“Desde su más temprana edad Francesco Forgione fue un hombre de oración.
Era considerado por los demás como un niño callado ya que raras veces jugaba
con ellos porque "ellos blasfemaban". Este rechazo al pecado le
causaba la necesidad de escaparse a rezar a la iglesia de San Pío V.
Otras veces solía sentarse bajo un árbol que le encantaba, que estaba en
la propiedad de su padre, " a pensar en Dios". A la edad de 5 años,
Francesco ya quería ser sacerdote Franciscano Capuchino, en parte por el
hábito y la barba, que le encantaban, pero también movido por las ganas de
buscar la perfección, fruto de la Gracia de Dios.
Sin embargo, su ascenso por la escalera de la santidad requeriría más
que aspiraciones piadosas y escapes del mundo. Ya desde muy joven éste caminar
hacia la santidad le conllevaría a una batalla inmensa contra la carne y el
demonio.
Por ejemplo, para el niño Francesco la mortificación no era algo extraño. Aún
cuando la familia de por sí contaba con raciones pequeñas en las comidas,
Francesco de vez en cuando dejaba de comer. También la madre lo encontró a
los nueve años durmiendo en el piso con una roca como su almohada (esto parece
que lo había estado haciendo el niño ya por un tiempo). Dicha austeridad se
convertiría en un sello que lo caracterizaría para toda su vida. El también
experimentó ataques personales con el demonio, quien se le aparecía en formas
horribles en sueños. Más tarde en su vida, estos ataques fueron de una
forma más directa, llegando hasta el punto de ser ataques físicos.
Sin embargo Dios nunca lo abandonó, ya que le proporcionaba visiones
consoladoras de la Santísima Virgen y de su Angel Guardián. En una ocasión, su
futura batalla contra el mal le fue revelada. En una visión que tuvo un día
después de la Comunión, se vió él mismo en medio de un gran salón entre dos
grupos de personas, un grupo tenía semblantes preciosos, mientras los otros
eran horrorosos. En ese momento, un monstruo enorme salió del fondo del salón
hacia él, pero Jesús se apareció para darle fuerzas a Francesco. Antes de que
aquel monstruo llegara donde Francesco, le calló un rayo y desapareció. Nuestro
Señor le dijo, "Este es el malvado con quién tienes que batallar".
Verdaderamente, todas las biografías de la vida del Padre Pío muestran cómo
esta visión profética se hizo realidad, hasta en el más mínimo detalle.
El año 1903 fue testigo de la entrada de Padre Pío, de quince años,
a la vida religiosa o al camino de la perfección. Aunque los religiosos no son
por su forma de vida necesariamente perfectos, las vivencias de los tres
consejos evangélicos (pobreza, castidad y obediencia) ayudan a hacerlos
perfectos. Nuestro Señor, aconsejando a aquellos que desean ser perfectos, les
ofreció una forma de entregarse completamente a Dios, renunciando al derecho de
matrimonio (Mt. 19:12), a los bienes materiales (Mt. 19:21a) y a la
volundat propia (Mt. 19:21b). Fue en este momento, a la entrada al noviciado,
cuando Francesco fue recibido con el nombre de Fra. Pío (Hermano Pío) ; Fra.
para indicar que era un Fratello (Italiano) religioso o Frater (Latín), y
Pío para indicar, por medio del cambio de su nombre, la nueva vida que ahora
comenzaba. Solo después, en la ordenación sacerdotal en 1910, es que él asume
el nombre por el cual es y será conocido por siempre: Padre Pío.
Como lo muestra este pequeño resumen, el Padre Pío recorrió los pasos
tradicionales y comprobados de un camino a la santidad, renunciando al
mundo, la carne, y al demonio por medio de la oración y la mortificación,
coronado por el abandono total a los consejos evangélicos de la pobreza, la
castidad y la obediencia. También se puede decir que el sacerdocio del
Padre Pío le dió una mayor fuerza a su unión con Cristo, Sacerdote y Víctima, sin el cual es imposible entender al Padre Pío de Pietrelcina.”
(texto tomado de EWTN donde invito visitar otros aspectos de la vida del Padre Pio: elhombre,
Invito visitar mis posts etiquetados Padre Pio
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