«Sígueme». En julio de
1958 comienza para el joven sacerdote Karol Wojtyla una nueva etapa en el
camino con el Señor y tras el Señor. Karol fue, como era habitual, con un grupo
de jóvenes apasionados de canoa a los lagos Masuri para pasar unas vacaciones
juntos. Pero llevaba consigo una carta que lo invitaba a presentarse al primado
de Polonia, el cardenal Wyszynski y podía adivinar solamente el motivo del
encuentro: su nombramiento como obispo auxiliar de Cracovia. Dejar la enseñanza
universitaria, dejar esta comunión estimulante con los jóvenes, dejar la gran
liza intelectual para conocer e interpretar el misterio de la criatura humana,
para hacer presente en el mundo de hoy la interpretación cristiana de nuestro
ser, todo aquello debía parecerle como un perderse a sí mismo, perder aquello
que constituía la identidad humana de ese joven sacerdote. Sígueme, Karol
Wojtyla aceptó, escuchando en la llamada de la Iglesia la voz de Cristo. Y así
se dio cuenta de cuanto es verdadera la palabra del Señor: «Quien pretenda
guardar su vida la perderá; y quien la pierda la conservará viva». Nuestro Papa
—todos lo sabemos— no quiso nunca salvar su propia vida, tenerla para sí; quiso
entregarse sin reservas, hasta el último momento, por Cristo y por nosotros. De
esa forma pudo experimentar cómo todo lo que había puesto en manos del Señor
retornaba en un nuevo modo: el amor a la palabra, a la poesía, a las letras fue
una parte esencial de su misión pastoral y dio frescura nueva, actualidad
nueva, atracción nueva al anuncio del Evangelio, también precisamente cuando
éste es signo de contradicción.
viernes, 10 de mayo de 2019
El «Sigueme» de Karol Wojtyla/Juan Pablo II según Joseph Ratzinger/Benedicto XVI (2 de 3)
Etiquetas:
Benedicto XVI,
Sigueme
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario