En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo
Dios
mío, ven en mi auxilio.
Señor,
date prisa en socorrerme.
Gloria
al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como
era en el principio, ahora y siempre,
por
los siglos de los siglos. Amén.
Después de una breve pausa de reflexión, se rezan:
un Padre
nuestro, diez Avemarías y un Gloria.
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad, en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. No nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén
Dios te Salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo. Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén
Gloria al Padre y al Hijo
y al Espíritu Santo. Como era en el principio ahora y siempre, por los siglos
de los siglos. Amén.
A cada decena
del "rosario" se puede añadir una invocación.
A la final del
Rosario se recita la Letanía Lauretana, u otras oraciones marianas.
Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti llamamos los desterrados hijos de Eva; a ti suspiramos, gimiendo y llorando, en este valle de lágrimas. Ea, pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos, y, después de este destierro, muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!
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