“Un país es rico, ante todo, por las
personas que viven en su seno. Su futuro depende de cada una de ellas y de su
conjunto, y de su capacidad de comprometerse por la paz. Este compromiso sólo
será posible en una sociedad unida. Sin embargo, la unidad no es uniformidad.
La cohesión de la sociedad está asegurada por el respeto constante de la
dignidad de cada persona y su participación responsable según sus capacidades,
aportando lo mejor que tiene. Con el fin de asegurar el dinamismo necesario
para construir y consolidar la paz, hay que volver incansablemente a los
fundamentos del ser humano. La dignidad del hombre es inseparable del carácter
sagrado de la vida que el Creador nos ha dado. En el designio de Dios, cada
persona es única e irremplazable. Viene al mundo en una familia, que es su
primer lugar de humanización y, sobre todo, la primera que educa a la paz. Para
construir la paz, nuestra atención debe dirigirse a la familia para facilitar
su cometido, y apoyarla, promoviendo de este modo por doquier una cultura de la
vida. La eficacia del compromiso por la paz depende de la concepción que el
mundo tenga de la vida humana. Si queremos la paz, defendamos la vida. Esta
lógica no solamente descalifica la guerra y los actos terroristas, sino también
todo atentado contra la vida del ser humano, criatura querida por Dios. La
indiferencia o la negación de lo que constituye la verdadera naturaleza del hombre
impide que se respete esta gramática que es la ley natural inscrita en
el corazón humano (cf. Mensaje
para la Jornada Mundial de la Paz 2007, 3). La grandeza y la razón de
ser de toda persona sólo se encuentra en Dios. Así, el reconocimiento
incondicional de la dignidad de todo ser humano, de cada uno de nosotros, y la
del carácter sagrado de la vida, comportan la responsabilidad de todos ante
Dios. Por tanto, debemos unir nuestras fuerzas para desarrollar una sana
antropología que integre la unidad de la persona. Sin ella, no será posible
construir la paz verdadera.”
(Del discurso del Santo Padre
Benedicto XVI en el Palacio Presidencial de Baabda, 15 de septiembre de 2012)
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