“orar sin cesar”
Antes de comenzar el comentario de los salmos y cánticos de
las Laudes, en la Catequesis del 4 de abril de 2001 el Santo Padre Juan Pablo II completaba la reflexión
introductoria iniciada en la catequesis
anterior resaltando la importancia y presencia del
Espíritu Santo. Además de la presencia del Espíritu Santo – expresa el Santo
Padre - “otra dimensión importante es la de la acción sacerdotal que Cristo
realiza en esta oración, asociando a sí a la Iglesia su esposa” y destaca que los discípulos
de Jesús descubrieron algunos salmos particularmente adecuados para
determinados momentos del día, de la semana o del año, viendo en ellos un
sentido profundo en relación con el misterio cristiano. A este respecto cita
luego palabras de san Cipriano "Es necesario orar al inicio del día para
celebrar con la oración de la mañana la resurrección del Señor. Eso corresponde
a lo que una vez el Espíritu Santo indicó en los Salmos con estas palabras:
"Rey mío y Dios mío. A ti te suplico, Señor, por la mañana escucharás mi
voz, por la mañana te expongo mi causa y me quedo aguardando" (Sal 5,
3-4). (...) Luego, cuando se pone el sol y declina el día, es preciso
hacer nuevamente oración. En efecto, dado que Cristo es el verdadero sol y el
verdadero día, en el momento en que declinan el sol y el día del mundo,
pidiendo en la oración que vuelva a brillar sobre nosotros la luz, invocamos
que Cristo nos traiga de nuevo la gracia de la luz eterna" (De
oratione dominica, 35: PL 39, 655).
Y continúa enfatizando y explicando la importancia y el
sentido de la oración en cualquier momento del dia: “La oración cristiana nace,
se alimenta y se desarrolla en torno al evento por excelencia de la fe: el
misterio pascual de Cristo. De esta forma, por la mañana y por la tarde, al
salir y al ponerse el sol, se recordaba la Pascua, el paso del Señor de la muerte a la vida.
El símbolo de Cristo "luz del mundo" es la lámpara encendida durante
la oración de Vísperas, que por eso se llama también lucernario. Las
horas del día remiten, a su vez al relato de la pasión del Señor, y
la hora Tertia también a la venida del Espíritu Santo en
Pentecostés. Por último, la oración de la noche tiene
carácter escatológico, pues evoca la vigilancia recomendada por Jesús en la
espera de su vuelta (cf. Mc 13, 35-37). Al hacer su oración con esta cadencia,
los cristianos respondieron al mandato del Señor de "orar sin cesar"
(cf. Lc 18, 1; 21, 36; 1 Ts 5, 17; Ef 6, 18), pero sin olvidar que, de algún
modo, toda la vida debe convertirse en oración.
A este respecto escribe Orígenes: “Ora sin cesarqioen une
oración a las obras y obras a la oración” (Sobre la oración XII,2: PG 11, 452
c).”
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