El Papa mariano sabía bien cuán
grande es la devoción de Rusia por la Madre de Dios. Y lo es al punto que puede
enorgullecerse de un texto literario de los siglos XI-XII, verdaderamente
único: «EL viaje de la Madre de Dios entre las penas del infierno». EL texto
narra el invencible amor de la Madre de Dios incluso por los condenados al infierno,
eternamente castigados pero también eternamente «hijos de su Hijo e hijos
suyos». No la deja en paz que sufran. Pide a Dios poderlos visitar para
llevarles su consuelo. Vuelve de su viaje al infierno y, llorando, reza asi.
«Ten piedad, Señor. HE visto sus penas y no las puedo soportar».
El Papa Wojtyla, restituyendo
la imagen de la Virgen de Kazán a la Iglesia ortodoxa rusa, sabía que con ello
tocaba dos puntos sensibles: el culto de Maria y el culto de los iconos. Uno de
estos iconos, quizás el más conocido, es el de la Madre de Dios o de Kazán. A
menudo, los iconos llevan el nombre de una ciudad, como si tuviesen una patria.
El de Kazán toma el nombre de la capital de Tatarstan, una de las 21 republicas
que forman Rusia.
Una copia del icono original
continúa la peregrinación, incluso en el extranjero. Apareció en Occidente,
sobre los años 20 del sigo pasado, paso de un propietario a otro, de un país a
otro: Inglaterra, Estados Unidos, Portugal. Y desde aquí, precisamente desde
Fátima, fue donada al “Papa de Fátima”.
Según el estudio de una
comisión mixta de expertos vaticanos y rusos, esta copia, en madera de tilo,
corresponde a la primera mitad del 1700. El hecho de ser revestida de una
preciosa cubierta (riza) es señal de haber sido objeto de gran veneración. Juan
Pablo II la recibió como un don, pero desde le primer momento tuvo el propósito
de restituirla. EN efecto, escribió enseguida al Patriarca de Moscú para
confiarle el deseo de devolverla. Sin embargo, restituir un icono es incluso un
negocio complicado cuando el dialogo ecuménico vive momentos difíciles.
En 1996, el icono estaba aun en
la casa del Papa y el metropolita Kirill, Patriarca de Moscú,
entonces ministro de exteriores de la iglesia ortodoxa rusa, declaraba: «Me
emociona pensar que el Papa tenga la venerada imagen en su capilla privada. Se
que desearía restituirla. Hemos pensado juntos en esta posibilidad, pero hay
que resolver antes muchos problemas.
Problemas, pues, y además
muchos. Efectivamente, pasarán mas de diez años hasta que, en 2004, cuando Juan
Pablo II tiene ya los meses contados el icono queme etapas: en cuestión de
pocos días, en agosto de 2004 pasa de manosdle Papa a las del Patriarca de
Moscu.
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