El Santuario de Lichen, es uno de los santuarios más
grandes del mundo, y está ubicado a unos 120 km de Poznan. Es el segundo
santuario polaco más famoso de Polonia, después del de Czestochowa (Jasna Gora)
y fue construido como acción de gracias y ofrenda votiva para el 2000 aniversario
del nacimiento de Cristo.
La imagen de Nuestra Señora de Lichen o Nuestra Señora
de los Dolores, de Lichen se encuentra en el altar mayor de la Basìlica de
Lichen. Se trata de una pequeña imagen, diseñada originalmente para la oración
privada, que más tarde se convirtió en objeto de culto. Es una copia de la imagen original que se
supone fue pintada en el siglo XVIII y llevada
a Lichen a mediados del siglo XIX
por Thomas Klossowski, herrero que residía
en el pueblo de Izabelin. La imagen fue
coronada como imagen milagrosa en 1976 por el cardenal primado del milenio Mons.
Stefan Wyszynski.
La basílica es visitada por más de dos millones de
personas al año. En 1999 el Papa Juan Pablo II bendijo el nuevo santuario (entonces
aún sin terminar) construido a semejanza de la Basílica de San Pedro en el
Vaticano. El templo tiene una capacidad
para 7000 fieles sentados y 15.000 de pie.
«Me siento sobrecogido por este enorme edificio que,
en su riqueza arquitectónica, es una expresión de fe y amor hacia la Virgen
María y su Hijo», decia el Papa Juan Pablo II en su homilía. invocando la intercesión de María en esta breve oración.
« Reunidos hoy
para esta oración matutina en el santuario de Lichen, delante de nuestra Madre
la Virgen de los Dolores, implorémosle todos que interceda en favor nuestro
ante su Hijo, pidiendo para nosotros:
Una fe viva, que, de granito de mostaza, se convierta en árbol de la vida
divina.
Una fe que cada día se alimente de oración, se afiance con los santos
sacramentos y se enriquezca con el tesoro del Evangelio de Cristo.
Una fe fuerte, que no tema dificultades, sufrimientos o fracasos, por estar
fundada en la convicción de que «nada es imposible para Dios» (Lc 1,
37).
Una fe madura, sin reservas; una fe que coopere con la santa Iglesia para
edificar auténticamente el Cuerpo místico de Cristo.
Te damos gracias, María, porque sin cesar y con certeza nos guías hacia
Cristo.
Madre del Hijo divino, vela por nosotros; vela por nuestra inquebrantable
fidelidad a Dios, a la cruz, al Evangelio y a la santa Iglesia, como has hecho
desde los albores de nuestra historia cristiana. Defiende a esta nación que,
desde hace mil años, camina por la senda del Evangelio. Haz que vivamos, crezcamos
y perseveremos en la fe hasta el final.
Dios te salve, Hija de Dios Padre.
Dios te salve, Madre de Dios Hijo.
Dios te salve, Esposa de Dios Espíritu Santo,
templo de la santísima Trinidad. Amén.
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