Este post está
dedicado en admiración y agradecimiento a todo el Carmelo pero en especial a
mis amigas las Hermanas Carmelitas Descalzas de Gualeguaychú, Entre Rios.
“Resplendens
stella. «Una estrella que diese de sí gran resplandor» (Libro de la Vida
32,11). Con estas palabras, el Señor animó a Santa Teresa de Jesús para la
fundación en Ávila del monasterio de San José, inicio de la reforma del Carmelo….Santa
Teresa propuso un nuevo estilo de ser carmelita en un mundo también nuevo.
Aquellos fueron «tiempos recios» (Libro de la Vida 33,5). Y en ellos, al
decir de esta Maestra del espíritu, «son menester amigos fuertes de Dios para
sustentar a los flacos» (ibíd. 15,5).”
Bien
sabemos lo que significaba el Carmelo, la Virgen del Carmen y el escapulario
del Carmen para el Beato Juan Pablo II desde sus juveniles años en Wadowice. Un
cariño, en realidad un llamado, pues al decidir su vocación quiso
inclinarse por el Carmelo. Pero eran tiempos difíciles en Polonia: lo
necesitaban como sacerdote diocesano y el como siervo de los siervos de Dios no se opuso. (invito visitar mis posts etiquetados
Carmelo).
En este video
puede escucharse el discurso completo del Beato Juan Pablo II a las religiosas declausura en el Monasterio de la Encarnación de Ávila el 1 de noviembre de 1982,
discurso que comienza diciendo:
“Peregrino
tras las huellas de Santa Teresa de Jesús, con gran satisfacción y alegría
vengo a Avila. En esta ciudad se hallan tantos lugares teresianos, como el
monasterio de San José, el primero de los “palomarcicos” fundados por ella;
este monasterio de la Encarnación, donde Santa Teresa tomó el hábito del
Carmen, hizo su profesión religiosa, tuvo su “conversión” decisiva y vivió su
experiencia de consagración total a Cristo. Bien se puede decir que éste es el
santuario de la vida contemplativa, lugar de grandes experiencias místicas, y
centro irradiador de fundaciones monásticas.”
En la página San José de Ávila leemos:
Hoy
hace 450 años, el 24 de agosto de 1562 se erigía oficialmente el convento de
San José, de Ávila. Su iniciadora, santa Teresa de Jesús, buscaba con esta
fundación establecer un nuevo estilo de vida inspirado en la Regla primitiva de
los carmelitas, aprobada en 1247 por el Papa Inocencio IV, a la cual ella
añadió algunas prácticas de penitencia y oración que configurarían la llamada
Reforma del Carmelo, obra extendida actualmente por todo el mundo en centenares
de conventos de frailes y monjas carmelitas descalzos. El convento de San José,
ampliado sobre la misma construcción primitiva que estableció la Santa, está
constituido por un pequeño grupo de casas del siglo XVI al que posteriormente
se fueron añadiendo algunas reformas –sobre todo en el siglo XVII-, siendo la
iglesia (obra del arquitecto Francisco de Mora) la pieza más destacada desde el
punto de vista artístico y arquitectónico. Este templo mereció el título de
monumento histórico artístico por decreto del 11 de mayo de 1968. También en el
museo o relicario teresiano del convento se conservan además de algunas obras
de valor artístico, diversas reliquias de la Santa, como una jamuga de montar a
caballo, un trozo de su capa, el ataúd donde estuvo su cuerpo y algunos objetos
de su uso personal No obstante, la historia externa del convento, así como su
configuración material, se ha caracterizado a lo largo de los siglos por su
sencillez, humildad y pobreza. No son muchos los acontecimientos de relieve que
han marcado la andadura de esta comunidad primitiva, que jamás ha abandonado el
recinto claustral en 450 años, ni siquiera en tiempo de guerras y revoluciones.
En estas últimas décadas, destacan la celebración del IV Centenario de la
Reforma (1962), que tuvo gran resonancia en la Orden y en el mundo, culminando
con la Coronación canónica de la imagen de San José del retablo, el 24 de
agosto de 1963. También fue importante la visita de S. S. Juan Pablo II, que
pidió expresamente conocer por dentro la primera fundación teresiana, al
terminar el encuentro con las monjas contemplativas de España el 1 de noviembre
de 1982
La
verdadera importancia de este histórico Carmelo reside, sobre todo, en que esta
comunidad fue la primera escuela de espiritualidad que organizó santa Teresa
animada por el deseo de un seguimiento más radical y auténtico de los consejos
evangélicos, así como del afán de vivir hasta el fondo su vocación de
carmelita. Aquí escribió la mayor parte de sus libros, aquí ensayó diversas
prácticas de contemplación y austeridad que luego establecería en las demás
comunidades fundadas por ella a lo largo de la geografía española; aquí ideó
sus Constituciones, verdadero esquema de perfección religiosa que aún hoy
constituye el modo de vida de las carmelitas descalzas.
En
San José de Ávila la santa Madre tuvo la oportunidad de tratar con algunas
figuras destacadas de su tiempo: san Pedro de Alcántara le ayudó a trazar las
obras de la casa; san Juan de la Cruz atendió espiritualmente a sus monjas y el
renombrado teólogo Domingo Báñez predicó en diversas ocasiones a la comunidad.
Desde San José, Teresa escribió más de una vez a Felipe II pidiéndole ayuda en
momentos difíciles para la Reforma y el propio monarca Felipe III ayudó a
costear los gastos de la construcción de la iglesia, siendo la estatua de San
José de la fachada regalo personal suyo. A lo largo de los siglos han sido
muchos los santos y personas ilustres que por unas circunstancias o por otras
han visitado la clausura del Monasterio. Sin embargo, la mejor historia de San
José está recogida en los capítulos 31-36 de la Autobiografía teresiana. Ahí
remitimos a cualquiera que quiera conocer la esencia profunda de este humilde
cenobio carmelitano, donde santa Teresa puso lo mejor de su ilusión
contemplativa y reformadora.
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