La
relación entre el Obispo Romero y Juan Pablo II paso por etapas muy diferentes, basadas en mala información que el Sumo Pontífice había recibido de la cúpula de
la Iglesia salvadoreña. Al Obispo Romero se lo habían presentado como
simpatizante de la rama marxista de la teología de la liberación, mientras se ensalzaba
el supuesto carácter católico del régimen, mientras el gobierno salvadoreño lo
consideraba más bien un obispo de sacristía, alejado de la política. Pero todo
dio un vuelco, según comenta Luis
Aranguren en su nuevo libro titulado San Romero de los derechos humanos
(publicado por la Editorial San Pablo).
Aranguren dice que al obispo se le «cayó la venda», como diría el Obispo mismo,
con las matanzas de campesinos y asesinatos de sacerdotes perpetrados
por la dictadura militar.
El 14 de octubre de 1984 decía Juan Pablo II en el Ángelus en la Plaza San Pedro. "Una noticia positiva se
ha difundido estos días: está previsto para mañana lunes un encuentro del
Presidente de la República del Salvador con exponentes de la oposición armada
salvadoreña, con el fin de encontrar por medio del diálogo y del negociado, un
acuerdo que ponga fin a la guerra civil.
Me
siento muy cerca del querido pueblo de El Salvador, probado demasiado tiempo ya
por muertos y violencias, y le deseo de corazón que al cabo de tantos
sufrimientos llegue por fin a conseguir la paz a que aspira tan intensamente y
una convivencia digna del hombre. Invito a todos a orar para que la paz tan
deseada vuelva a El Salvador y a todos los otros países del mundo que están
atormentados por violencias.
Gian
Franco Svidercoschi escribe en su libro “Un Papa no muere” también de la
Editorial San Pablo,
«Reconocer los fracasos de ayer» - escribió el
Papa en la Carta Apostólica Tertio millennio adveniente
–
es un acto de lealtad y de valentía que nos ayuda a reforzar nuestra fe, haciéndonos
capaces y dispuestos para afrontar las tentaciones y las dificultades de hoy».
A
fin de cuentas, también fue un acto de lealtad y de valentía la decisión de
Juan pablo II de introducir el nombre de Mons. Oscar Arnulfo Romero en la
ceremonia del Coliseo, en la oración por los cristianos que habían dado la vida
por amor a Cristo y a sus hermanos en América. Y esto porque inicialmente, quizás también por
la información poco objetiva que se le había mandado, el Papa había tenido alguna
reserva sobre el comportamiento del arzobispo de San Salvador, en cuanto a sus famosas
denuncias contra el régimen militar.
Pero luego, habiendo conocido bien el caso, apareció su audacia
evangélica, su obra en defensa de los pobres, de los perseguidos. Y quedó profundamente
impresionado cuando supo que el obispo había sido asesinado ¡sobre el altar!
Por
ese mismo motivo, mientras se estaba preparando el viaje a América Central y
algunos miembros del CELAM (Consejo episcopal de America Latina) le habían sugerido
que no fuera a la tumba de Mons. Romero porque se le consideraba una figura
demasiado comprometida políticamente, Wojtyla rechazó de inmediato dicha
propuesta.
«En
pocas ocasiones – contaba el padre Roberto Tucci – vi al Papa reaccionar con
tanta fuerza. Dijo: No el Papa tiene que ir; se trata de un obispo que fue
herido recisamente en el corazón de su ministerio pastoral, durante la celebración
de la santa Misa”. Y diciendo estas palabras, como para hacerse entender mejor,
dio un golpe sobre la mesa.
Más
tarde cuando llegó a El Salvador, Juan Pablo II se encontró con que el gobierno
había prohibido la visita a la tumba, y para impedírselo, incluso había hecho
atrancar la puerta de la catedral. «Pero el Papa – contaba también el padre
Tucci, fue inamovible, y pidió qu se buscara al llae para poder abrir. Esperamos
un poco, en la plaza no había un alma, ya que había sido despejada por la policía
de modo que aquí no hubiera acogida al Papa, y finalmente el Papa pudo entrar,
rezó largo tiempo sobre la tumba de Romero y pronunció una palabras muy bellas sobre
el ministerio de este obispo que había sido martirizado»
En su visita a laCatedral expresó Juan Pablo II: “Reposan dentro de sus
muros los restos mortales de monseñor Oscar Arnulfo Romero, celoso Pastor a
quien el amor de Dios y el servicio a los hermanos condujeron hasta la entrega
misma de la vida de manera violenta, mientras celebraba el Sacrificio del
perdón y reconciliación.”
Mons. Oscar Arnulfo Romero había nacido el 15 de agosto de 1917 en Ciudad Barrios, departamento de San
Miguel. El 24 de marzo de 1980 fue
asesinado de un disparo celebrando la Santa Misa en la capilla del Hospital de
la Divina Providencia.
El 4 de septiembre de 2015 fue beatificado en una ceremonia en
la Plaza Salvador del Mundo, en la ciudad de San Salvador ante una presencia de
mas de 300.000 personas, en una ceremonia presidida por el cardenal Angelo
Amato, enviado especial del Papa Francisco.
El
proceso para la beatificación había comenzado el 24 de marzo de 1990, pero la
solicitud formal fue presentada el 12 de mayo de 1994. Tras concluir la fase diocesana en noviembre
de 1996, un año después la Santa Sede aceptó la causa como válida, pero después
quedo estancada. Fue recién en 2005 cuando la Congregación para la Causa de los
Santos dio el visto bueno para que continuase el proceso. El Papa
Francisco se reunió con el Prefecto de la Congregación para la Causa de los
Santos, Cardenal Angelo Amato, para aprobar el Decreto que el 9 de Enero de
2015, nombrando a Monseñor como Mártir
In Odium Fidei (En Odio a la Fe).
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