Un día como hoy, hace treinta años, el 12 de junio de 1982 el Santo Padre Juan
Pablo II se despedía de nosotros después de su primer (breve) visita a la
Argentina.
Juan Pablo II había “deseado mucho tener este encuentro -
independientemente de una normal visita pastoral a la Iglesia en Argentina en
la que continúo pensando -; mucho lo he deseado, a la luz de los difíciles e
importantes acontecimientos de las últimas semanas.”
Nos trajo paz y esperanza en momentos difíciles…. recordándonos
que “el símbolo elocuente de la cruz de Cristo se eleva sobre nuestra historia,en los momentos alegres y difíciles, como señal de redención y esperanza”.
Eran momentos de verdadera tensión y una guerra sin sentido: imposible ganarla, aunque en ninguna guerra hay vencedores y vencidos por partes iguales : en todas
ellas prevalecen los vencidos y los damnificados sobre los vencedores, que suelen
ser a veces tan solo un puñado… quienes la viven de lejos, ajenos al dolor de aquellos que la sufren.
En aquella visita apostólica el
Beato Juan Pablo II nos encomendó a nuestra Madre de Luján y nos dejo un
mensaje elocuente: “No dejen que el odiomarchite las energías generosas y la capacidad de entendimiento que todosllevan dentro.”
Diría más tarde en su libro Memoria
e Identidad: “Todo sufrimiento humano, todo dolor, toda enfermedad,
encierra en sí una promesa de liberación, una promesa de la alegría: «Me alegro
de sufrir por vosotros», escribe san Pablo (Col 1, 24). Esto se refiere a todo
sufrimiento causado por el mal, y es válido también para el enorme mal social y
político que estremece el mundo y lo divide: el mal de las guerras, de la
opresión de las personas y los pueblos; el mal de la injusticia social, del
desprecio de la dignidad humana, de la discriminación racial y religiosa; el
mal de la violencia, del terrorismo y de la carrera de armamentos. Todo este
sufrimiento existe en el mundo también para despertar en nosotros el amor, que
es la entrega de sí mismo al servicio generoso y desinteresado de los que se
ven afectados por el sufrimiento.”
Hagamos honor a ello, no obstante los últimos acontecimientos que han
reavivado este conflicto histórico entre
Argentina y Gran Bretaña por las Islas Malvinas – de hecho suspendido, pero no
terminado - y confiemos que se solucione por vías normales,
pacificas, sensatas, sin intereses meramente políticos de por medio “en la paz, en la justicia y en elrespeto de la dignidad propia de cada nación.”
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