“Faltan
pocos meses para nuestro encuentro en Polonia. Cracovia, la ciudad de San Juan
Pablo II y de Santa Faustina Kowalska, nos espera con los brazos y el corazón
abiertos. Creo que la Divina Providencia nos ha guiado para celebrar el Jubileo
de los Jóvenes precisamente ahí, donde han vivido estos dos grandes apóstoles
de la misericordia de nuestro tiempo. Juan Pablo II había intuido que este era
el tiempo de la misericordia. Al inicio de su pontificado escribió la encíclica Dives in Misericordia. En el Año Santo 2000 canonizó a Sor Faustina instituyendo
también la Fiesta de la Divina Misericordia en el segundo domingo de Pascua. En
el año 2002 consagró personalmente en Cracovia el Santuario de Jesús
Misericordioso, encomendando el mundo a la Divina Misericordia y esperando que
este mensaje llegase a todos los habitantes de la tierra, llenando los
corazones de esperanza: «Es preciso encender esta chispa de la gracia de Dios.
Es preciso transmitir al mundo este fuego de la misericordia. En la
misericordia de Dios el mundo encontrará la paz, y el hombre, la felicidad» (Homilía para la Consagración del Santuario de la Divina
Misericordia en Cracovia, 17 de agosto de 2002).
Queridos
jóvenes, Jesús misericordioso, retratado en la imagen venerada por el pueblo de
Dios en el santuario de Cracovia a Él dedicado, les espera. ¡Él se fía de
ustedes y cuenta con ustedes! Tiene tantas cosas importantes que decirle a cada
uno y cada una de ustedes… No tengan miedo de contemplar sus ojos llenos de
amor infinito hacia ustedes y déjense tocar por su mirada misericordiosa,
dispuesta a perdonar cada uno de sus pecados, una mirada que es capaz de
cambiar la vida de ustedes y de sanar sus almas, una mirada que sacia la
profunda sed que demora en sus corazones jóvenes: sed de amor, de paz, de alegría
y de auténtica felicidad. ¡Vayan a Él y no tengan miedo! Vengan para decirle
desde lo más profundo de sus corazones: “¡Jesús, confío en Ti!”. Déjense tocar
por su misericordia sin límites, para que ustedes a su vez se conviertan en
apóstoles de la misericordia mediante las obras, las palabras y la oración, en
nuestro mundo herido por el egoísmo, el odio y tanta desesperación.
Lleven
la llama del amor misericordioso de Cristo – del que habló San Juan Pablo II –
a los ambientes de su vida cotidiana y hasta los confines de la tierra. En esta
misión, yo les acompaño con mis mejores deseos y mi oración, les encomiendo
todos a la Virgen María, Madre de la Misericordia, en este último tramo del
camino de preparación espiritual hacia la próxima JMJ de Cracovia, y les
bendigo de todo corazón.”
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