Epílogo al segundo panel: Juicio final, cónclaves
El principio y el final,
probablemente para el Papa, un peregrino que viaja hacia adentro y hacia
arriba, el vínculo entre ellos se hizo evidente allí en la Capilla Sixtina,
donde Miguel Ángel nos presenta las imágenes del comienzo y el fin, la visión
de la Creación y la impresionante representación del Juicio Final. La
contemplación del Juicio Final en el epílogo del segundo panel, es quizás la
parte del Tríptico que más conmueve al lector. De la
mirada interior del Papa reaparece el recuerdo de los cónclaves de agosto y
octubre de 1978.
Considerando que yo también estuve
presente, sé bien cómo fuimos expuestos a esas imágenes en la hora de las
decisiones importantes, cómo nos desafiaron y cómo inculcaron en nuestras almas
la grandeza de nuestra responsabilidad. El Papa habla a los cardenales del
futuro cónclave, "después de mi muerte", y dice que la visión de Miguel Ángel les
hablará. La palabra "con-clave" impone el pensamiento de las
llaves, del patrimonio de las llaves entregadas a Pedro. Poner estas
llaves en las manos adecuadas: esta es la inmensa responsabilidad de aquellos
días. Aquí recordamos las palabras de Jesús a los abogados: "¡Ay de
vosotros, abogados! Porque habéis quitado la llave del conocimiento" (Lc
11,52). Miguel Ángel nos insta a no quitar la llave, sino a usarla para
abrir la puerta para que todos puedan entrar.
Segundo panel: Creación,
diálogo en Dios
Sin embargo, volvamos al verdadero
centro del segundo panel, una mirada a los "orígenes". ¿Qué ve
la gente allí? En la obra de Miguel Ángel, el Creador aparece "a
semejanza de una persona humana": la imagen y semejanza de la persona
humana con Dios está tan contrastada que podemos deducir de ella la humanidad
de Dios, que hace posible representar al Creador. Sin embargo, la mirada
que Cristo nos ha abierto dirige nuestra mirada mucho más allá y muestra, por
el contrario, comenzando por el Creador, por los comienzos, quién es realmente
la persona humana. El Creador, el principio, no es, como podría aparecer
en la pintura de Miguel Ángel, simplemente el "Anciano Todopoderoso". En
cambio, es "una comunión de personas, un intercambio mutuo ...". Si
al principio vimos a Dios comenzando por el hombre, ahora aprendemos a ver a la
persona humana comenzando con Dios: un don reciproco de si mismo – la persona
humana está destinado a ello – si logra encontrar la manera de hacerlo, es un
espejo de la esencia de Dios y así revela el enlace entre el principio y el
final.
Tercer panel: el ascenso de Abraham e Isaac al monte Moria,
entrega total
El inmenso arco, la verdadera
visión del Tríptico Romano, se revela claramente en el tercer
panel, el ascenso de Abraham e Isaac al monte Moria, la montaña del sacrificio,
de la entrega sin reservas. Este ascenso es la última y decisiva etapa del
viaje de Abraham, que comenzó con su salida de su propia tierra, Ur de los
caldeos; es la etapa básica del ascenso hacia la cumbre, contracorriente,
a la fuente que también es la meta. En el diálogo inagotable entre padre e
hijo, que consta de pocas palabras y de llevar juntos, en silencio, el misterio
de las palabras, se reflejan todas las cuestiones de la historia, los
sufrimientos, los miedos y las esperanzas. Al final queda claro que este
diálogo entre padre e hijo, entre Abraham e Isaac, es el diálogo en Dios mismo,
el diálogo entre el Padre eterno y su Hijo, el Verbo, y que ese dialogo
representa al mismo tiempo la respuesta a un dialogo humano inconcluso.
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