Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

martes, 4 de septiembre de 2012

Beato Miguel Sopocko, confesor de Santa Faustina y corealizador de su misión (3 de 4)



Todo ese trabajo suyo en aquel tiempo,  fue tan solo el inicio de una gran obra de difusión de la devoción a la Divina Misericordia.  En aquel momento no contaba,  sin embargo,  con una respuesta adecuada en la religiosidad de los fieles como tampoco  de consenso por parte de las autoridades eclesiásticas por más que el,  por su parte,  dedicase todo el esfuerzo y su compromiso personal.  Solo Sor Faustina apreciaba ese esfuerzo y ya entonces lo llamaba Apóstol de la Divina Misericordia.  Le fue concedido sin embargo, tal como sor Faustina escribió en su Diario, que recibiera de Dios iluminación y ayuda y supiera que a Dios le agradaba su compromiso.  Ella veía en él el  corealizador de la misión que le fuera encomendada a ella y quien continuaría aquella obra.   En una de aquellas cartas ella le escribe desde Cracovia:

«…ya se ha hecho mucho al respecto. Cuando medito sobre ello, me maravillo enormemente que usted Padre ya haya podido realizar tantas cosas que al principio parecían imposibles debido a las crecientes dificultades. Espero que lo que falta no lo lleve a cabo ninguna otra persona, sino usted, Padre» (de la carta de Santa Faustina al Padre Sopocko del 20/121936 – original en poder en el Archivo de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia)

La hermana esperaba del Padre Sopocko alguna expresión externa en cuanto al apostolado de la Divina Misericordia;  ella por su parte lo apoyaba con sus oraciones y sacrificios. En otra carta le escribe:
«Siguiendo su sugerencia, toda mi alma mira hacia esa celebración y para ayudarle en esta gran obra de Dios con la oración y el ofrecimiento de mi persona, suplicare la bendición de Dios para usted, querido Padre» (carta de sor Faustina al Padre Sopocko del 6/5/1937 – original custodia por la congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia)     

Tal como surge de las notas nace entre ellos una estrecha colaboración.  La hermana participa más espiritualmente, mientras que el padre, apoyado en sus oraciones, lleva la obra del apostolado por el mundo, fuera de los muros del convento.

Sor Faustina partió pronto al encuentro de Dios (murió en 1938). El padre Sopocko heredó la gran y difícil misión de continuar la obra que habían comenzado juntos. En la última carta dirigida al padre, un par de meses antes de morir la hermana le escribe:

«Siento curiosidad por saber cómo se encuentra usted estimado Padre? Como esta, su salud ha mejorado? Le he pedido a Dios la gracia que le conceda una larga vida y buena salud porque hay una enorme necesidad de su trabajo. Oh Padre, que feliz me siento que la Divina Misericordia es, o será ya festejada a pesar de las adversidades o la envidia humana, y que no obstante la rabia y el odio de Satanás esta obra de Dios no sufra ningún daño. El Señor, me permite conocer su gloria que surge de esta obra y esto es tan solo el comienzo, mi corazón se maravilla ante su revelación (…)  Sin embargo y no obstante el hecho que el mismo Dios guía esta obra, nosotros debemos a su vez hacer todo lo que está a nuestro alcance para llevarla adelante aun en el caso que nuestros esfuerzos parezcan inútiles; aun así se construye la obra Divina»    
(carta de Sor Faustina al Padre Sopocko del 26/6/1938 – original custodiado en el Archivo de la Congregación de las Hermanas de la Madre de Dios de la Misericordia)

(traducido de Il camino di santitá di don Michele Sopocko, escrito por D. Henryk Ciereszko) 

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