Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

miércoles, 9 de julio de 2025

“Consuélate, no me buscarías si no me hubieras encontrado”

 

 “El hombre es un ser que busca. Toda su historia lo confirma. También la vida de cada uno de nosotros lo atestigua. Muchos son los campos en que el hombre busca e investiga y luego encuentra, y a veces, después de haber encontrado, comienza de nuevo a buscar. Entre todos estos campos en que el hombre se revela como un ser que busca, hay uno, el más profundo. Es el que entra más íntimamente en la humanidad misma del ser humano. Y es el más vinculado al sentido de toda la vida humana.

El hombre es el ser que busca a Dios.

Varios son los senderos de esta búsqueda. Múltiples son las historias del alma
humana precisamente en esos caminos. A veces las vías parecen muy sencillas y próximas. Otras veces son difíciles, complicadas, alejadas. Unas veces el hombre llega fácilmente a su “¡eureka!”, ¡he encontrado! Otras veces lucha con dificultades como si no pudiera penetrar en sí mismo ni en el mundo y, sobre todo, como si no pudiese comprender el mal que hay en el mundo. (...)

 No son pocos los hombres que han descrito su búsqueda de Dios por los caminos de la propia vida. Son aún más numerosos los que callan considerando como su misterio más profundo y más íntimo todo lo que han vivido en esos caminos: lo que han experimentado, cómo han buscado, cómo han perdido la orientación y cómo la han encontrado de nuevo.

El hombre es el ser que busca a Dios.

Y hasta después de haberlo encontrado, sigue buscándolo. Y si lo busca sinceramente, lo ha encontrado ya; como dice Jesús al hombre en un célebre paso de Pascal: “Consuélate, no me buscarías si no me hubieras encontrado” (B. Pascal, Pensées, 553: Le mystère de Jésus).

Esta es la verdad sobre el hombre. No se la puede falsificar. Tampoco se la puede destruir. Se la debe dejar al hombre, porque lo define.

  

lunes, 7 de julio de 2025

Iconografía: un camino de santidad (2 de 2)

 


¿Otros secretos del oficio de iconógrafo?

El icono consume. Como cuando se estudia, se tiene hambre, tienes necesidad de ir a la cocina a a tomar algo, a comer. Recuerdo que durante mis estudios  de iconografía, el maestro en determinados momentos desaparecía, y yo pensaba que había ido a la habitación a orar. Y sin embargo iba a la cocina, se preparaba una infusión, chocolate, te y después volvía con biscochos.  Las personas más rigidas quedaban perplejas, pero el maestro respondia: “El icono consume, tienen necesidad de algo dulce, vengan a recuperarse, esta es la ternura de Dios.”

 

¿Como se lleva a cabo la selección del tema? ¿El icono puede representar un estado de ánimo del iconógrafo?

El estado de ánimo forma parte. Claro, hay periodos en los cuales el estado de ánimo está inquieto y me doy cuenta que tengo más necesidad e oración, de confesión.  Te sientes apesadumbrado  por cosas de la vida que derivan de la incapacidad de abandonarte; en estos momentos es mejor no trabajar. La selección del tema nunca depende del iconógrafo.  Al inicio del recorrido la selección puede parecer nuestra, sientes que quieres hacer un tipo de icono; en realidad es el momento en el que, precisamente a través de la escritura de aquel icono, Cristo te hace sentir la necesidad de Él, de su rostro. Comienza un diálogo, una sinergia con Dios. El se sirve de tu obra, y de ahí que el iconografo exprese el concepto del “siervo inútil”, Hay momentos en los cuales siento el peso de tener que ponerme a trabajar. La Deesis, or ejemplo,la he estado escribiendo durante dos años y medio. Por eso cuando la veo en la iglesia pienso cuantas personas habrán orado ante aquel icono.  ¿Sabemos el valor que puede tener mi cansancio? EL Señor se ha servido de aquella obra, ¿Por qué? La inutilidad no está en aquello que haces. Hay un momento en el que sientes el peso de la servidumbre pero después aquel peso no lo sentirás más pues el Señor te lo quita. Este es el servicio gratuito dado a la Iglesia.  No quiero entrar en comparaciones con el Papa Wojtyla, pero quien sabe cuántas veces habrá sentido aquel peso. No quería hacer ciertas cosas y las hacia, las llevaba a término, para finalizada la tarea, presentarlas como sobre una bandeja de plata al Señor. Esta es la inutilidad: “He terminado mi trabajo, ahora es Tuyo, Señor”.

 

Juan Pablo II hablando de la templanza, invitaba a la belleza interior a la cual se llega por medio de la humildad. ¿Podemos encontrar esta virtud también en la icnografía?

