Concilio
es colegialidad : Decia el
Papa Juan Pablo II en su Audiencia general del 7 de febrero de
1979) “El Concilio es la
expresión más plena de la colegialidad del ministerio episcopal en la Iglesia. “La Constitución Dogmática Lumen gentium utiliza
precisamente la expresión corpus episcopale (cuerpo episcopal), cuando habla de
la colegialidad de los obispos”
Juan Pablo II hablo incansablemente de la imperiosa
necesidad de colegialidad en la Iglesia. Lo reiteró en sus libros Cruzando el umbral de la esperanza (XXVI
Una cualidad renovada) y en ¡Levantaos! ¡Vamos! (3ª sección compromiso ético y
social) y le dedicó un capítulo entero a la colegialidad episcopal. Las visitas Ad limina Apostolorum y sus encuentros y
contactos con los obispos eran para él
“un motivo de particular aliento”
No obstante tantas malas interpretaciones y
dificultades pre, durante y post conciliares tanto la evangelización como la “nueva evangelización” están íntimamente
ligadas con la colegialidad y el
Concilio Vaticano II. Es más casi podríamos decir que su éxito en gran medida depende
de ello: colegialidad y continuidad iluminada por el Espíritu Santo, algo que
no siempre se tiene presente y sin embargo es fundamental. Fortalecer, transformar, renovar el alma, darle
nueva vida al espíritu de la Iglesia era y sigue siendo una tarea ciclópea, con
mayor o menor grado de éxito según la época y las personas. Las últimas etapas históricas de alguna manera
se fueron dando naturalmente siempre “dirigidas” por la Providencia: la
inspiración divina del Papa Juan XXIII
en llamar a un Concilio cuando se lo creía demasiado anciano para gobernar a la Iglesia: su desafío desbordó toda expectativa. Si bien
no pudo concluirlo, el Concilio encontró
en el Papa Pablo VI un fiel continuador y maestro inspirador del beato Juan
Pablo II. Para el Obispo Wojtyla, férreo
defensor del Concilio, además fuente
inspiradora para que mediante su proverbial generosidad intelectual aplicara la
metodología en la Iglesia polaca: extrapoló lo vivido en el Concilio a su
patria. Una tarea en general poco conocida :el Sínodo de Cracovia.
Para sorpresa dentro de círculos
eclesiásticos y de la Curia romana misma, en febrero de 1962 el Beato Juan
XXIII por inspiración divina anunciaba el Concilio Vaticano II y el 11 de
octubre del mismo año mediante un Motu proprio fija la fecha de la solemne apertura del
Concilio Ecuménico Vaticano II : algo que había estado “largo tiempo
madurando en nuestra alma”. Era el pre anuncio de esta “nueva evangelización “: “Los frutos que ardientemente deseamos de esta
celebración son, sobre todo, éstos – decía - : Que la Iglesia,
esposa de Cristo, pueda vigorizar aún más sus divinas energías y extender su
benéfica influencia sobre las almas de los hombres en la máxima extensión”.
Durante el Concilio hubo indudablemente momentos difíciles, dudas,
controversias…entre obispos de todo el mundo procedentes de diferentes
culturas no era de extrañar. Además Europa recién se recuperaba de las postrimerías de una guerra que la había
dejado debilitada y a occidente no le resultaba
fácil imaginarse lo que ocurría
del otro lado de la cortina ni dentro ni fuera de la Iglesia. El Concilio fue ocasión
de descubrimiento, conocimiento y aceptación entre oriente y occidente, aunque
las etapas fueron lentas, se fueron
dando paulatinamente y aún continúan. Pero,
sin lugar a dudas, fue un momento en que
dos polos europeos se encontraron y se encontraron de tal manera que pasados
algunos años de experiencias domesticas tenaces y audaces el 16 de octubre de
1978 fue elegido un Papa “llamado de un país
lejano..., lejano pero muy cercano siempre por la comunión en la fe y tradición
cristiana.” Un papa eslavo : Juan Pablo
II.
