Llamados a ser santos

Llamados a ser santos
“Todos estamos llamados a la santidad, y sólo los santos pueden renovar la humanidad.” (San Juan Pablo II).

sábado, 23 de junio de 2012

Karol Wojtyla nos revela al “apóstol” Jan Tyranowski (3 de 4)



"Y bien, quien era este Jan? Ya hemos dicho que fue un apóstol.  El Apostolado se percibe como una extensión y expansión de la contemplación de la persona hacia la sociedad en general, como una transferencia de los efectos de esa contemplación intima hacia los demás.  Jan era una persona profundamente  inclinada a la contemplación,  no pretendía ser un activista, ni era orador. En realidad para él todo el entorno de lo exterior era una obligación necesaria. Toda su vida, desde su más temprana edad,  era fiel testimonio que siempre trató de evitar la acción directa, un contacto directo con los demás.   Fue justamente por eso que en su juventud cambio de tarea: de su profesión de contador se convirtió en sastre en el negocio de su padre.  Al avanzar su padre en edad  el hermano mayor de Jan, Eduardo,  se hizo cargo del negocio.  Su círculo más íntimo se completaba con la madre, ya anciana.  En ese entorno Jan hallo la  tranquilidad y el aislamiento necesario del mundo;   después de un periodo de contemplación,  comprendió que este era su verdadero llamado.   Lo que él buscaba era aislarse con Dios, ese aislamiento que socialmente solo podía comprenderse desde el punto de vista del cristianismo. En el cristianismo, esta trascendencia es explicada por las enseñanzas del Cuerpo Místico de Cristo.

Pero porque Jan no entro en un monasterio?  Era una pregunta que debía escuchar a menudo. Sus respuestas nunca fueron del todo satisfactorias.  Parecería que Jan creía que la vida monástica sería demasiado difícil y exigente, colmada de responsabilidades.  De todas maneras aun  cuando el se aislaba del mundo permanecía en el.  Su vida, sin embargo, estaba dedicada a un profundo ascetismo, cuyos detalles es imposible describir aquí.   Hay abundante información que nos indica que Jan utilizaba todos los medios a su disposición para dominar su cuerpo.   Podría sospecharse que aun abusada de ello.  Pero el elemento principal de su vida interior, era, sin embargo, la contemplación.   Para el esto no significaba un análisis razonado de las verdades de Dios,  o un razonamiento puro. Su objetivo era enamorarse del sujeto por medio de la contemplación, su búsqueda no apuntaba a un ejercicio árido de la mente, sino a un ejercicio pleno del espíritu.

Hasta donde estos esfuerzos (que en momentos llegaban a cuatro horas de contemplación diaria) llevaron a Jan mas allá de la esfera de lo tangible, en qué medida se encontró el con la desconocida e insondable realidad de Dios – es algo que seguirá permaneciendo su exclusivo secreto. Quienes lo conocieron pueden juzgarlo por los resultados, por los frutos de su trabajo. Para Jan, la contemplación era una búsqueda directa de Dios, no un enfoque gradual a la visión sobrenatural del mundo afectada por el misterio de la Encarnación.  Este último aspecto, pareciera que estaba menos desarrollado en la vida intima de Jan.  El amor a Jesucristo, que era Dios, era para el como un puente hacia la trascendental realidad de Dios,  y no una forma sobrenatural de ver al mundo.  Su avance en encontrarse con Dios ocurría en medio de gran sufrimiento interno.  Esto solo podemos asumirlo en base a muchas expresiones de Jan.  Si bien el no era de hablar de sí mismo, a menudo hablaba de estos temas.  Era obvio que éstas eran las experiencias más significativas de su vida.

Imaginémonos ahora esos momentos.  Jan fue convocado al apostolado;  fue convocado, porque debido a su carácter solitario el por si mismo nunca hubiese ido a su encuentro.   Por temperamento el no era  un activista, jamás se imagino que podría influir en alguien.  (En general era el tipo de persona cuya medida plena  de valor social solo puede lograrse mediante un principio guía como lo es Cuerpo Místico)  Se disculpaba ante su confesor….”Pero no se hablar…” “No te preocupes” le respondería, “Dios te ayudará. No temas”   Y Jan se atrevió.   Debemos entender esto plenamente para comprender cuanto coraje sobrenatural necesitaba Jan para hacer lo que hizo.  Porque el era muy diferente a quienes servía.    EL camino que recorrió  muy diferente al de ellos.   Además no hablaba su lenguaje, no pensaba en sus términos; pero sobre todo  existía esa diferencia de nivel en cuanto a vida interior.  Por ello debió bajar al nivel de quienes servía y comenzar a aprender cosas que consideraba superfluas y sin valor.  Pero como pudo la vida interior de ellos, sus limitados conceptos de Dios, encontrarse con el fruto madura de su contemplación?  El se dio cuenta, sin embargo, que lo que era necesario era introducirlos al misterio mismo.  Antes de la guerra ya había sido miembro de la Acción católica; ocupo el cargo de secretario y cumplió con sus tareas con absoluta responsabilidad  evidente en todo nivel.   Pero entonces solo era un mero trabajador del apostolado. Aun no había madurado a la revelación apostólica de lo que iba acumulándose en su interior; aun no se había atrevido a desarrollar un apostolado audaz y personal.

Esto ocurrió más tarde.  Jan comprendió que Dios lo llamaba. Pero para el debió haber sido un salto largo y difícil…."

(traducido de The Making of the Pope of the Millenium – Kalendarium of the Life of Karol Wojtyla,  de Adam Boniecki, MIC (Marian Press, 2000). El original en polaco fue publicado en 1983;  la traducción al  inglés -  ampliada y revisada -   en el 2000,  fue dedicada al Papa Juan Pablo  II al cumplir 80 años.  “El apóstol”, un articulo sobre Jan Tyranowski,  segundo ensayo de  Karol Wojtyla(, contiene datos autobiográficos y  fue  publicado en Tygodnik Powsechny  en marzo de 1949)

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