Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 19 de noviembre de 2024

Karol Wojtyla: su amada Cracovia (1 de 2)

 


Karol Wojtyła pasó 40 años de su vida en Cracovia. Por las calles de la ciudad caminaba de estudiante y de seminarista, de sacerdote, profesor, obispo y cardenal. Observaba el río Vístula, se detenía a escuchar el Heynal (son de la trompeta que se oye cada hora) de la Torre de la Basílica de Nuestra Señora, rezaba ante las tumbas de reyes y de poetas polacos.



Corría el año 1938 cuando comenzó a estudiar literatura en la Universidad Jagelloniana. 


En aquel tiempo vivía con su padre en un apartamento húmedo de la calle Tyniecka 10, vivienda que actualmente está a la espera de reformas incentivadas por el interés despertado por turistas y peregrinos que allí se detienen. En ese mismo periodo Karol frecuentaba el seminario clandestino y trabajaba en la cantera. Era el periodo en que Cracovia estaba bajo el régimen alemán.



Después, ya como sacerdote, Wojtyła comenzó su trabajo pastoral en Debniki, en la orilla opuesta del rio Vístula con respecto al centro de Cracovia, en la Parroquia de San Estanislao Kostka.  




Por eso cuando llego a Roma para estudiar, se encariñó tanto con la iglesia de San Andrés en el Quirinale, que guarda las reliquias del santo polaco, y le recordaba a su primera parroquia en Cracovia.

A dos pasos de Debniki, sobre el puente de Grunwald, se puede observar el panorama del Castillo de Wavel, residencia de los reyes polacos, y de la iglesia de Skalka, uno de los Santuarios Marianos más importantes de Polonia, donde fue asesinado uno de los primeros obispos polacos, San Estanislao Mártir (1079). Fue allí mismo, frente a su ataúd, donde rezó el joven sacerdote Wojtyla, el día de su ordenación sacerdotal. Y su Primera Misa la celebró en Wavel, en la cripta del siglo XVI dedicada a San Leonardo, el 2 de noviembre de 1946.


Otro lugar estrechamente ligado a la personal de Karol Wojtyła es la  Iglesia de San Florian,  donde le joven sacerdote desarrolla su primera tarea de pastoral académica. Fue un día, avanzada ya la tarde, cuando dos estudiantes se cruzaron en la calle con un joven sacerdote. Ya lo habían visto antes en la iglesia: venían buscando a alguien que guiara espiritualmente su grupo académico. Años más tarde habrían de escribir: “La Misa había terminado. Nosotros aún estábamos en el banco cuando lo vimos por primera vez. Había algo particular en su persona mientras recorría toda la iglesia. Caminaba de modo muy ligero, levemente inclinado hacia adelante, con un  mechón de cabellos que le caía sobre la frente.



Su rostro marcaba una extraña ausencia, como si estuviera ensimismado, pero al mismo tiempo viese todo a su alrededor. Esta figura contrastaba con la de otros sacerdotes de “reciente ordenación”. Ellos eran cuidadosos en su porte, sus cabellos alisados, hábito elegante y zapatos tan lustrados que suscitaban dudas: pero ¿es que con estos zapatos es posible acercarse a quien los necesita atravesando las calles sucias y llenas de barro?  En cambio el sacerdote que aminaba a lo largo de la iglesia llevaba puesto un hábito algo raído y calzaba un par de zapatos gastados. Fueron precisamente esos zapatos que nos revelaron del joven sacerdote mucho más de cuanto podría hacerlo una homilía cuidadosamente preparada….”

