Aunque
la visita del Papa Juan Pablo II a la Republica Dominicana durase tan solo 22
horas los dominicanos se sintieron sumamente orgullosos al transmitir su
recibimiento vía satélite en lo que fuera la primera transmisión de este tipo
en la nación y la ceremonia pudiera ser vista por unos 500 millones de personas.
El
25 de enero de 1979 desde
la Catedral de Santo Domingo el Papa saludo a todos los fieles y
pidió un momento de oración por intercesión de Nuestra
Señora de Altagracia.
En la homilía
de la Misa celebrada más tarde en la Plaza de la Independencia invitó
a los “ cristianos a comprometerse en la construcción de un mundo más justo,
humano y habitable, que no se cierra en sí mismo, sino que se abre a Dios.
Hacer ese mundo más justo significa, entre otras cosas, -
decía - esforzarse porque no haya niños sin nutrición suficiente, sin
educación, sin instrucción; que no haya jóvenes sin la preparación conveniente;
que no haya campesinos sin tierra para vivir y desenvolverse dignamente; que no
haya trabajadores maltratados ni disminuidos en sus derechos; que no haya
sistemas que permitan la explotación del hombre por el hombre o por el Estado;
que no haya corrupción; que no haya a quien le sobra mucho, mientras a otros
inculpablemente les falte todo; que no haya tanta familia mal constituida,
rota, desunida, insuficientemente atendida; que no haya injusticia y
desigualdad en el impartir la justicia; que no haya nadie sin amparo de la ley
y que la ley ampare a todos por igual; que no prevalezca la fuerza sobre la
verdad y el derecho, sino la verdad y el derecho sobre la fuerza; y que no
prevalezca jamás lo económico ni lo político sobre lo humano.
Y agregaba : “Pero no os contentéis con ese mundo más
humano. Haced un mundo explícitamente más divino, más según Dios, regido por la
fe y en el que ésta inspire el progreso moral, religioso y social del hombre.
No perdáis de vista la orientación vertical de la evangelización. Ella tiene
fuerza para liberar al hombre, porque es la revelación del amor. El amor del
Padre por los hombres, por todos y cada uno de los hombres, amor revelado en
Jesucristo.“Porque tanto amó Dios al mundo, que le dio su unigénito Hijo, para
que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga la vida eterna” (Jn 3,
16).”
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