En la vida existen momentos en los cuales uno es más humilde, más moderado, momentos en los cuales percibes mejor la belleza, pero también momentos de introversión, porque te aceptas menos. Afortunadamente para nosotros el Señor no lleva una agenda donde escribe nuestras faltas, no se reserva un rostro severo sino amoroso, valorando nuestra vida en su integridad.  La templanza es una virtud del hombre: la percibes, la vives, se manifiesta, pero no es algo que se pueda expresar con imágenes: en el momento en el que la expreso con imágenes, es una verdad que va explicada y entramos en el plano alegórico, no simbólico. La templanza en el icono se podría comparar con la armonía de colores. En la física la introducción de la luz produce un determinado color. Si este concepto lo transportamos a un nivel espiritual se asume que la luz es Cristo y cada uno de nosotros, absorbiendo la luz puede ser considerado un color. El mío será azul, el tuyo amarillo: todos somos luces de Cristo, y formamos parte del arco iris.

 

Hoy la gente está en continua búsqueda de espiritualidad. ¿Podemos hablar de un redescubrimiento del icono?

Durante mis cursos el aula está en continua búsqueda: el sentido de lo sagrado es fuerte. Cuando ocurre que el hombre se aleja de Dios, en un determinado momento retorna al Padre, El Padre Florenski comparaba el icono con la ventana. Si estoy en una habitación oscura, mis ojos terminan por ver también en la oscuridad porque se acostumbran. Pero de pronto se abre una ventana y entra un haz de luz, no solo veo mi habitación ahora completamente distinta, sino que percibo los colores que antes no lograba distinguir: veo una cantidad de pormenores, también las sombras. Apenas entra la luz de Dios comienzo a conocerlo y a distinguir la sombra de mi vida, de mis limites. Me resguardo a la  luz de Cristo y ya no podría vivir sin ella. Nadie que se haya encontrado con Cristo puede ya volver a cerrar la ventana.

(Aleksandra Zapotoczny y Michele Smits para TotusTuus, Boletin mensual de la Postulacion de la Causa de Beatificación y Canonización de Juan Pablo II, Nros 7-8 Julio/Agosto 2008.)

 

 En este enlace el libro completo del Padre Alfredo Sáenz: EL ICONO El esplendor de lo sagrado (en varios formatos)

Iconografía: un camino de santidad (1 de 2)

 



«Cuando escribo un icono no me doy cuenta del paso del tiempo. Entro en aislamiento, en un aislamiento del corazón. En estos momentos no estoy en el krònos sino en el kairòs, tiempo de Dios, uno de los grandes dones de la iconografía. Y el icono lo escribo en mi “habitación de los iconos”, una habitación de mi casa, que es la habitación de mi vida.»  

Quien habla es la profesora Luciana Siotto, iconógrafa desde los quince años, discípula del padre Egon Sendler. Se despertó en ella la pasión por Rusia cuando su padre la llevaba a ver iglesias orientales, y sus primeras lecturas fueron precisamente libros rusos. Durante los años de universidad se interesó por el existencialismo ruso y en estos estudios también se gradu0o. Después frecuentó cursos  de teología y liturgia oriental.

En los años 90 contrajo una enfermedad grave que la obligó a permanecer recluida en su casa durante seis años. La iconografía le ha devuelto la vida. «Escribir iconos – dice la profesora – es también un camino terapéutico para la persona, porque se está en permanente contacto con la belleza, al nivel de la sabiduría divina y de la paz. Cada cosa tiene un significado espiritual, hasta el esfuerzo en preparar la tabla, que debe ser  blanca, lisa, sobre la que el rostro de Dios pueda revelar su ternura, semejante a la confesión, a la reconciliación.»  Para Luciana Siotto los iconos se “escriben”, no se pintan. El icono es la imagen visible del Dios invisible, es un patrimonio religioso, litúrgico, espiritual, pero este patrimonio – explica - , es necesario aprender a leerlo.   «Cuando existe todo un proceso de desacralización de la vida, se pierde la capacidad de lectura d elo sagrado, a través de las imágenes. Estoy haciendo esta obra de recuperación,. Aquellos que tienen la fortuna de recuperar lo sagrado a trvés de la vida de Dios, sacian nuevamente su sed en esta fuente.»

Es necesario tener vocación o basta el talento para escribir iconos?

