Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 16 de septiembre de 2015

El deber cumplido (2 de 2)


“El deseo, por sí solo, no define todavía el perfil ético del acto, lo define solamente el deber moral. Sin embargo, el deber moral no quita el dinamismo del deseo en el obrar de la persona, en el acto, pero condiciona este dinamismo. El condicionamiento viene del hecho de que el deber introduce en el deseo de las acciones humanas un deseo específico, el deseo «por el bien» y «contra el mal». No es posible compartir la idea de que el valor moral se realice en cierto modo  «al lado de» los otros deseos (auf dem Rücken), y que por sí solo no sea objeto del deseo, del querer de la persona.
Precisamente, la particular experiencia de la satisfacción o no satisfacción de sí mismo (de la persona) que se liga (sustancial y orgánicamente) al cumplimiento o del deber moral, parece confirmar la idea de que el deber moral introduce en el acto de la persona el dinamismo propio del deseo. La persona en cuanto sujeto desea la satisfacción de sí. En este  sentido, está sobre todo orientada su acción; el poder o la voluntad del agente. Sobre esta base, la moralitas, el valor moral – bien y mal – se inscribe en la sustancial finalidad (autoteleología) de la persona y, en cierto modo, la inscribe en sí.
Surge, obviamente, el problema sutil de la reducción de la moralidad a la finalidad, problema que es fuente de controversias en la historia de la ética, particularmente en la actualidad. Podemos compartir la idea según la cual la moralidad, el valor moral, es irreductible a la finalidad del hombre y trascendente respecto a ella, pero en la interpretación de la moralidad no podemos olvidar totalmente el aspecto de la finalidad, la autoteleologìa : en ese caso condenaríamos la ética a la estaticidad,  la privaríamos de todo el dinamismo propio del hombre como persona.”


(texto del capítulo “El hombre y la responsabilidad” de El hombre y su destino de Karol Wojtyla, Ediciones Palabra, 2005) 

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