuestra
Señora de la Puerta de la Aurora, el fajín perforado por la bala
ofrecido a Nuestra Señora de Jasna Gora en Czestochowa y la bala colocada en la corona de Nuestra Señora
de Fátima.
El
Santo Padre también les ofrendó a estos santuarios una rosa de oro o un rosario.
Y además tuvimos los importantes gestos durante el año jubilar. El 12 de mayo
del año 2000 en Fátima, el Santo Padre colocó a los pies de la estatua de
Nuestra Señora un anillo con su lema Episcopal “Totus Tuus” grabado. Había
recibido aquel anillo del Cardenal Primado Wyszynski, en cuanto fue elegido a
la Sede de Pedro.
Fátima era especialmente cara a
su corazón. Alguna vez hablo de ello?
El
Santo Padre nos dijo una vez que debía su vida a Nuestra Señora de Fátima. Sin
embargo, su devoción a Maria era algo mucho más amplio que simple gratitud: la
veneraba ya antes del atentado como después, cuando ella salvo su vida. Quizás, era de alguna manera una confirmación
del camino que él había elegido. Una confirmación
que había escogido bien.
Él le transmitió esa devoción a
Maria a usted o no fue necesario?
El
Santo Padre seguramente tuvo gran influencia en m, al igual que en cualquier persona
que hubiese permanecido en contacto estrecho con él durante un tiempo. Verlo a diario
y especialmente acompañándolo cuando rezaba hacia muy difícil permanecer
indiferente a su espiritualidad y piedad. Yo le estoy inmensamente agradecido
especialmente por eso. Y hoy agradezco a
Dios por todo eso. De alguna manera tuve
ocasión de aprender esa piedad de él, piedad que para mí por otro lado no era
extraña pues naci en Łukawiec donde está el Santuario de Nuestra Señora de Tartakow
y su icono milagroso. Juan Pablo II
coronó el icono en Lubaczów a comienzos de los 90’. Nuestros caminos se
cruzaron ya entonces. Siempre fui devoto
mariano y en esta devoción también se respaldó mi vocación. Pero haber ejercido mi ministerio al lado de
Juan Pablo II fortaleció mi amor por Nuestra Señora.”
(de la conversación del Arzobispo
Mieczyslaw Mokrzyck con la periodista Brygida Grysiak, publicada en inglés bajo
el título “He liked Tuesdays best” por F&T Press de Rzeszow y Wydawnictzo M. Publishing House, Cracovia)
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