La formación del iconógrafo es una formación espiritual.  Si el señor te ha dotado de talento, resultará un icono bello, si en cambio no tienes talento, resultara un icono bueno o tan solo un icono.  Si el Señor te da ambas cosas, serás un iconógrafo de alto nivel. Si no se recorre un camino de espiritualidad no es posible ser buen iconógrafo. La  belleza del icono se manifiesta cuando en ese está la bondad de Dios y la verdad, muy importante porque también es parte del esfuerzo del iconógrafo. El icono, en otras palabras, es algo muy distinto del arte sagrado. Los cursos breves o semanales de iconografía echan por tierra en gran parte el significado del icono; no se entra en una trayectoria  de iconografía seria porque el tiempo es demasiado limitado. El icono está ligado a cánones expresivos, que son cánones simbólicos. El nivel narrativo y alegórico caen fuera del icono, ahí solo está presente el nivel simbólico que se da a conocer. La iconografía debe ser estudiada durante años y acompañada por un adecuado recorrido espiritual.

Como se evidencia la maduración del iconógrafo?

Durante su formación los discípulos descubren la necesidad de ser humildes dentro del grupo, de aceptar al más apto: las situaciones hacen verte como eres, te asaltan los demonios de los celos y de la envidia. Y todo esto es purificación.  En otras palabras, la icnografía es un camino de santidad.  En una ocasión preparé un color esplendido, bellísimo, perfecto, me apresuré a presentárselo al maestro quien, sin embargo, me ordenó tirar todo. Me lo dijo delante de todos, y er ala única que debía repetir el ejercicio desde cero: me dejo muy mal. De todas maneras tire todo, limpie la paleta, arme nuevamente los colores y me dirigí otra vez al maestro. Esta vez me dijo: “Buenísimo, perfecto”. Maestro – le respondí – pero este es igual al anterior, ¿Por qué me lo ha hecho tirar antes?, y él me respondió: “Quería saber si obedecías”.

Antes de comenzar a escribir un icono el iconógrafo recita una oración…

La oración debe ser la oración de una vida. Es necesario entrar en un espacio de oración. Entonces puedo sentarme y olvidarme de haber recitado la oración inicial, porque estoy en una vida de oración. Se reza una oración antes de comenzar cada obra, que vale para todo el recorrido, y es un recorrido que puede durar mese so años, depende del icono a realizar. Ser cita una oración en la que se le pide la Señor que esa obra sea Suya y para El, y no de la persona que la está haciendo. Se pide al Señor acompañar los gesto sy el corazón.  Se le pide también dejar de lado cualquier error y que el iconógrafo pueda verlo siempre para no dejarse ganar por la soberbia. En el icono siempre se comete algún error lo cual no deja de ser una suerte porque estamos en el ámbito de la sinergia entre la revelación de Dios y el miserere del hombre. El hombre siempre toma conciencia que todo proviene de Dios, cuando se enfrenta con sus propios límites. La oración se recibe del maestro iconógrafo, que la da a los discípulos y yo también se la transmito a mis discípulos.

(En este enlace el libro completo del Padre Alfredo Sáenz: EL ICONO El esplendor de lo sagrado -en varios formatos-)


viernes, 4 de julio de 2025

Candido Pozo: Comentarios a las audiencias de Juan Pablo II sobre cielo, purgatorio, infierno

 




En septiembre de 1999 Alfa y Omega entrevisto al Padre jesuita Cándido Pozo (fallecido en 2011) profesor de Teologia y  autor de numerosos artículos y libros,  traducidos a varios idiomas, para pedirle sus puntos de vista con respecto a las Audiencias de Juan Pablo II sobre cielo, purgatorio, infierno y las perplejidades presentadas ante estas catequesis.

¿Hay elementos en la doctrina de Juan Pablo II sobre cielo, infierno y purgatorio que expliquen el impacto que ha producido en la opinión pública?
Supongo que el tema que más ha llamado la atención en no pocos ambientes ha sido la afirmación de que estas realidades no son un lugar, sino un estado. Pero confieso que me ha sorprendido tanta perplejidad ante una afirmación que no es precisamente nueva. Es lo que se venía enseñando en teología, con plena unanimidad, desde hace muchísimo tiempo. Ya san Agustín escribió: Sea Dios mismo, después de esta vida, nuestro sitio. Hans Urs von Balthasar comentaba espléndidamente la frase agustiniana: Dios es la «realidad última» de la creatura. Como alcanzado es cielo; como perdido, infierno; como examinante, juicio; como purificante, purgatorio. El primer tratado que se escribió en la Iglesia sobre las realidades últimas, lo hizo, en España, el año 688, san Julián de Toledo, después de una conversación en Toledo con Idalio, obispo de Barcelona, que se había desplazado a la capital del reino visigodo con ocasión del XV Concilio de Toledo. Es curioso que san Julián insista en que se evite el fundamentalismo en la manera de concebir las realidades posteriores a la muerte. Él sabe que infierno significa etimológicamente lo que está debajo; pero advertirá que no se tome la expresión al pie de la letra como localización del infierno. Lo bajo en un sentido espiritual es lo triste: de la misma manera que en lo corporal lo pesado va abajo, así lo que apesadumbra el alma, lo deprimente, lo triste, es lo que espiritualmente se considera abajo. Para san Julián de Toledo el fuego del purgatorio no es material, sino una metáfora para expresar el sufrimiento del alma que se purifica. Tampoco el valle de Josafat es una denominación geográfica, ya que Josafat significa el juicio del Señor. Lo que llama la atención es el talante contrario a una mentalidad fundamentalista que sería la que verdaderamente crea dificultades: ¿Se ha pensado en serio la impresión de aglomeración de un cielo concebido como lugar para todas las generaciones que han existido desde la creación del hombre? El alma que sobrevive al hombre, es una realidad espiritual (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 14; Pablo VI, Profesión de fe, 8).

