Hoy Polonia y sus hijos
por el mundo celebran la Virgen santa de Czestochowa, y con ellos este blog en honor a uno de sus
hijos tan queridos San Juan Pablo II, que en su aquel tan inolvidable primer viaje a
su patria como Pontífice de la Iglesia universal recordaba: .
"Virgen santa, que defiendes la clara
Czestochowa...". Me vienen de nuevo a la mente estas palabras del poeta
Mickiewicz, que, al comienzo de su obra Pan Tadeusz, en una
invocación a la Virgen ha expresado lo que palpitaba y palpita en el corazón de
todos los polacos, sirviéndose del lenguaje de la fe y del de
la tradición nacional. Tradición que se remonta a unos 600 años,
esto es, a los tiempos de la Reina Santa Eduvigis, en los albores de la
dinastía Jagellónica.
La imagen de Jasna Góra expresa una tradición,
un lenguaje de fe, todavía más antiguo que nuestra historia, y refleja, al
mismo tiempo, todo el contenido de la "Bogurodzica" que
meditamos ayer en Gníezno, recordando la misión de San Wojciech (San Adalberto)
y remontándonos a los primeros momentos del anuncio del Evangelio en tierra
polaca.
La que una vez había hablado con el canto,
ha hablado después con esta imagen suya, manifestando a través
de ella su presencia materna en la vida de la Iglesia y de la patria. La Virgen
de Jasna Góra ha revelado su solicitud materna para cada una
de las almas; para cada una de las familias; para cada uno de los
hombres que vive en esta tierra, que trabaja, lucha y cae en el campo
de batalla, que es condenado al exterminio, que lucha consigo mismo, que vence
o pierde; para cada uno de los hombres que debe dejar el suelo patrio para
emigrar, para cada uno de los hombres...
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