“El
momento del deber cumplido o no cumplido tiene una importancia sustancial para la
persona como sujeto y artífice de la acción. En caso de cumplimiento del deber,
la persona experimenta no sòlo la satisfacción del acto, sino que experimenta también
en este acto la satisfacción de sì mismo. En el caso contrario, no obstgante el
cumplimiento del acto – o mejor, precisamente a causa de su cumplimiento – la persona
experimenta, en cambio, insatisfaccòn, desilusión, y, todavía más, culpa y
pecado. Todo este proceso tiene el carácter de la experiencia, de la
conciencia, pero alanza la estructura òntica de la persona. Sobre todo, el alor
moral «bien-mal» se confirma en él como categoría del ser y del hacerse bueno o
malo en cuanto hombre. Y por eso mismo es difícil excluir de la interpretación de
la moralidad – en cuanto realidad dada en la experiencia – el aspecto de la
finalidad. La exclusión de la misma fue obra de Kanta, pero en ella miraba,
sobre todo, a la dimensión normativa de laética (el imperativo categórico contra
el imperativo hipotético, teleológico). En ambio, los fenomenólogos (entre
ellos Scheler) comienzan a recuperar el momento de la finalidad, sobre todo, en
el mismo obrar del hombre, en el acto en el que siempre està contenido un deseo
de «algo».”
(texto
del capítulo “El hombre y la responsabilidad” de El hombre y su destino de Karol Wojtyla, Ediciones Palabra, 2005)
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