Algunos han creído poder descubrir en la catequesis de Juan Pablo II sobre el infierno una especie de atenuación de los sufrimientos que se atribuían a la condenación, como también una cierta tendencia favorable a un infierno vacío.
En cuanto a la atenuación de sufrimientos, el Papa se ha limitado a advertir de la necesidad de estar atentos a la índole metafórica de determinadas expresiones que la Sagrada Escritura utiliza. Ya hace veinte años (mayo de 1979), la Congregación para la Doctrina de la Fe en su carta Recentiores Episcoporum Synodi, dirigida a los miembros de las Conferencias Episcopales del mundo entero, explicaba el fuego del infierno como la repercusión de la privación de la visión de Dios sobre todo el ser del condenado. Opinar que con ello se atenúa la seriedad de la condenación, sólo puede hacerlo quien subvalore todo sufrimiento que no sea físico. Lo que sí aparece en esta perspectiva es que la doctrina de fe sobre el infierno no implica una concepción de Dios que se complazca en torturar a sus hijos pródigos con un tormento infligido desde fuera. Es el hombre el que se cierra a Dios y se aleja de Él; la conciencia de haber errado el camino, que será nítida en la otra vida, más el aislamiento escogido por quien pretendió suplantar el puesto de Dios, constituyéndose egoísticamente en centro, implica el dolor eterno. Me cuesta trabajo entender que se considere esta situación como leve.

En cuanto al pretendido infierno vacío, Juan Pablo II lo rechaza. Explícitamente habla de unos condenados que son los ángeles caídos, los demonios, seres espirituales y libres (ignoro cómo ha podido llegarse a escribir que el Papa no afirmaba la existencia del demonio). Con respecto a la condenación de hombres, se limita, sin embargo, a reconocer que la Iglesia no tiene una especie de poder de hacer canonizaciones al revés, es decir, de declarar quién se ha condenado, de modo paralelo a aquel con que declara que un santo se encuentra en la bienaventuranza eterna. Por lo demás, si el infierno es un estado y no un sitio, no puede decirse simultáneamente que se admite el infierno, pero que está vacío; un estado que no se diese en nadie, simplemente no existiría.

¿Tiene el Papa una nueva perspectiva sobre el purgatorio?
Quizás pueda señalarse un desplazamiento de la idea del purgatorio como castigo a la del purgatorio como purificación, pero éste es un tema absolutamente tradicional. La afirmación del Salmo 15, 1-2 sobre la necesidad de no tener mancha alguna para entrar en la morada de Dios, era interpretada ya en el siglo III por Orígenes como referida al tabernáculo celeste. Por otra parte, la más profunda explicación de la teología del purgatorio se debe a una mujer, a santa Catalina de Génova (no se la debe confundir con la Doctora de la Iglesia, santa Catalina de Siena). Para ella, el purgatorio se refiere a almas que han muerto en gracia y que, por tanto, aman a Cristo. Ese amor se hace plenamente consciente al morir. Pero las manchas veniales o de pecados mortales perdonados y no plenamente purificados, impiden el encuentro con el Señor, la persona amada. Quien ama y se ve retardado de poseer a la persona amada, sufre. Y ese sufrimiento lo purifica. El purgatorio puede definirse como la purificación en el amor y por el amor. Este pensamiento es además frecuente en los místicos (por ejemplo, en san Juan de la Cruz) cuando establecen un paralelismo entre la purificación del purgatorio y ciertas purificaciones que tienen lugar en experiencias místicas, llenas de amor entre el alma y Cristo.

