Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

viernes, 25 de febrero de 2022

El icono peregrino de Kazan (5 de 6) algo de historia

 


El Papa mariano sabía bien cuán grande es la devoción de Rusia por la Madre de Dios. Y lo es al punto que puede enorgullecerse de un texto literario de los siglos XI-XII, verdaderamente único: «EL viaje de la Madre de Dios entre las penas del infierno». EL texto narra el invencible amor de la Madre de Dios incluso por los condenados al infierno, eternamente castigados pero también eternamente «hijos de su Hijo e hijos suyos». No la deja en paz que sufran. Pide a Dios poderlos visitar para llevarles su consuelo. Vuelve de su viaje al infierno y, llorando, reza asi. «Ten piedad, Señor. HE visto sus penas y no las puedo soportar».

 Dios no se deja conmover. Maria, como en Caná, no se resigna. Compromete a los ángeles y a los santos: todos juntos se postrarán ante el trono del altísimo y no se moverán de allí hasta que no tenga piedad de los condenados. Al final, Dios concede a los condenados un periodo anual de consolación: desde el Jueves santo hasta la fiesta de la Santísima Trinidad.  Dostoievski consideraba este texto, por su audacia y fuerza, no inferior al Infierno de la Divina Comedia.

 Juan Pablo II sabía el significado de los iconos para Rusia y para todo el Oriente Cristiano. En 1987, decimo año de su pontificado, escribió una carta apostólica para recordar los 1200 años del Concilio de Nicea, que  estableció para siempre el culto de las imágenes.  Cerraba la carta saludando con gozo el creciente interés por la teología y la espiritualidad de las imágenes orientales. Las imágenes son una buena nueva, teofanía y teología de colores. La fe en Maria y la devoción mariana son atestiguadas por innumerables iconos: iconos de iglesia, de casa, de viaje. Iconos que llevan denominaciones preciosas: Maria, alegría de la creación: alegría inesperada: consuelo en las penas: fuente de vida: buscadora de perdidos. Flor que nunca se marchita: arbusto ardiente…

 

El Papa Wojtyla, restituyendo la imagen de la Virgen de Kazán a la Iglesia ortodoxa rusa, sabía que con ello tocaba dos puntos sensibles: el culto de Maria y el culto de los iconos. Uno de estos iconos, quizás el más conocido, es el de la Madre de Dios o de Kazán. A menudo, los iconos llevan el nombre de una ciudad, como si tuviesen una patria. El de Kazán toma el nombre de la capital de Tatarstan, una de las 21 republicas que forman Rusia.

 El   icono de la Madre de Dios de Kazan es un icono increíblemente peregrino: fue pintado en Kazán, en el s. XVI, desapareció y volvió a aparecer milagrosamente, se construyo una catedral donde la imagen fue entronizada el 8 de julio de 1594, y el 8 de julio de cada año se celebra su fiesta.   Desde 1612 le ha sido asignada una segunda fiesta, el 22 de octubre, porque es el día en que “liberó” a los rusos de la invasión polca.  En 1904, la imagen fue sacrílegamente robada y desapareció para siempre, quizás fuese destruida.

Una copia del icono original continúa la peregrinación, incluso en el extranjero. Apareció en Occidente, sobre los años 20 del sigo pasado, paso de un propietario a otro, de un país a otro: Inglaterra, Estados Unidos, Portugal. Y desde aquí, precisamente desde Fátima, fue donada al “Papa de Fátima”.

Según el estudio de una comisión mixta de expertos vaticanos y rusos, esta copia, en madera de tilo, corresponde a la primera mitad del 1700. El hecho de ser revestida de una preciosa cubierta (riza) es señal de haber sido objeto de gran veneración. Juan Pablo II la recibió como un don, pero desde le primer momento tuvo el propósito de restituirla. EN efecto, escribió enseguida al Patriarca de Moscú para confiarle el deseo de devolverla. Sin embargo, restituir un icono es incluso un negocio complicado cuando el dialogo ecuménico vive momentos difíciles.

 

En 1996, el icono estaba aun en la casa del Papa y el metropolita Kirill,  Patriarca de Moscú, entonces ministro de exteriores de la iglesia ortodoxa rusa, declaraba: «Me emociona pensar que el Papa tenga la venerada imagen en su capilla privada. Se que desearía restituirla. Hemos pensado juntos en esta posibilidad, pero hay que resolver antes muchos problemas.

 

Problemas, pues, y además muchos. Efectivamente, pasarán mas de diez años hasta que, en 2004, cuando Juan Pablo II tiene ya los meses contados el icono queme etapas: en cuestión de pocos días, en agosto de 2004 pasa de manosdle Papa a las del Patriarca de Moscu.

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