La
objeción de la Curia sobre el exceso de los viajes, la debió sufrir por mucho
tiempo Juan Pablo II. Ciertamente, esa fue intensa hasta el atentado (13 de
mayo de 1981) y volvió sin piedad – después de una pausa de un año – a partir
de 1982, en que reanudó los viajes. Ese fue un año record – pues tuvo que
recuperar las citas a las que había faltado el año anterior a motivo del
atentado – que llego a totalizar siete salidas de Italia: África en febrero,
Portugal en mayo, Gran Bretaña en mayo-junio, Argentina y Ginebra en junio, San
Marino en agosto, España en octubre! A la crítica sobre la cantidad, se añadirá
entonces la de la oportunidad ya que entre mayo y junio Juan Pablo II visito
Gran Bretaña y Argentina precisamente en las semanas del conflicto por las
islas Falkland (Malvinas) y hubiese querido ir incluso al Líbano, envuelta
también en guerra.
Juan
Pablo II responderá a las objeciones en un inolvidable discurso a la Curia, por
la fiesta de San Pedro y San Pablo, el 28 de junio ese año, definiendo
ese su viajar como “aplicación a escala universal del carisma de Pedro” e
indicando la “raíz teológica” del mismo en el hecho que “el servicio del Papa
ha acentuado hoy sus dimensiones universales”.
En
análoga circunstancia, dos años antes – el 28 de junio da 1980 – había
reconducido los viajes a la “conciencia
de la misión”: «En esta óptica, el Papa viaja para anunciar el Evangelio, para
confirmar a los hermanos en la fe, para consolidar la Iglesia, para encontrarse
con el hombre (…) son además ocasiones de ministerio itinerante, de anuncio evangélico
para llevar el Evangelio a todas las latitudes y el magisterio apostólico se dilate
a todas las esferas del planeta. Son viajes de amor, de paz, de hermandad
universal (…) En estos encuentros de
almas, aun en medio de la inmensidad d la masa, se reocnoce el carisma del
actual ministerio de Pedro por los caminos del mundo».
Más
interesante, en el plano humano es cuanto Juan Pablo II confía – en aquel mismo
periodo de mayor contraste con el ambiente curial – al escritor francés Andre
Frossard para explicar el aparente exceso de viajes: «Si Dios lo consentirá, iré a la mayor parte
de lugares a los que me inviten (..l.) Cuanto
masa difícil resulta la vida de los hombres, de las familias, de las
comunidades y del mundo, mas es necesario que estos tomen conciencia de la
presencia del buen pastor que da la vida por sus ovejas. (…) Me parece incluso
que la vida de la Iglesia post-conciliar ha cambiado esta necesidad en un
imperativo, con valor de precepto y de obligación de conciencia. […]
El
exceso de los viajes es, pues, la señal luminosa de un mayor exceso de la misión,
que puede ayudar a entender muchos aspectos discutidos del Pontificado. Junto
al número de los viajes, la Curia ha criticado siempre el exceso de los discursos,
sucesivamente el exceso de las beatificaciones y canonizaciones, en fin el
exceso de los sínodos… Han sido incluso
vistas como excesivas las intervenciones a favor de Polonia y en ocasión de las
dos guerras en Iraq, a favor de la defensa de la vida, el mea culpa histórico y la cantidad de las celebraciones jubilares.
Como
es fácil ver, se trata siempre de excesos reconducibles al ansia misionera,. Signo
esencial del Pontificado: los discursos han sido dictados por la misma intención
de llegar a todos, los sínodos sirven para movilizar a las comunidades católicas
continentales en vista de la misión, las beatificaciones son destinadas a ofrecer
modelos para la animación de las comunidades, los mea culpa tenían la tarea de allanar el campo de la misión a las
gentes por las incomprensiones acumuladas a lo largo de los siglos.
De
Luigi Accattoli, Giovanni Paolo II, la
prima biografia completa. Edizioni San Paolo, s.r.l. 2006, Cinisello
Balsamo (Milano)
(publicado en Totus Tuus, Nr 6, Nov/Dic 2009)
No hay comentarios:
Publicar un comentario