 -0-


El «cielo» como plenitud de intimidad con Dios  - Audiencia del Papa Juan Pablo II  21 de julio 1999

El infierno como rechazo definitivo de Dios – Audiencia del Papa Juan Pablo II 28 de julio de 1999

El purgatorio: purificación necesaria para elencuentro con Dios - Audiencia del 4 de agosto de 1999


jueves, 3 de julio de 2025

Ut Unum sint – carta del Papa Francisco al Cardenal Kurt Koch

 


Al cumplirse veinticinco años de la firma por parte de san Juan Pablo II de la Carta encíclica Ut unum sint el Papa Francisco le dirigía una carta,  fechada 24 de mayo 2020, al Cardenal Kurt Koch,Presidente del Pontifico Consejo para la Promocion de la Unidad de los Cristianos en estos términos: (copio textualmente del textooriginal en español en el sitio de la Santa Sede

“Con la mirada puesta en el horizonte del Jubileo de 2000, quería que la Iglesia, en su camino hacia el tercer milenio, tuviera en cuenta la oración insistente de su Maestro y Señor: “¡Que todos sean uno!” (cf. Jn 17,21). Por ello, escribió esa encíclica que confirmó «de modo irreversible» (UUS, 3) el compromiso ecuménico de la Iglesia Católica. La publicó en la Solemnidad de la Ascensión del Señor, colocándola bajo el signo del Espíritu Santo, el artífice de la unidad en la diversidad, y en este mismo contexto litúrgico y espiritual la conmemoramos y proponemos al Pueblo de.

El Concilio Vaticano II reconoció que el movimiento para el restablecimiento de la unidad de todos los cristianos «ha surgido […] con ayuda de la gracia del Espíritu Santo» (Unitatis redintegratio, 1). También afirmó que el Espíritu, mientras «obra la distribución de gracias y servicios», es «el principio de la unidad de la Iglesia» (ibíd., 2). Y la encíclica Ut unum sint reitera que «la legítima diversidad no se opone de ningún modo a la unidad de la Iglesia, sino que por el contrario aumenta su honor y contribuye no poco al cumplimiento de su misión» (n. 50). De hecho, «sólo el Espíritu Santo puede suscitar la diversidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, producir la unidad. […] Es él el que armoniza la Iglesia». Me viene a la mente aquella bella palabra de san Basilio, el Grande: Ipse harmonia est, él mismo es la armonía» (Homilía en la catedral católica del Espíritu Santo, Estambul, 29 noviembre 2014).

En este aniversario, doy gracias al Señor por el camino que nos ha permitido recorrer como cristianos en busca de la comunión plena. Yo también comparto la sana impaciencia de aquellos que a veces piensan que podríamos y deberíamos esforzarnos más. Sin embargo, no debemos dejar de confiar y de agradecer: se han dado muchos pasos en estas décadas para sanar heridas seculares y milenarias; ha crecido el conocimiento y la estima mutua, favoreciendo la superación de prejuicios arraigados; se ha desarrollado el diálogo teológico y el de la caridad, así como diversas formas de colaboración en el diálogo de la vida, en el ámbito de la pastoral y cultural. En este momento, pienso en mis queridos Hermanos que presiden las diversas Iglesias y Comunidades Cristianas; y también en todos los hermanos y hermanas de todas las tradiciones cristianas que son nuestros compañeros de viaje. Al igual que los discípulos de Emaús, podemos sentir la presencia del Cristo resucitado que camina a nuestro lado y nos explica las Escrituras, y reconocerlo en la fracción del pan, en la espera de compartir juntos la mesa eucarística.

Renuevo mi agradecimiento a todos los que han trabajado y siguen haciéndolo en ese Dicasterio para mantener viva la conciencia de este objetivo irrenunciable dentro de la Iglesia. En particular, me complace acoger dos iniciativas recientes. La primera es un Vademécum ecuménico para obispos, que se publicará el próximo otoño como estímulo y guía para el ejercicio de sus responsabilidades ecuménicas. En efecto, el servicio de la unidad es un aspecto esencial de la misión del obispo, quien es «el principio fundamento perpetuo y visible de unidad» en su Iglesia particular (Lumen gentium, 23; cf. CIC 383§3; CCEO 902-908). La segunda iniciativa es la presentación de la revista Acta Œcumenica, que, en la renovación del Servicio de Información del Dicasterio, se propone como un subsidio para quienes trabajan para el servicio de la unidad.

