“Si recordamos la otra cara del apostolado,
oculta a la percepción externa, que conlleva el sufrimiento personal del padre
Sopocko quien después de las contradicciones relativas al tema, - se recuerdan
la incomprensión, desconfianza, el ridiculizar de sus acciones, y la acusación de
albergar ambiciones personales – su increíble rol y meritos por la difusión del
culto y al mismo tiempo la grandeza, como apóstol de la divina Misericordia, se
convierten en inviolables.
De
su encuentro con Sor Faustina el padre Sopocko escribía: «Conoci a sor Faustina
en 1933 quien pronto me dice que me conoce desde hace tiempo y que habría de
convertirme en su guía y revelar al mundo la Misericordia de Dios» (Diario, cuad.
2.p. 50)
Y
Sor Faustina escribía: «Llegó la semana de la confesión y con alegría vi a
aquel sacerdote al que había conocido antes de venir a Vilna. Lo había conocido en una visión. En ese momento, oí en el alma estas
palabras: He aquí Mi fiel siervo, él te
ayudará a cumplir Mi voluntad aquí en la tierra.»
El
encuentro con Sor Faustina y el redescubrimiento de la nueva verdad sobre la
Divina Misericordia confirieron una nueva dimensión al modo de vivir la vida, la vida espiritual, el sacerdocio y el
apostolado del padre Sopocko. En 1938 el escribe asi en su Diario: “Hay
verdades que se conocen y de las que se oye y habla mucho, pero no se las
comprende. Así fue conmigo en cuanto a la verdad de la Misericordia Divina.
Tantas veces he mencionado esa verdad en homilías, pensado en ella durante los retiros, repetido en las oraciones eclesiásticas,
particularmente en los salmos, pero no entendía el significado de esa verdad,
no me he adentrado en su contenido, que es el mayor atributo de la externa
actividad de Dios. Hacía falta una
simple monja, Sor Faustina, de la Congregación de la Madre de Dios de
Misericordia (las Magdalenas), que, llevada por la intuición, me habló de ella
brevemente, y lo repitió muchas veces, impulsándome a examinar, estudiar y
pensar en esa verdad a menudo. No puedo repetir aquí, sino solo sintetizar, los
detalles de nuestros coloquios, pero diré que al principio no sabía muy bien de que se trataba,
escuchaba, desconfiaba, meditaba, examinaba, pedía consejo a otros, sólo al
cabo de unos años entendí la trascendencia de esa obra, la grandeza de la idea,
y yo mismo me convencí de la eficacia de ese gran, vivificador culto, que en
realidad antiguo, pero descuidado, exige en nuestros tiempos una renovación.
(...) El confiar en la Misericordia Divina, difundir el culto de esa
misericordia entre otros, sacrificarle sin límite todos mis pensamientos,
palabras y actos sin la menor sombra de buscar a mí mismo, será la regla
general del resto de mi vida, con la ayuda de esta infinita misericordia.(Diario,
cuad. 2, p.50,54)
Y efectivamente fue asi,
asi fue como ocurrió hasta el fin de su vida. Ya antes de la guerra en 1934, el
padre Sopocko hizo pintar un cuadro del Salvador Misericordioso y luego lo hizo
colocar en la Iglesia de San Miguel en Vilno. Publico algunos escritos sobre la
Divina Misericordia y acerca de la necesidad de festejar la Misericordia,
publico tan bien las oraciones por la Divina Misericordia. Todo lo hizo acordando
con su Obispo, si bien no encontr5o en el plena comprensión ni el apoyo que
hubiese necesitado. Presento su escrito en defensa de la fiesta de la
misericordia a los obispos y con el mismo propósito se dirigió a Roma.”
(traducido de Il camino di santitá di don
Michele Sopocko, escrito por D. Henryk Ciereszko)
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