 

Aleksandra  Zapotoczny, Boletin Totus Tuus Nro 5, mayo 2007

viernes, 15 de noviembre de 2024

Karol Wojtyla visto desde el enigmático Vistula (Wisła)

 


(extraigo solo una pequeña parte del primer capitulo del libro de Rocco Buttiglione The thought of the man who became pope John Paul II (William Eerdmans Publishing Co. (El pensamiento de Karol Wojtyla, Encuentro, Madrid 1992) Desconozco la “historia” de este libro, pero tambien ésta parece interesante. Esta version lleva una introducción de Michael Novak de 1996 y un prefacio de Buttiglione mismo fechado 16 de octubre de 1978 donde en tres páginas brinda valiosísima información y bibliografía para seguir investigando. Mi texto está traducido del inglés)

“Stanislaw Grygiel fue amigo y estrecho colaborador de Karol Wojtyla desde que Wojtyla era profesor universitario y arzobispo de Cracovia. Grygiel escribió un libro titulado “Hombre visto desde el Vistula”. Quizás no fuese un muy buen titulo, pero es de profundo significado. No se es visto igual cuando se es visto desde el extremo de Europa occidental o desde los territorios que se extienden a lo largo del Vistula, en las grandes planicies delimitadas por el Oder, el Mar Báltico, y las montañas Tatra, limitando por el este con las repúblicas bálticas, Belarus, y Ucrania.   Grygiel me dijo en una oportunidad que el río Vistula separa y a la vez – paradójicamente - une el este con el oeste.

Aunque a veces pensemos distinto, Polonia pertenece a Europa Occidental: cuando nació la identidad nacional Polonia eligió la iglesia católica y la liturgia latina. Pagó cara esta elección pero nunca titubeó. Por otro lado, esta ubicada en el borde del Este y comparte con éste la herencia étnica y la lingüística eslava.. Precisamente debido a su ubicación el pueblo de Polonia habla el lenguaje de dos mundos espirituales, uniéndolos. La geografía misma de Polonia le permite una catolicidad particular – una apertura a la universalidad a la cual puede permanecer fiel solamente profundizando, antes que negando, su elección romana. Mirada “desde el Vistula” se levante ante nosotros una idea totalmente diferente de Oeste y del Este, con sus diferencias y sus uniones, sus significados peculiares y destinos comunes..



Hay una manera particular de considerar la historia mundial que surge de la experiencia especifica de la nacion polaca y su cultura, profundamente arraigada en la mente y el pensamiento de Karol Wojtyla. En su caso, no es un mero estado de ánimo sino un profundo y concienzudo análisis, a veces explícitamente expresado, siempre acompañando, como premisa implícita su propio enfoque a los mas diversos temas éticos, religiosos, teológicos y filosóficos. ..

Un aspecto del carácter tan distintivo de su pensamiento puede captarse en la manera que Juan Pablo II mencionara en varias oportunidades, especialmente durante su viaje a Polonia, el significado providencial de su elección como papa polaco en las vísperas de concluirse el segundo milenio de evangelización. En su homilía para la Misa celebrada en la Plaza de la Victoria en Varsovia fue explícito:

Mi peregrinación a la patria, en el año en que la Iglesia en Polonia celebra el IX centenario de la muerte de San Estanislao, ¿no es quizá un signo concreto de nuestra peregrinación polaca a través de la historia de la Iglesia: no sólo a través de los caminos de nuestra patria, sino también a través de los de Europa y del mundo? Dejo ahora aparte mi persona, pero no obstante debo junto con todos vosotros hacerme la pregunta sobre el motivo por el cual precisamente en el año 1978 (después de tantos siglos de una tradición muy estable en este campo) ha sido llamado a la Cátedra de San Pedro un hijo de la nación polaca, de la tierra polaca. De Pedro, como de los demás Apóstoles, Cristo exigía que fueran sus "testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta el extremo de la tierra" (Act 1. 8). Con referencia, pues, a estas palabras de Cristo, ¿no tenemos quizá el derecho de pensar que Polonia ha llegado a ser, en nuestros tiempos, tierra de un testimonio especialmente responsable? ¿Que precisamente de aquí —de Varsovia y también de Gniezno, de Jasna Góra, de Cracovia, de todo este itinerario histórico que tantas veces he recorrido en mi vida, y que en estos días aprovecho la ocasión para recorrerlo de nuevo— hay que anunciar a Cristo con gran humildad, pero también con convicción? ¿Que precisamente es necesario venir aquí, a esta tierra, siguiendo este itinerario, para captar de nuevo el testimonio de su cruz y de su resurrección? Pero, si aceptamos todo lo que en este momento me he atrevido a afirmar, ¡qué grandes deberes y obligaciones nacen de ello! ¿Seremos capaces?”