En el camino hacia la comunión plena es importante recordar el trayecto recorrido, pero también se necesita escudriñar el horizonte con la encíclica Ut unum sint, preguntándose: «Quanta est nobis via?» (n. 77), “¿cuánto camino nos separa todavía?”. Algo es cierto, la unidad no es principalmente el resultado de nuestra acción, sino que es don del Espíritu Santo. Sin embargo, esta «no vendrá como un milagro al final: la unidad viene en el camino, la construye el Espíritu Santo en el camino» (Homilía en las vísperas, San Pablo extramuros, 25 enero 2014). Por lo tanto, invoquemos al Espíritu con confianza, para que guíe nuestros pasos y cada uno escuche con renovado vigor el llamado a trabajar por la causa ecuménica; que Él inspire nuevos gestos proféticos y fortalezca la caridad fraterna entre todos los discípulos de Cristo, «para que el mundo crea» (Jn 17,21) y se acreciente la alabanza al Padre que está en el Cielo.

Francisco

miércoles, 2 de julio de 2025

Ut unum sint, el camino irreversible de la Iglesia

 


En el 25 aniversario de la promulgación de la Enciclica del Papa Juan Pablo II Ut unum sint sobre el empeño ecuménico, la  cátedra Yves Congar de la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia y el Instituto de Estudios Ecuménicos de la Pontificia Universidad Santo Tomas de Aquino (Angelicumde Roma organizaron en noviembre de  2021, (entre el  24 y 26) el  XIX Simposio de Teología Histórica titulado Ut unum sint, el camino irreversible de la Iglesia.

En la cita sobre la cuestión ecuménica participaron alrededor de 45 especialistas e investigadores nacionales e internacionales.  El congreso fue inaugurado por el arzobispo de valencia Antonio Cañizares y la primera conferencia estaba a cargo del Cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cistianos.  Su ponencia llevaba el titulo de ¿Cuan largo es el camino que nos queda?  La situación ecuménica un cuarto de siglo después de UUS. El cardenal Koch finalmente no pudo estar presente pero ofreció su reflexión online.

El Simposio fue “un espacio de meditación, diálogo y estudio sobre los frutos y desafíos del camino hacia el encuentro y la unidad plena.”

Todas las ponencias, comunicaciones y reflexiones del Simposio fueron publicadas en forma de libro por la Facultad de Teología San Vicente Ferrer de la Universidad Católica de Valencia (UCV) bajo el titulo: Ut unum sint. El camino irreversible de la Iglesia

Tal y como explicaba uno de los directores del congreso, el profesor Andrés Valencia, el camino ecuménico que la Iglesia católica ha emprendido desde el Concilio Vaticano II «es un compromiso que no tiene marcha atrás». El Concilio «anima e inspira a toda la Iglesia a buscar caminos hacia la unidad plena y visible».

El XIX Simposio de Teología Histórica tuvo como objetivo «repasar y evaluar» los 25 años de camino ecuménico. «Las ponencias y reflexiones que presentamos en este libro», señalaba Valencia, «son el reflejo del progreso y también de las limitaciones que el camino ecuménico trae consigo».

El congreso internacional trabajó sobre los temas que marcan la agenda ecuménica, la cuestión sobre la verdad, el primado, la eucaristía, la eclesiología y, con ello, los ministerios.

 «Aún queda camino por recorrer», reconocía el director de la Cátedra de ecumenismo Yves Congar, «lo que implica aumentar los esfuerzos de diálogo y cercanía a todos los niveles en una actitud de escucha».

«En este camino es importante encontrar espacios para superar las barreras que hacen difícil el camino», añadia Andrés Valencia. «Encontrar una visión común de unidad es el desafío al que el ecumenismo se enfrenta hoy en día. Esto será posible a través de un diálogo sincero y verdadero».

 

Título: Ut unum sint. El camino irreversible de la Iglesia, Año de publicación: 2023, Colección: Series Valentina, nº 78

Publica: Universidad Católica de Valencia San Vicente Mártir

Edita: SIFTEL, Facultad de Teología San Vicente Ferrer – UCV

I.S.B.N. 978-84-86067-75-5

 

Fuente: UCV – Facultad de teología San Vicente Ferrer  

martes, 1 de julio de 2025

Ut unum sint – Audacia y dificultades en la unidad de los cristianos - George Weigel (2 de 2)

 


Una vision adelantada a su tiempo. 

