Con ocasión de la primera visita a su patria como Pontífice el Papa Juan
Pablo II habla de ello en su homilía en el Santuario de Jasna Gora el 4 de
junio de 1979.
Hoy que toda Polonia y los hijos de la nación polaca dispersos por el mundo entero le rinden
homenaje a su Reina recordamos algunas palabras del Beato Juan Pablo II durante
aquella visita apostólica:
“Varias veces vino aquí el Papa Pío XI, naturalmente no como
Papa, sino como Achille Ratti, primer Nuncio en Polonia después de la
reconquista de la independencia. Cuando, después de la muerte de Pío XII, fue
elegido para la Cátedra de Pedro el Papa Juan XXIII, las primeras
palabras que el nuevo Pontífice dirigió al primado de Polonia, después del
Cónclave, se referían a Jasna Góra. Recordó sus visitas aquí, durante los años
de su Delegación Apostólica en Bulgaria, y pidió sobre todo una oración
incesante a la Madre de Dios, por las intenciones inherentes a su nueva misión.
Su petición fue satisfecha cada día en Jasna Góra, y no sólo
durante su pontificado, sino también durante el de sus sucesores.
Todos sabemos cuánto deseó venir aquí en peregrinación el Papa Pablo VI,
tan vinculado a Polonia desde el tiempo de su primer cargo diplomático en la
Nunciatura de Varsovia. El Papa que tanto se afanó por normalizar la vida de la
Iglesia en Polonia, particularmente en cuanto concierne al actual orden de las
tierras del Oeste y del Norte. ¡El Papa de nuestro milenio! Precisamente quería
encontrarse aquí como peregrino para este milenio, junto a los hijos e hijas de
la nación polaca.
Después que el Señor llamó a Sí al Papa Pablo VI en la solemnidad de la
Transfiguración del año pasado, los cardenales eligieron a su sucesor el 26 de
agosto, día en que en Polonia, sobre todo en Jasna Góra, se celebra la
solemnidad de la Virgen de Czestochowa. La noticia de la elección del nuevo
Pontífice Juan Pablo I fue comunicada a los fieles por el obispo de
Czestochowa, precisamente durante la celebración vespertina.
¿Qué debo decir de mí, a quien, después del pontificado de apenas 33
días de Juan Pablo I, correspondió, por inescrutable designio de la
Providencia, aceptar la heredad y la sucesión apostólica en la Cátedra de San
Pedro, el 16 de octubre de 1978? ¿Qué debo decir yo, primer Papa no
italiano después de 455 años? ¿Qué debo decir yo, Juan Pablo II, primer Papa
polaco en la historia de la Iglesia? Os diré: ese 16 de octubre, en que el
calendario litúrgico de la Iglesia en Polonia recuerda a Santa Eduvigis,
recordé el 26 de agosto, el Cónclave precedente y la elección acaecida en la
solemnidad de la Virgen de Jasna Góra. No sentí siquiera la necesidad de decir,
como mis predecesores, que contaba con las oraciones depositadas ante la imagen
de Jasna Góra. La llamada de un hijo de la nación polaca a la Cátedra de Pedro
contiene un evidente y fuerte vínculo con este lugar santo, con este santuario
de gran esperanza: Totus tuus, había susurrado tantas veces en la
oración ante esta imagen.
3. Y he aquí que hoy estoy de nuevo con vosotros todos,
queridísimos hermanos y hermanas: con vosotros, queridísimos compatriotas,
contigo, cardenal primado de Polonia, con todo el Episcopado, al que he
pertenecido durante más de 20 años como obispo, arzobispo metropolitano de
Cracovia, como cardenal. Hemos venido aquí tantas veces, a este santo lugar, en
vigilante escucha pastoral para oír latir el corazón de la Iglesia y de la
patria en el corazón de la Madre. En efecto, Jasna Góra es no sólo meta de
peregrinación para los polacos de la madre patria y de todo el mundo, sino
también el santuario de la nación. Es necesario prestar atención a este
lugar santo para sentir cómo late el corazón de la nación en el corazón de
la Madre. Este corazón, en efecto, late, como sabemos, con todas las citas
de la historia, con todas las vicisitudes de la vida nacional: en efecto,
¡cuántas veces ha vibrado con los gemidos de los sufrimientos históricos de
Polonia, pero también con los gritos de alegría y de victoria! La historia de
Polonia se puede escribir de diversos modos; especialmente la de los últimos
siglos se puede interpretar en clave diversa. Sin embargo, si queremos saber
cómo interpreta esta historia el corazón de los polacos, es necesario venir
aquí, es necesario sintonizar con este santuario, es necesario percibir el eco
de la vida de toda la nación en el corazón de su Madre y Reina. Y si este
corazón late con tono de inquietud, si resuenan en él los afanes y el grito por
la conversión y el reforzamiento de las conciencias. es necesario acoger esta
invitación. Nace del amor materno, que a su modo forma los procesos históricos
en la tierra polaca.”
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