En la cuarta Audiencia del 6 de agosto de 1986 , el Papa Juan Pablo II nos recuerda que en las catequesis anteriores veíamos “como la Iglesia, iluminada por la luz que proviene de la Sagrada Escritura, ha profesado a lo largo de los siglos la verdad sobre la existencia de los ángeles como seres puramente espirituales, creados por Dios. Lo ha hecho desde el comienzo con el Símbolo niceno-constantinopolitano y lo ha confirmado en el Concilio Lateranense IV (1215), cuya formulación ha tomado el Concilio Vaticano I en el contexto de la doctrina sobre la creación (Constitución De Fide Catholica., DS 3002). “Dios creó desde el principio ambas realidades: la espiritual y la corporal, el mundo terreno y el angélico.” “Los ángeles no tienen "cuerpo" (si bien en determinadas circunstancias se manifiestan bajo formas visibles a causa de su misión en favor de los hombres)”
“La sagrada Escritura se refiere a los ángeles utilizando también apelativos no sólo personales (como los nombres propios de Rafael, Gabriel, Miguel), sino también "colectivos" (como las calificaciones de: Serafines, Querubines, Tronos, Potestades, Dominaciones, Principados), así como realiza una distinción entre Ángeles y Arcángeles.
(…)
Los autores antiguos y la misma liturgia hablan también de
los coros angélicos (nueve, según Dionisio el Areopagita). La
teología, especialmente la patrística y medieval, no ha rechazado estas
representaciones tratando en cambio de darles una explicación doctrinal y
mística, pero sin atribuirles un valor absoluto.
Santo Tomás ha preferido profundizar las investigaciones
sobre la condición ontológica, sobre la actividad cognoscitiva y volitiva y
sobre la elevación espiritual de estas criaturas puramente espirituales, tanto
por su dignidad en la escala de los seres, como porque en ellos podía
profundizar mejor las capacidades y actividades propias del espíritu
en el estado puro, sacando de ello no poca luz para iluminar los problemas de
fondo que desde siempre agitan y estimulan el pensamiento humano: el
conocimiento, el amor, la libertad, la docilidad a Dios, la consecución de su
reino.”
(…)
“Entre los libros del Nuevo Testamento, los Hechos de los Apóstoles nos hacen conocer especialmente algunos episodios que testimonian la solicitud de los ángeles por el hombre y su salvación. Así, cuando el ángel de Dios libera a los Apóstoles de la prisión (cf. Act 5, 18-20), y ante todo a Pedro, que estaba amenazado de muerte por la mano de Herodes (cf. Act 12, 5-10). O cuando guía la actividad de Pedro respecto al centurión Cornelio, el primer pagano convertido (Act 10, 3-8; 11, 12-13), y análogamente la actividad del diácono Felipe en el camino de Jerusalén a Gaza (Act 8, 26-29).
“Finalmente es oportuno notar - nos aclara el Papa - que la Iglesia honra con culto litúrgico a tres figuras de ángeles, que en la Sagrada Escritura se les llama con un nombre. El primero es Miguel Arcángel (cf. Dan 10, 13.20; Ap 12, 7; Jdt. 9). Su nombre expresa sintéticamente la actitud esencial de los espíritus buenos: "Mica-El" significa, en efecto: "¿quien como Dios?". En este nombre se halla expresada, pues, la elección salvífica gracias a la cual los ángeles "ven la faz del Padre" que está en los cielos. El segundo es Gabriel: figura vinculada sobre todo al misterio de la Encarnación del Hijo de Dios (cf. Lc 1, 19. 26). Su nombre significa: "Mi poder es Dios" o "Poder de Dios", como para decir que en el culmen de la creación, la Encarnación es el signo supremo del Padre omnipotente. Finalmente el tercer arcángel se llama Rafael. "Rafa-El" significa: "Dios cura", El se ha hecho conocer por la historia de Tobías en el antiguo Testamento (cf. Tob 12, 15. 20, etc.), tan significativa en el hecho de confiar a los ángeles los pequeños hijos de Dios, siempre necesitados de custodia, cuidado y protección.”
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