Las mayores dificultades en el dialogo ecuménico occidental ya se habían dado antes que UtUnum Sint  se firmara.  El 4 de abril de 1995, el Secretario General del Congreso Mundial de Iglesias Dr. Konrad Raiser, dio una conferencia en el Centro Pro Unione de Roma, proponiendo lo que  el llamo un  “cambio paradigmático” en ecumenismo. Finalizando el segundo milenio, “un apartheid de hecho entre ricos y pobres” y”una degradación progresiva de toda la ecoesfera” requerían de un “urgente reordenamiento de la agenda ecuménica.”  Era hora, argumentaba Raiser de “dar vuelta la página sobre  esfuerzos pasados y concentrar todas nuestras energías en enfocarlas a temas del presente y futuro a la luz de la Palabra de Cristo”. Ese era el imperativo ecuménico contemporáneo.

El movimiento ecuménico tal concebido a partir de la Conferencia Misional de Edinburgo en 1910 –reunificación de los cristianos sobre las bases de una doctrina y practica consensuada – había llegado a su fin según el lider del Consejo Mundial de Iglesias, heredero insitucional dela iniciativa de 1910.  Lo que importaba eran las políticas ideológicas. La lucha  contra el calentamiento global era para las Iglesias más importante que  los debates acerca de nuestra visión ante Dios: la redistribución de ingresos resulto ser un tema cristiano más importante que la celebración de la Cena del Señor juntos. En la medida en que e reflejaba un sentimiento generalizado dentro de las autoridades representadas en el Consejo Mundial de Iglesias,  la conferencia de Konrad Raiser en Roma podría ser vista en el futuro como el fin del viejo ecumenismo. El movimiento ecuménico presentado en Ut Unum Sint era entonces el único movimiento ecuménico global que aún perseguía el objetivo original.

Un mes después de la publicación de Ut Unum Sint el patriarca ecuménico Bartolomé visitó Roma para la fiesta de San Pedro y San Pablo el 29 de junio y participó de la Misa solemne celebrada por el Papa en el altar papal en la Basílica de San Pedro. Durante la liturgia de la Palabra, Bartolomé y Juan Pablo II,  sentados uno al lado del otro,  en sendas sillas presidenciales frente al altar. El Evangelio se canto en Latín y en Griego y ambos presentaron sus homilías… en el Evangelio de Lucas Juan Pablo II  le recordó a Bartolomé que la misión de los primeros discípulos se centraba en estos términos: “El los envió de dos en dos “ (Lucas 10.,1)  

No presentaba un mensaje el texto? No sugería que “Cristo también los enviaba de dos en dos como mensajeros del Evangelio al Este y al Oeste?  “No podemos permanecer separados” insistió el Papa.

El Patriarca Bartolomé no respondió directamente a este requerimiento audaz. Su homilía sugería que no estaba preparado para comprometerse públicamente a la proposición de que se trataba de meras cuestiones de jurisdicciones las que separaban a los  ortodoxos y a la “vieja Roma”  como proponía Ut Unum Sint.   Ladeclaración conjunta firmada por el Papa y el Patriarca Ecumenico la tarde del29 de Junio decía que “un testimonio común de fe” era “particularmente apropiado en las vísperas del tercer milenio”.  Pero su declaración que el Gran Jubileo seria celebrado como “nuestro peregrinar hacia una real unidad” parecía señalar que la visión de Juan Pablo II para el milenio de Este y Oeste reunificados no llegaría a cumplirse según sus tiempos.

Sin embargo los testimonios y actos simbólicos de reconciliación continuaron avanzando en la agenda ecuménica de Juan Pablo II. El Viernes Santo el camino de la  cruz celebrado por el Papa en el Coliseo de Roma fue un nuevo acto ecuménico a mediados de los 1990. Las meditaciones para cada estación del Via Crucis de 1994 fueron preparadas por el Patriarca ecuménico. Las meditaciones de 1995 fueron escritas por la Hermana Minke de Vries, priora de las Hermanas de Grandchamp, una comunidad de monjas reformistas de la tradición calvinista. Y en 1997 las meditaciones fueron preparadas por Karekin I Sarkissian, Catolicos de todos los armenios y líder del la Iglesia Apostólica Armenia, con quien el Papa firmo una Declaración cristológica conjunta en diciembre de 1996.  . 

Juan Pablo II   trato por todos los medios de zanjar las animosidades religiosas que databan de  siglos con Europa del Este. Pero no todo se daba como hubiera planeado. Los planes para la canonización de Jan Sarkander, un mártir católico durante las guerras religiosas de comienzos del siglo 17 en Moravia, encontraron fuerte resistencia por parte de  los protestantes checos. Los líderes protestantes le enviaron cartas en duros términos al  Papa y al cardenal Cassidy argumentando que  Jan Sarkander habría querido influir a la fuerza en aéreas protestantes. Tanto Juan Pablo II como Cassidy demostraron,  tras exhaustiva investigación,  que Sarikander nunca había estado envuelto en violencias contra los protestantes, y que su canonización se realizaba en honor a su fiel dedicación sacerdotal, que le costó la vida.