Tampoco faltaron incomprensiones y malas
interpretaciones de este lado del Atlántico: el tercer mundo, la teología de la
liberación……pero seguía vigente el sueño
del Santo Padre Pablo VI en Evangelii Nuntiandi del 8 de diciembre de 1975
(Encíclica sobre la Evangelización de los Pueblos)
donde en brevísimas palabras resumía los objetivos del Concilio Vaticano II : “hacer a la Iglesia del siglo XX más
apta todavía para anunciar el Evangelio a la humanidad de este siglo.”
“Edificando
sobre el trabajo del Concilio, el Papa Pablo VI dedicó los largos y con frecuencia
difíciles años de su pontificado a la tarea de evangelización. Dice Mons. James P. Keleher, Arzobispo de
Kansas, en su presentación sobre la Misión evangelizadora de la Iglesia y agrega que hay tres elementos en
esta misión: Una misión ad intra,
dirigida a los católicos, una segunda: ad extra, invitando a todos,
cualquiera sea su origen y condición… y una tercera a todas las culturas
humanas.
Resumiendo brevemente la “historia” de la evangelización dice Juan Pablo II en Cruzando el Umbral de la esperanza . “La
evangelización no es solamente la
enseñanza viva de la Iglesia, el primer anuncio de la fe (kérygma) y la
instrucción, la formación en la fe (la catequesis), sino que es también todo el
vasto esfuerzo de reflexión sobre la verdad revelada, que se ha expresado desde
el comienzo en la obra de los Padres de Oriente y de Occidente y que, cuando
hubo que confrontar esa verdad con las elucubraciones gnósticas y con las
varias herejías nacientes, fue polémica. Evangelización ha sido la actividad de los
diversos concilios. Probablemente, en los primeros siglos, si no hubiese tenido
lugar el encuentro con el mundo helénico,
habría bastado con el Concilio de Jerusalén, que celebraron los mismos
apóstoles hacia el año 50 (cfr. Hechos de los Apóstoles, 15). Los sucesivos
concilios ecuménicos surgieron de la necesidad de expresar la verdad de la fe
revelada con un lenguaje comunicativo y convincente para los hombres que vivian
en el ámbito de la civilización helénica. Todo esto forma parte de la historia
de la evangelización, una historia que se ha desarrollado en el encuentro con
la cultura de cada época. A los Padres de la Iglesia debe reconocérseles un
papel fundamental en la evangelización del mundo, además de en la formación de
las bases de la doctrina teológica y filosófica durante el primer milenio.
Cristo había dicho: «Id y predicad por todo el mundo» (Marcos 16,15). A medida
que el mundo conocido por el hombre se engrandecía, también la Iglesia
afrontaba nuevas tareas de evangelización.
En un artículo dedicado a la enseñanza paulina, titulado La evangelización y el hombreinterior, escrito cuando aún era Arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla decía que la epístola de San Pablo a los Corintios constituye un magnífico documento sobre la evangelización en los primeros tiempos…un texto que permite además identificar la problemática humana que se encuentra en la base de la obra de la Evangelización” “La evangelización - agregaba - está siempre orientada al Reino que no es de este mundo, y que al mismo tiempo da el sentido definitivo al desarrollo del mundo y a la historia del hombre” y afirmaba que “el verdadero centro de la evangelización es fortalecer el hombre interior por medio de la fe y del amor de Cristo.”
“La Iglesia existe para evangelizar, es decir, para
anunciar a todos que «Dios es amor» y hacer que cada uno se pueda encontrar con
él. El segundo Sínodo plenario renovó este compromiso en la línea del
concilio Vaticano II y a la luz de los signos de los tiempos, llamando a todos
los creyentes a una generosa corresponsabilidad. La evangelización no es
creíble si, como cristianos, no nos amamos los unos a los otros, según el
mandamiento del Señor. “ (JPII Audiencia General 23 de junio de 1999 después de
su viaje a Polonia – una audiencia que merece leerse completa, no tiene
desperdicio. Juan Pablo II despliega allí el innegable amor que conserva por su
tierra natal y los lazos que lo unen a ella)
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