Calle Franciszkanska, n.3. Un edificio sin mayores pretensiones, color
amarillo ocre, de dos pisos, parecido a muchos otros en la vieja ciudad de
Cracovia. Un portón negro pesado da acceso a un pórtico bajo el cual, a la
izquierda, está el ingreso a la Curia metropolitana. A la derecha, una galería
conduce a una doble puerta y allí detrás una gran escalera de piedra con
escalones gastados lleva a los pisos superiores. Sobre las paredes, inmensos
retratos de todos los predecesores de Karol Wojtyla (….)
En el primer piso, frente a la escalera la capilla, cuyas paredes serán
después revestidas de una especie de mármol tono marfil. De la época de Wojtyla
quedara solo el cielorraso artesonado rojo oscuro, verde profundo y azul noche.
En la capilla donde está su reclinatorio, el arzobispo inicia la jornada invariablemente
a las 5.30, hora en que fuera el primer tranvía va despertando los barrios con
su chirriante sonido metálico.
El arzobispo Wojtyla ha sido, y seguirá siendo, un hombre de oración.
Todos los días pasa muchas horas en la capilla, donde llega antes del
amanecer para recobrar fuerzas, buscar inspiración y preparar la jornada. Es allí
donde, a las 7, celebra la santa Misa en presencia de algunas religiosas o de
algún colaborador (….)
A las 8 regresa al palacio para el desayuno preparado por las religiosas (queso
fresco, huevos duros y leche). Pero el arzobispo no se demora y va rápidamente
a recluirse a la capilla. A la izquierda del altar ha hecho colocar un atril
especial, con un entrepaño plegable, de madera, junto a una silla y a un
reclinatorio. Así puede arrodillarse y meditar o sentarse para leer o escribir.
Cerca se ha colocado una estufa y una lámpara de pie. Todo calculado. En poco
fanático el arzobispo quien, para asegurase que no le molesten, cierra la
puerta de la capilla con llave.
En aquel lugar, inmerso en el silencio, escribe delante del Santísimo
Sacramento no solo homilías y cartas pastorales, comunicados episcopales. A las
11, el arzobispo sale de la capilla y se dirige a las salas del edificio donde
suele recibir (…)
La puerta del salón del arzobispo Wojtyla está abierta a todos. Recibe a
quien lo solicite, y para verlo a veces se forma una fila que implica más de
dos horas. Todo parroquiano de Cracovia
sabe que puede encontrar al arzobispo sin previo aviso para presentarle
cualquier problema personal (…)
A las 13.30 la fila llega a su término y el arzobispo se sienta a la mesa,
no sin antes haber invitado al último visitante a compartir el almuerzo con él
(…)
Terminado el almuerzo, diez minutos de siesta – en el sillón, para evitar
un sueño profundo – solo entonces, después de un rápido repaso con el
secretario sobre los temas del día, Wojtyla se concede un breve paseo (…)
Después inicia el maratón diario de visitas en las parroquias y ceremonias en los cuatro puntos de la región
(…)
Bernard Lecomte: Giovanni Paolo II - La biografia (Baldini Castaldi Dalai editore, 2004)
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