Marco Gallo : “El caso argentino; la acción pacificadora de Juan Pablo II con motivo
de la guerra de las Malvinas y su rol para favorecer la vuelta a la democracia”
(4 de 11) La carta de Wojtyla a los argentinos.
“En una reciente conversación mantenida con
el cardenal Santos Abril y Castelló, ex Nuncio apostólico en Argentina al final
de los Años Noventa y que formó parte de la comitiva papal en el viaje de 1982
a Buenos Aires, comentaba que ya desde el comienzo del conflicto, toda la Santa
Sede bajo la presión del Papa, se movió unánime para encontrar las maneras y
los canales adecuados para poner fin a la contienda. Seguramente el viaje
pastoral programado dos años antes a Inglaterra podía ser una oportunidad única
para llevar a aquellas tierras sus mensajes de paz y de reconciliación. Quedaba
justamente la preocupación de parte del pontífice que este viaje a Gran Bretaña
pudiera ser interpretado por el pueblo argentino, como un apoyo implícito al
país anglosajón. Justamente para explicar la situación, de manera inédita, Juan
Pablo II escribe una carta a los fieles argentinos el 25 de Mayo, fecha
altamente simbólica por conmemorarse el día de la Primera Junta del nuevo gobierno patrio de 1810; en dicha carta
quiere aclarar el sentido de su viaje a Inglaterra. El papa explica de antemano
que sus viajes no necesitan ser justificados, porque únicamente razones
pastorales y de servicio evangélico al mundo responden a esas exigencias.
Afirma Juan Pablo II: “la cancelación del viaje hubiera sido una desilusión no
solo para los católicos sino también para muchísimos no católicos, que lo
consideran singularmente importante también por su significado ecuménico, y
efectivamente lo es. Ellos saben, en efecto, que la visita del Papa tiene un
carácter pastoral y para nada político”.
El Papa desea comunicar a los argentinos la
esperanza, a pesar del drama real que se
vive; enumera todos los esfuerzos llevados adelante para lograr una pacífica
negociación: “he rezado muchas veces por esta intención, especialmente durante
mi reciente peregrinación a Fátima y de manera muy especial durante la Misa por
mí concelebrada, el 22 de este mes, en la Basílica de San Pedro junto a los
pastores de la Iglesia Argentina, de América Latina y los de la Iglesia de
Inglaterra, Escocia y Gales. Permanecen todavía vivas, con toda su exigencia,
las frases que he pronunciado en una circunstancia tan histórica: “La paz es
posible, la paz es una tarea imperiosa”. El papa precisa que él viajará a Argentina
después de ir a Gran Bretaña de manera inédita; no será un viaje pastoral, el que
será programado en un futuro, sino que será un viaje para pedir “la victoria de
la justa paz sobre la guerra”. El Papa
hace luego un llamado a los obispos argentinos para que transmitan el verdadero
significado de este viaje apostólico. La búsqueda de la unidad debe prevalecer
sobre cualquier forma de patriotismo que pueda dividir y profundizar los
contrastes: “... asimismo, a pesar de respetar las justas exigencias del
patriotismo, sean voceros de aquella unidad que en Cristo y ante Dios, Creador
y Padre, abraza todos los pueblos y todas las naciones, más allá de lo que
distingue, divide o hasta opone recíprocamente...”
El Papa quiere evitar cualquier tipo de
polarización y manifiesta cual debe ser la posición de la Iglesia frente a la
guerra, una posición libre de condicionamientos políticos e ideológicos,
solamente esta libertad puede garantizar un accionar autónomo, premisa
indispensable para mediaciones exitosas:
“La Iglesia, aun conservando el amor hacia
cada singular nación, no puede dejar a un lado de tutelar la unidad universal,
la paz y la comprensión recíproca. De esta manera, también en medio de las
tensiones políticas y de las calamidades que engendra la guerra, la Iglesia no
cesa de testimoniar la unidad de la gran familia humana y busca los caminos que
evidencien tal unidad, más allá de las trágicas divisiones. Son los caminos que
conducen a la justicia, al amor y a la paz.”
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