Si bien esta súplica (que cito en parte)
de Juan Pablo II se dirigía a la Madre en el Acto de Consagración a la Virgenen Jasna Gora con ocasión de su primer viaje
apostólico a su patria en 1979, en momentos verdaderamente especiales y
difíciles, bien podemos aplicarla hoy a nuestra querida, empobrecida y golpeada patria Argentina, porque la Virgen Maria - vestida, ornamentada o alabada en cualquier ropaje - es
nuestra Madre y la Madre de todos. No son pocos nuestros problemas, no
precisamente económicos, sino políticos y sociales abundando egoísmos mezquinos
y ambiciones desbordantes en una Argentina desunida donde se habla y no se
escucha. Pidámosle - con palabras del Beato Juan Pablo II - a Maria, Madre del Buen Consejo y Madre de la Iglesia por la
paz y la justicia, por el respeto y la dignidad de la vida, por la unión y la
madurez en la Iglesia, por todos y cada uno de los habitantes del suelo
argentino para que seamos más hermanos, mas humanos, más generosos y más
cristianos.
“¡Madre del Buen Consejo! Indícanos siempre cómo debemos servir
al hombre, a la humanidad en cada nación, cómo conducirla por los caminos de le
salvación. Cómo proteger la justicia y la paz en el mundo, amenazado
continuamente por varias partes. Cuán vivamente deseo, con ocasión de este
encuentro de hoy, confiarte todos estos difíciles problemas de la
sociedad, de los sistemas y de los Estados, problemas que no pueden resolverse
con el odio, la guerra y la autodestrucción, sino sólo con la paz, la justicia,
el respeto a los derechos de los hombres y de las naciones.
¡Oh Madre de la Iglesia! ¡Haz que la Iglesia goce de libertad y
de paz para cumplir su misión salvífica, y que para este fin se haga madura con una
nueva madurez de fe y de unidad interior! ¡Ayúdanos a vencer las
oposiciones y las dificultades! ¡Ayúdanos a descubrir de nuevo toda la
sencillez y la dignidad de la vocación cristiana! Haz que no falten
"los obreros en la viña del Señor". ¡Santifica a las familias!
¡Vela sobre el alma de los jóvenes y sobre el corazón de los niños! Ayuda a
superar las grandes amenazas morales que afectan a los ambientes fundamentales
de la vida y del amor. Obtén para nosotros la gracia de renovarnos
continuamente, a través de toda la belleza del testimonio dado por la cruz y la
resurrección de tu Hijo.
Oh, Madre, cuántos problemas habría debido presentarte en este
encuentro, detallándolos uno por uno. Te los confío todos, porque Tú los
conoces mejor que nosotros y los tomas a tu cuidado.
Lo hago en el lugar de la gran consagración, desde el que se abraza no
sólo a Polonia, sino a toda la Iglesia en las dimensiones de países y
continentes: toda la Iglesia en tu Corazón materno.
Oh Madre, te ofrezco y te confío aquí, con inmensa confianza, la Iglesia
entera, de la que soy el primer servidor. Amén.”
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