(foto de Wikipedia)
Era su primera “audiencia oficial” con el mundo del trabajo en Italia y
al entablar el diálogo
el Papa preguntaba ¿Qué
tiene que ver la religión con la industria?, ¿no son dos realidades
heterogéneas? ¿No vienen a mezclar lo sagrado con lo profano? ….y más adelante respondía:
“ si el hombre es el valor primero, nosotros no podemos disminuirlo y como
decapitarlo, negándole su proyección esencial hacia la trascendencia, es decir,
hacia Dios, que ha hecho del hombre el colaborador. En esta visión superior, el
trabajo, castigo y al mismo tiempo premio de la actividad humana, comporta otra
relación, esto es, la esencialmente religiosa, que ha expresado felizmente la
fórmula benedictina: ¡Ora et labora! El hecho religioso confiere al
trabajo humano una espiritualidad animadora y redentora. Este parentesco entre
trabajo y religión refleja la alianza misteriosa, pero real, que media entre el
actuar humano y el providencial de Dios, causa primera que rige y gobierna la
creación”.
Terminado su discurso oficial Juan Pablo II en la parte más
íntima de su diálogo con los trabajadores les contaba su propia experiencia de
obrero:
“Como he dicho al comienzo, es la primera vez que hablo a trabajadores,
a operarios de una ciudad obrera; la primera vez en Italia, pues lo he hecho
con frecuencia en Polonia. Sobre todo, ya sabéis que yo también he sido obrero
durante más de cuatro años y valoro mucho aquel período de mi vida. He dicho en
muchas ocasiones que en aquellos cuatro años de trabajo me han valido más que
dos doctorados. Y debo añadir que precisamente entablé amistad con obreros de
mi mismo taller, de la misma fábrica en la que trabajábamos juntos, y esta
amistad ha durado hasta después de la guerra, hasta después de la ocupación
nazi.
Cuando era ya sacerdote y después obispo y cardenal, he seguido
manteniendo estos contactos personales con mis amigos trabajadores. Además,
vengo de una parte de Polonia que es la más industrializada del país, o sea, la
parte meridional de Polonia, entre Cracovia y Silesia. Y siendo obispo y
cardenal, he tenido muchas, muchísimas ocasiones de ir a Nowa Huta, centro
conocido quizá también en Italia, ciudad industrial surgida en un pueblo de
labradores y que ahora con sus 200.000 habitantes es mucho más grande que
Pomezia; está situada en las cercanías de Cracovia. Otras ocasiones eran los
encuentros con los obreros de Silesia, centro muy industrial donde sobre todo
hay mineros. Con todo esto quiero haceros notar un detalle. Al hablaros aquí
esta tarde a vosotros, obreros italianos de Pomezia, he estado esperando a ver
cuál era vuestra reacción a las palabras del Papa que se encuentra por vez
primera entre obreros italianos. He hablado sólo de problemas fundamentales:
religión y trabajo, Iglesia y mundo del trabajo; y no he entrado en detalles
porque no conozco bastante la situación. En Polonia he hablado siempre de otro
modo; pero es que allí tenía experiencia personal y, como conocía los
problemas, podía entrar en cuestiones particulares. Debo decir que ha habido
algo que me ha impresionado y es vuestra reacción cuando he dicho "el
trabajo es para el hombre y no el hombre para el trabajo". Vuestra
reacción ha sido la misma que en Polonia. Me acuerdo todavía de mi última
homilía en Piecary, Silesia, ante 200.000 trabajadores, mineros en su mayoría.
Cuando pronuncié esa frase, la reacción fue la misma. Se ve que existen algunos
elementos, algunos principios que son comunes y de los que se deduce
enseguida tanto en Italia como en Polonia —y pienso que en todo el mundo— que
la verdad es tal que no puede ser otra. Os doy las gracias por ello, porque he
tenido con los obreros italianos la primera experiencia personal que
ciertamente me servirá y ayudará a captar, conocer y comprender cada vez mejor
el mundo del trabajo y el mundo de los obreros de Italia. A ello estoy llamado,
pues siendo Obispo de Roma y siendo Papa, soy servidor vuestro. Como dijo
Cristo, no he venido a ser servido sino a servir.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario