En la Argentina se celebra hoy la
Fiesta de Corpus Christi.
En 1982 el 10 de Junio vivíamos en vísperas de una
visita casi inesperada, pero no por eso menos ansiada, después de la carta que Juan Pablo II dirigió el25 de mayo a los fieles de la Argentina.
Estuvo con nosotros tan solo dos días el11 y el 12 de junio de 1982, que recordamos con cariño y devoción en este post junto a su homilía allí frente al
monumento a los españoles - en un acto difícilmente repetible en la Argentina,
pues fueron momentos únicos de emociones fuertes, honda preocupación y
entusiasmo a la vez por la visita del Santo Padre.
Hacia el final de su homilía en la Misapara la Nación Argentina Juan Pablo II nos dejaba un mensaje de
paz valedero para todos los tiempos y todas las generaciones:
(particularmente
en estos momentos que vuelven los desencuentros, y se van repitiendo las
escenas de discordia)
“Queridos amigos: Ustedes han
estado constantemente en mi ánimo durante estos días. He apreciado de manera
particular su acogida y actitud. He visto en sus ojos la ardiente imploración
de paz que brota de su espíritu. Únanse
también a los jóvenes de Gran Bretaña, que en los pasados días han aplaudido y
sido igualmente sensibles a toda invocación de paz y concordia. A este
propósito, muy gustoso les transmito un encargo recibido. Ya que ellos mismos
me pidieron, sobre todo en el encuentro de Cardiff, que hiciera llegar a
ustedes un sentido deseo de paz.
No dejen que el odio marchite las energías generosas y la capacidad de
entendimiento que todos llevan dentro. Hagan con sus manos unidas - junto con
la juventud latinoamericana, que en Puebla confié de modo particular al cuidado
de la Iglesia - una cadena de unión más fuerte que las cadenas de la guerra.
Así serán jóvenes y preparadores de un futuro mejor; así serán cristianos.”
Era sábado 12 de
junio de 1982 y allí en Palermo celebrábamos por anticipado la Fiesta de Corpus
Christi (del día siguiente domingo 13 de junio). La homilía del Santo Padre se
centro en la conmemoración
del misterio del amor del Cuerpo y Sangre del Señor, “el Santísimo Sacramento de la Nueva Alianza. El mayor tesoro de la
Iglesia. El tesoro de la fe de todo el Pueblo de Dios.”
“La solemnidad de este día – decía el santo Padre - nos invita a volver
al cenáculo del Jueves Santo “¿Dónde está el lugar, en que pueda comer
la Pascua con mis discípulos?”. Así preguntaron los discípulos de Jesús de
Nazaret a un hombre que encontraron por el camino. Lo hicieron siguiendo las
instrucciones del Maestro. Y también según las instrucciones “prepararon la
Pascua”. Mientras comían, Jesús “tomó el pan y bendiciéndolo, lo partió, se lo
dio y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo . . .”.
En aquel momento, al obrar según su orden, ¿aparecerían quizás en
su memoria las palabras que Jesús pronunció un día cerca de Cafarnaúm: “Yo
soy el pan vivo bajado del cielo; si alguno come de este pan vivirá para
siempre”?
Aquel día santo, en el Cenáculo, ¿se dieron quizá cuenta de que había
llegado el tiempo del cumplimiento de aquella promesa hecha junto
a Cafarnaúm, promesa que a tantos parecía muy difícil de aceptar?
Cristo dice: “Tomad, éste es mi cuerpo . . .”, dándoles a comer el Pan.
Este Pan se convierte en su Cuerpo, Cuerpo que al día siguiente será
entregado en el sacrificio de la cruz. Cuerpo martirizado que destilará Sangre.
Cristo en el cenáculo toma el cáliz, y después de haber dado gracias se
lo da a beber diciendo: “Esta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por
muchos”.
Bajo la especie del vino los discípulos reciben la Sangre del Señor, y
al mismo tiempo participan de la nueva y Eterna Alianza, que es estipulada con
la Sangre del Cordero de Dios.
La fiesta del “Corpus Christi” - solemnidad de la Eucaristía - es, al
mismo tiempo, la fiesta de la Nueva y Eterna Alianza, que Dios ha sellado
con la humanidad en la Sangre de su Hijo.”
(de la Misa para la Nación Argentina – homilía del Beato Juan Pablo II - BuenosAires, 12 de junio de 1982)
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