El cardenal Lustiger relata:
¿Dónde
podía estar?
Lo descubrimos en el interior del escenario,
en una pequeña habitación arreglada como capilla. Allí, donde había sido colocado el Santísimo Sacramento, se había preparado antes de la Misa. El Papa estaba solo, arrodillado ante el Santísimo
Sacramento, en acción de gracias, en el medio del barullo de la multitud y del
ruido de los martillos. Rezaba tal como un leñador da golpes, totalmente
concentrado e indiferente al estrepito.
Me
vinieron al espíritu las palabras de San Lucas: “Y sumido en el combate insistía
cada vez más en la oración” (Lc, 22,44). Quedamos un largo rato detrás de Juan Pablo
II rezando a su ritmo. Tal como en la
montaña el guía marcha a la cabeza e impone el paso, porque sabe cómo debe
avanzar.”
Daniel-Ange:
Florecillas de Juan Pablo II, anécdotas de un trotamundos, Lumen 2007)
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