«De repente recordé cuando todo había
comenzado».
El 16 de octubre de 1978 el secretario del cardenal Wojtyla Stanisław Dziwisz esperaba, como todo el
mundo, la elección del nuevo Pontífice.
Y la emoción es casi la misma que la vivida aquella tarde.
Qué recuerda de aquel día que ha
cambiado también su vida?
Como todos los días del cónclave fui a la
plaza San Pedro y entre la multitud esperaba la elección del nuevo Pontífice.
Estaba allí también cuando aquella tarde el cardinal Pericle Felici pronunció
el nombre del nuevo Papa. Quedé paralizado.
Hacia exactamente doce años que un dia de octubre de 1966, el arzobispo
metropolitano de Cracovia, monseñor Karol Wojtyła, me había invitado a colaborar con él. Tenía veintisiete años, era un joven
sacerdote. Entonces no me daba cuenta
que estaba comenzando la aventura más importante de mi vida.
A mucha gente le asombraba la gran tranquilidad y serenidad de este
arzobispo “desconocido” de Cracovia al encarar una tarea que hubiera espantado
a cualquiera.
Reflexionando ahora, creo que toda la vida personal y sacerdotal de
Karol Wojtyła había sido como una preparación para esta misión única y dificilísima.
El había vivido tiempos duros para la nación polaca: la ocupación nazi primero,
el régimen comunista después. Durante
doce años fui testigo privilegiado de la vida cotidiana y de la misión pastoral
del cardenal Wojtyła. Lo que me impresionaba era el
hecho que su actividad – sus encuentros con la gente, las decisiones que
tomaba, las visitas pastorales, el anuncio de la palabra de Dios, la actividad académica
– estaba constantemente inmersa en la oración.
Estamos en el Año de la fe y en estos días
se está llevando a cabo el Sínodo para la nueva evangelización. Un tema éste muy
cercano al corazón de Juan Pablo II.
Hablaba de la nueva evangelización porque era un gran evangelizador. En
el mundo de hoy se puede evangelizar gracias a verdaderos testigos de la fe
pero gracias también a auténticos pastores.
El fue testigo y pastor. Por medio de su persona hemos recibido el don
de una guía sabia en nuestro mundo difícil
e inquieto. Yo soy testigo – mejor dicho
“todos nosotros fuimos testigos” de su gigantesco
trabajo de evangelización. Juan Pablo II no descanso en su pontificado porque quería
que la verdad de Cristo – Señor y Redentor
del hombre – llegase a todos, a aquellos que ni siquiera habían oído hablar
de El, y también a aquellos que lo habían olvidado en el desierto
creado por el secularismo, donde el hombre vive como si Dios no existiese.
Que herencia nos deja el Papa Wojtyla? Personalmente que le ha dejado este hombre
definido por usted como un «gigante de la fe»?
Como hombre y como sacerdote me he formado en
la escuela de Karol Wojtyla. El continúa influyéndome en mi servicio a la
Iglesia y a la gente. Juan Pablo II me ha hecho ejecutor de su testamento. Pero
se trata básicamente de su testamento espiritual, porque el Santo Padre tenía pocas
cosas materiales: me había encargado regalar todo lo que poseía. Ha dejado, en cambio, una enorme herencia espiritual.
Włodzimierz Rędzioch
16 de octubre 2012
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