miércoles, 13 de noviembre de 2024

Bernard Lecomte: Historia de Karol – el profesor universitario (2 de 2)

 


En los primeros tiempos viaja de noche cada dos semanas y a a las 5 de la mañana se baja en la estacón de Lublin. En esa época llevaba ocho horas recorrer los trescientos cuarenta kilómetros entre las dos ciudades. El viaje menos incómodo es de noche en coche-cama […]  ¿Por qué habrían, pues, de asombrarse si el profesor Wojtyla, habiendo dormido pocas horas, se cae de sueño durante la lección de metafísica? Tanto más que Karol, un «enamorado de Dios» no aprovecha las largas pausas para descansar en compañía de sus colegas, charlando tranquilamente ante una taza de té, sino que se le ve a menudo intentando orar en la capilla o leyendo el breviario. El éxito universitario, que a muchos eclesiásticos se les sube a la cabeza, no aleja al futuro Papa de lo esencial. A una ex discípula encargada al término del año académico de entregarle un ramo de tulipanes en agradecimiento de parte de todos los estudiantes, el profesor Wojtyla, conmovido, le pide gentilmente que le lleve las flores a la Virgen.

En la primavera de 1955, los estudiantes de la KUL se quedan estupefactos cuando el profesor Wojtyla les propone un retiro de dos días en el Monte Pewla, cercano a Zywiec, en las montañas de Tatra, en vez de la acostumbrada celebración de fin de año en la capilla de la universidad La mayor parte de aquellos jóvenes no olvidará jamás el comentario sobre la encíclica MysticiCorporis Christi realizado en plena naturaleza, bajo el cielo estrellado de los Cárpatos […]



Después en 1957, irá a hospedarse a otro convento, el de las ursulinas “negras” en el centro de la ciudad nueva. Un arco, una puerta escondida, una escalera de madera de encina que lleva al largo pasillo del primer piso con aroma a cera. En el pasillo, el padre Wojtyla, apenas llegado de la estación de Lublin, hace el Vía Crucis con las religiosas. Siempre encuentra tiempo para rezarle a la Virgen de Czestochowa en una capilla contigua, antes de encerrarse a trabajar en una habitación que mira sobre el claustro antiguo. […] Los meses de invierno – esquíes a la espalda y breviario en el bolsillo – parte al ataque de los montes preferidos. […] Al retornar la bella estación, guarda los esquíes y se concede otras diversiones. En mayo, con la mochila a sus espaldas, trepa por los senderos de Turbazac, una de sus metas preferidas. Y entre el 15 de julio y el 1 de agosto, con un grupo de veintidós jóvenes entusiastas, baja a kayak la Czarda Woda y cruza el lago Wieprznickei […] en su mochila, con su tienda, lleva una pila de libros para discutir durante los descansos […]

Entre una y otra hazaña deportiva, el profesor Wojtyla imparte lecciones en la KUL, donde sus compromisos van en aumento. En primer lugar, participa en un mayor número de seminarios y multiplica las conferencias: presenta dos conferencias ante la sociedad científica de la KUL. Una sobre «Dos concepciones de la libertad» (en abril) y otra sobre «Los fundamentos del perfeccionismo ético» (en octubre); en el Instituto de Cultura religiosa superior (IWKR) tiene una conferencia sobre «La ética del matrimonio». Al reabrirse el año académico se le asigna también la misión de enseñar teología moral. Y cuando el profesor Bednarski parte para Roma, deposita en su pupilo la responsabilidad de todos los departamentos. A partir de aquel momento Wojtyla deberá cumplir con ocho horas semanas de clases y seminarios.[..]