La situación se mantuvo volátil  hasta que Juan Pablo II llegara a la Republica Checa el 20 de mayo. En la ceremonia de bienvenida, hizo llegar un especial saludo a sus amados hermanos en Cristo, los representantes de las distintas iglesias y comunidades cristianas y subrayó que había venido a Bohemia y Moravia como “peregrino de paz y amor”  Aquella tarde hablando a los jóvenes en el santuario mariano de Svatý Kopeček les dijo que el martirio de Sarkander  “tiene una extraordinaria elocuencia ecuménica” hablándoles a los cristianos separados de su mutua “responsabilidad por el pecado de la división” y de la importancia de la oración por el perdón de los pecados. “Sin dudas estamos en deuda unos con otros”, concluyó, reconociendo que el endeudamiento era el comienzo de la reconciliación. Durante toda su peregrinación a Bohemia y Moravia, el Papa pidió perdón por los errores de los católicos habían cometido en la historia de las tierras checas y perdonó a los protestantes por el daño que le habían hecho a los católicos.  Dos meses más tarde, en una peregrinación a Eslovaquia durante la cual canonizó a tres sacerdotes martirizados durante las guerras religiosas Juan Pablo II incluyo en su itinerario  el 2 de julio una visita al monumento en Košiče, para honrar a los calvinistas martirizados en 1687, debido a su rechazo en convertirse al catolicismo por  la fuerza.

Para 1997 fue resuelta una situación embarazosa y difícil  gracias al esfuerzo de Juan Pablo II y al líder local de Praga el Cardenal Miloslaw Vlk, quien había alabado públicamente el testimonio cristiano del reformador y héroe nacional checo Jan Hus, quemado en la hoguera por los católicos en 1415. Cuando el Papa regreso a la Republica Checa en abril de 1997,uno de los herederos de Hus, Pavel Czerny, líder de los Hermanos bohemios de la iglesia evangélica, participo con Juan Pablo II en un servicio ecuménico en la catedral de San Vito en Praga, conmemorando el milenio del martirio de San Adalberto,  primer evangelista de Bohemia.  En una ceremonia el 27 de abril el Papa reconoció el testimonio común a Cristo de  protestantes y católicos  bajo la persecución comunista.  En esos testimonios, dijo encontramos el coraje para perdonar y derribar las barreras de la sospecha y de la desconfianza recíprocas, para edificar la nueva civilización del amor” en la nueva democracia checa.  

El dialogo de anglicanos y católicos romanos continúo demostrando que era mas fácil romper las barreras de prejuicios de siglos que atravesar acuerdos teológicos. Cuando el arzobispo de Canterbury, George Carey, llego al Vaticano en Diciembre de 1996, Juan Pablo II admitió,  en observaciones al arzobispo y a su entorno,  que “los pasos a dar quizás no estén del todo claros para nosotros”.   Si bien, continuó, “estamos aquí para comprometernos a seguir  intentándolo”. Luego invito a sus hermanos y hermanas de comunión anglicana a reflexionar sobre los motivos y razones de las posiciones expresadas. Ordinatio sacerdotalis fue una de esas “posiciones” como así también la invitación de pensar en el ejercicio de una primacía papal que pudieran aceptar los anglicanos. Juan Pablo II evidentemente asumió que la invitación no había sido respondida muy satisfactoriamente. 

El estancamiento en el dialogo anglicano católico romano, la inhabilidad ortodoxa  de responder con una única voz a los constantes pedidos de Juan Pablo II por la reconciliación del milenio y el abandono del ecumenismo fundado teológicamente que pregonaba Konrad Raiser en su conferencia de 1995 –  hechos concretos  de la vida ecuménica de los 1990 – agregados a la probabilidad que pocos  católicos habían internalizado la visión del catolicismo ecuménico de Lumen Genitim  que comprometía a todos,    evidenciaba que Ut unum sint expresaba una visión adelantada a su tiempo, una visión a largo plazo en la historia.  Juan Pablo II reconocía que quizás habría algo de romanticismo  en el inmediato post conciliar  acerca de las posibilidades de una reconciliación eclesial pronta y completa dentro de Occidente y entre Este y Oeste. .Pero Ut Unum Sint  pide a los católicos romanos perseguir ese objetivo fiel y concienzudamente,  en la convicción que esto es lo que Cristo desea para su Iglesia. No será un camino fácil. Juan Pablo  II insistió que debe continuarse.

  (George Weigel: Witness of Hope, del capitulo 19 Only One World – A visión ahead of its time)