En el nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo
¡Santa María, Madre de Dios!
Queremos consagrarnos a Ti.
Porque eres Madre de Dios y Madre nuestra.
Porque tu Hijo Jesús nos confió a todos a Ti.
Porque has querido ser Madre de esta Iglesia de Colombia y has puesto aquí en
Chiquinquirá tu santuario.
Nos consagramos a Ti todos los que hemos venido a visitarte en esta celebración
solemne de los cuatrocientos años de la renovación de tu imagen.
Te consagro toda la Iglesia de Colombia, con sus Pastores y sus fieles:
Los obispos, que a imitación del Buen Pastor velan por el pueblo que les ha
sido encomendado.
Los sacerdotes, que han sido ungidos por el Espíritu.
Los religiosos y religiosas, que ofrendan su vida por el reino de Cristo.
Los seminaristas, que han acogido la llamada del Señor.
Los esposos cristianos en la unidad e indisolubilidad de su amor con sus familias.
Los seglares comprometidos en el apostolado.
Los jóvenes que anhelan una sociedad nueva.
Los niños que merecen un mundo más pacífico y humano.
Los enfermos, los pobres, los encarcelados, los perseguidos, los huérfanos, los
desesperados, los moribundos.
Te consagro toda esta nación de Colombia de la que eres, Virgen de
Chiquinquirá, Patrona y Reina.
Que resplandezcan en sus instituciones los valores del Evangelio.
¡Ruega por nosotros pecadores!
Madre de la Iglesia, bajo tu patrocinio nos
acogemos y a tu inspiración nos encomendamos.
Te pedimos por la Iglesia de Colombia, para que sea fiel en la pureza de la fe,
en la firmeza de la esperanza, en el fuego de la caridad, en la disponibilidad
apostólica y misionera, en el compromiso por promover la justicia y la paz
entre los hijos de esta tierra bendita.
Te suplicamos que toda la Iglesia de Latinoamérica se mantenga siempre en
perfecta comunión de fe y de amor, unida a la Sede de Pedro con estrechos
vínculos de obediencia y de caridad.
Te encomendamos la fecundidad de la nueva evangelización, la fidelidad en el
amor de preferencia por los pobres y la formación cristiana de los jóvenes, el
aumento de las vocaciones sacerdotales y religiosas, la generosidad de los que
se consagran a la misión, la unidad y la santidad de todas las familias.
“Ahora y en la hora de nuestra muerte”.
¡Virgen del Rosario, Reina de Colombia, Madre
nuestra! Ruega por nosotros ahora.
Concédenos el don inestimable de la paz, la superación de todos los odios y
rencores, la reconciliación de todos los hermanos.
Que cese la violencia y la guerrilla.
Que progrese y se consolide el diálogo y se inaugure una convivencia pacífica.
Que se abran nuevos caminos de justicia y de prosperidad.
Te lo pedimos a Ti a quien invocamos como Reina de la Paz.
¡Ahora y en la hora de nuestra muerte!
Te encomendamos a todas las víctimas de la
injusticia y de la violencia, a todos los que han muerto en las catástrofes
naturales, a todos los que en la hora de la muerte acuden a Ti como Madre y
Patrona.
Sé para todos nosotros, Puerta del Cielo, vida,
dulzura y esperanza, para que juntos podamos contigo glorificar al Padre, al
Hijo y al Espíritu Santo.
¡Amén!
(Juan Pablo II segunda parte de la oraciónen a la Virgen del Rosario en la Basilica de Nuestra Señora de Chiquinquira, Peregrinaciónapostólica a Colombia
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¡Oh San Juan
Pablo, desde la ventana del Cielo dónanos tu bendición!
Bendice a
la Iglesia, que tú has amado, servido, y guiado, animándola a caminar con
coraje por los senderos del mundo para llevar a Jesús a todos y a todos a
Jesús.
Bendice a los
jóvenes, que han sido tu gran pasión. Concédeles volver a soñar, volver a mirar
hacia lo alto para encontrar la luz, que ilumina los caminos de la vida en
la tierra.
Bendice las
familias, ¡bendice cada familia!
Tú advertiste el
asalto de satanás contra esta preciosa e indispensable chispita de Cielo, que
Dios encendió sobre la tierra. San Juan Pablo, con tu oración protege las
familias y cada vida que brota en la familia.
Ruega por el
mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e injusticias. Tú te
opusiste a la guerra invocando el diálogo y sembrando el amor: ruega por
nosotros, para que seamos incansables sembradores de paz.
Oh San Juan Pablo,
desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto a María, haz descender sobre
todos nosotros la bendición de Dios. Amén.
Cardenal Angelo
Comastri
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