Uno de sus estudiantes, el entonces seminarista Romuald Walder, recuerda que Wojtyla llegaba al seminario, al número 3 de la calle Mickiewicz, vestido de manera poco usual a la de los tradicionalmente bien vestidos profesores de Cracovia y en lugar de un sombrero negro llevaba su gorra de cuero, que había llamado la atención de las religiosas ursulinas de Lublin, y sobre una sotana gastada, llevaba siempre la misma chaqueta de paño grueso. «Cuando entraba en el aula, dejaba el abrigo sobre la silla y todos podíamos ver que sus ropas eran bastante más modestas que las de la mayor parte de los estudiantes».

Estudiantes, seminaristas, y jóvenes en general; el padre Wojtyla experimenta enorme satisfacción en escuchar, formar, reunir a adolescentes, chicos y chicas, que son para él una fuente de gozo y una razón de vida.

 

Bernard Lecomte, Giovanni Paolo II

 

  


 

Bernard Lecomte: Historia de Karol – el profesor universitario (1 de 2)

 


A principios del verano de 1953, cuando el “Tygodnik” fue cerrado repentinamente, Karol está por finalizar la tesis de doctorado sobre Max Scheler y busca relatores en vista de la defensa. Es una etapa importante al inicio de una carrera universitaria, y para el ex alumno del instituto de Wadowice aquella formalidad intelectual y administrativa es una consagración […] Precisamente, a fines del mismo año 1953, desde Moscú a Varsovia, los sucesores de Stalin se disputaban crudamente su herencia política, y la situación era peligrosamente tensa en toda Europa oriental. […]

En Cracovia, las autoridades atacan al instituto más antiguo de la Universidad, la “pontificia” facultad de teología, fundada en 1397, que, tal como su nombre indica, depende directamente del Papa. Las jerarquías comunistas de Varsovia habían asumido como propia la célebre y despreciable ocurrencia de Stalin: «¿Cuántas divisiones tiene el Papa?» La venerable facultad es clausurada de repente en octubre de 1954. Un evento histórico: la reválida de la habilitación de Karol Wojtyla es el último acto oficial de la facultad de teología de la Jagellonica, previo a su clausura […].



En 1954, los comunistas también apuntan a la prestigiosa universidad católica de Lublin (KUL): arrestan al rector, suspenden a algunos profesores, amenazan a los estudiantes, cierran la Facultad de Derecho.  Un artilugio administrativo – el recurso al antiguo estatuto de la pre-guerra, que sigue vigente – permite al cuerpo docente crear in extremis la facultad de filosofía […]. El futuro Papa será designado “profesor adjunto” y deberá garantizar tres horas de lecciones por semana, pagas con vacaciones, en el departamento de ética y filosofía bajo la dirección del profesor Bednarski. […]. La KUL es un lugar único, una excepción, una especie de milagro en esa postguerra tan atormentada. [.] Fundada en 1918, la institución goza de excelente reputación. En los años cincuenta, el profesor Wojtyla enseña en el aula 33, llena hasta rebosar de estudiantes de otras facultades, alineados en filas apretadas  a lo largo de las paredes. Terminada la lección, baja al primer piso, en las pequeñas aulas de filosofía con montones de libros, donde los graduados preparaban sus tesis. El profesor Wojtyla no da las clases sentado, leyendo ex cátedra los mismos apuntes año tras año, sino que se pasea sobre la tarima de la cátedra, con la cabeza gacha y los brazos  a la espalda, sin consultar apuntes. Tiene la costumbre de repetir las mismas coas de diversas maneras, desde varias perspectivas, reiterando los argumentos más importantes y haciendo, cada poco una síntesis para estar seguro que el mensaje ha sido entendido. […]

 

Bernard Lecomte, Giovanni Paolo II  (publicado en Totus Tuus Nr3, marzo 2007)


martes, 12 de noviembre de 2024

Todo hombre es aquel “hijo pródigo”

 


«Un hombre tenía dos hijos. El más joven dijo al padre: "Padre, dame la parte de herencia que me corresponde", dice Jesús poniendo al vivo la dramática vicisitud de aquel joven: la azarosa marcha de la casa paterna, el despilfarro de todos sus bienes llevando una vida disoluta y vacía, los tenebrosos días de la lejanía y del hambre, pero más aún, de la dignidad perdida, de la humillación y la vergüenza y, finalmente, la nostalgia de la propia casa, la valentía del retorno, la acogida del Padre. Este, ciertamente no había olvidado al hijo, es más, había conservado intacto su afecto y estima. Siempre lo había esperado y ahora lo abraza mientras hace comenzar la gran fiesta por el regreso de «aquel que había muerto y ha resucitado, se había perdido y ha sido encontrado».

El hombre —todo hombre— es este hijo pródigo: hechizado por la tentación de separarse del Padre para vivir independientemente la propia existencia; caído en la tentación; desilusionado por el vacío que, como espejismo, lo había fascinado; solo, deshonrado, explotado mientras buscaba construirse un mundo todo para sí; atormentado incluso desde el fondo de la propia miseria por el deseo de volver a la comunión con el Padre. Como el padre de la parábola, Dios anhela el regreso del hijo, lo abraza a su llegada y adereza la mesa para el banquete del nuevo encuentro, con el que se festeja la reconciliación.

Lo que más destaca en la parábola es la acogida festiva y amorosa del padre al hijo que regresa: signo de la misericordia de Dios, siempre dispuesto a perdonar. En una palabra: la reconciliación es principalmente un don del Padre celestial.

Pero la parábola pone en escena también al hermano mayor que rechaza su puesto en el banquete. Este reprocha al hermano más joven sus descarríos y al padre la acogida dispensada al hijo pródigo mientras que a él, sobrio y trabajador, fiel al padre y a la casa, nunca se le ha permitido —dice— celebrar una fiesta con los amigos. Señal de que no ha entendido la bondad del padre. Hasta que este hermano, demasiado seguro de sí mismo y de sus propios méritos, celoso y displicente, lleno de amargura y de rabia, no se convierta y no se reconcilie con el padre y con el hermano, el banquete no será aún en plenitud la fiesta del encuentro y del hallazgo.

El hombre —todo hombre— es también este hermano mayor. El egoísmo lo hace ser celoso, le endurece el corazón, lo ciega y lo hace cerrarse a los demás y a Dios. La benignidad y la misericordia del Padre lo irritan y lo enojan; la felicidad por el hermano hallado tiene para él un sabor amargo[21]. También bajo este aspecto él tiene necesidad de convertirse para reconciliarse.

La parábola del hijo pródigo es, ante todo, la inefable historia del gran amor de un padre —Dios— que ofrece al hijo que vuelve a Él el don de la reconciliación plena. Pero dicha historia, al evocar en la figura del hermano mayor el egoísmo que divide a los hermanos entre sí, se convierte también en la historia de la familia humana: señala nuestra situación e indica la vía a seguir.”

 (San Juan Pablo II de la Exhortación apostólicaReconciliatio et Paenitentia, 5-6) 

El sacramento de la reconciliación (del Compendio del catecismo de la Iglesia Católica)

 


297. ¿Por qué hay un sacramento de la Reconciliación después del Bautismo?

1425-1426
1484

Puesto que la vida nueva de la gracia, recibida en el Bautismo, no suprimió la debilidad de la naturaleza humana ni la inclinación al pecado (esto es, la concupiscencia), Cristo instituyó este sacramento para la conversión de los bautizados que se han alejado de Él por el pecado.

298. ¿Cuándo fue instituido este sacramento?

1485

(…)

El Señor resucitado instituyó este sacramento cuando la tarde de Pascua se mostró a sus Apóstoles y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos» (Jn 20, 22-23).

– 302. ¿Cuáles son los elementos esenciales del sacramento de la Reconciliación?

1440-1449

Los elementos esenciales del sacramento de la Reconciliación son dos: los actos que lleva a cabo el hombre, que se convierte bajo la acción del Espíritu Santo, y la absolución del sacerdote, que concede el perdón en nombre de Cristo y establece el modo de la satisfacción.

303. ¿Cuáles son los actos propios del penitente?

1450-1460
1487-1492

Los actos propios del penitente son los siguientes: un diligente examen de concienciala contrición (o arrepentimiento), que es perfecta cuando está motivada por el amor a Dios, imperfecta cuando se funda en otros motivos, e incluye el propósito de no volver a pecar; la confesión, que consiste en la acusación de los pecados hecha delante del sacerdote; la satisfacción, es decir, el cumplimiento de ciertos actos de penitencia, que el propio confesor impone al penitente para reparar el daño causado por el pecado.

304. ¿Qué pecados deben confesarse?

1456

Se deben confesar todos los pecados graves aún no confesados que se recuerdan después de un diligente examen de conciencia. La confesión de los pecados graves es el único modo ordinario de obtener el perdón.

(…)

307. ¿Quién es el ministro del sacramento de la Reconciliación?

1461-1466
1495

Cristo confió el ministerio de la reconciliación a sus Apóstoles, a los obispos, sucesores de los Apóstoles, y a los presbíteros, colaboradores de los obispos, los cuales se convierten, por tanto, en instrumentos de la misericordia y de la justicia de Dios. Ellos ejercen el poder de perdonar los pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

(…)

310. ¿Cuáles son los efectos de este sacramento?

1468-1470
1496

Los efectos del sacramento de la Penitencia son: la reconciliación con Dios y, por tanto, el perdón de los pecados; la reconciliación con la Iglesia; la recuperación del estado de gracia, si se había perdido; la remisión de la pena eterna merecida a causa de los pecados mortales y, al menos en parte, de las penas temporales que son consecuencia del pecado; la paz y la serenidad de conciencia y el consuelo del espíritu; el aumento de la fuerza espiritual para el combate cristiano.

 (del Compendio del catecismo de la Iglesia Católica)

 

El sentido de la ofensa a Dios y el don de la reconciliación

 


Para comprender el don de la reconciliación hace falta una atenta reflexión sobre los modos para suscitar la conversión y la penitencia en el corazón del hombre (cf. Reconciliatio et paenitentia, 23). Aunque abundan las manifestaciones del pecado ―codicia y corrupción, relaciones rotas por la traición y explotación de personas―, el reconocimiento de la pecaminosidad individual ha disminuido. Como consecuencia de este debilitamiento del reconocimiento del pecado, con la correspondiente atenuación de la necesidad de buscar el perdón, se produce en definitiva un debilitamiento de nuestra relación con Dios (cf. Homilía durante la celebración ecuménica de Vísperas, Ratisbona, 12 de septiembre de 2006).

No es de extrañar que este fenómeno esté particularmente acentuado en sociedades marcadas por una ideología post-iluminista. Cuando Dios es excluido de la esfera pública, desaparece el sentido de la ofensa contra Dios ―el verdadero sentido del pecado―; y precisamente cuando se relativiza el valor absoluto de las normas morales, las categorías de bien o mal se difuminan, juntamente con la responsabilidad individual.

Sin embargo, la necesidad humana de reconocer  y afrontar el pecado de hecho no desaparece jamás, por mucho que  una  persona, como el hermano mayor, pueda racionalizar lo contrario. Como nos dice san Juan:  "Si decimos:  "No tenemos pecado", nos engañamos" (1 Jn 1, 8). Es parte integrante de la verdad sobre la persona humana. Cuando se olvidan la necesidad de buscar el perdón y la disposición a perdonar, en su lugar surge una inquietante cultura de reproches y altercados. Sin embargo, este horrible fenómeno se puede eliminar. Siguiendo la luz de la verdad salvífica de Cristo, hay que decir como el padre:  "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo", y debemos alegrarnos "porque este hermano tuyo... estaba perdido, y ha sido hallado" (Lc 15, 31-32).

(del discurso del PapaBenedicto XVI al cuarto grupo de obispos de Canadá en visita “Ad limina” 9 deoctubre de 2006)