Marco Gallo : “El caso argentino; la acción pacificadora de Juan Pablo II con motivo
de la guerra de las Malvinas y su rol para favorecer la vuelta a la democracia”
(9 de 11) Discursos del Papa en Argentina
“El Papa recuerda la centralidad de este
ministerio de reconciliación y subraya nuevamente el carácter propiamente
pastoral de su anterior viaje a Inglaterra, haciendo referencia a la “carta a
los argentinos” y agregando detalles muy personales sobre este original gesto:
“Y no necesito comentar aquí la ya
mencionada carta firmada con mi propia mano que, como acostumbraba hacer San
Pablo, escribí “a los queridos hijos e hijas de la nación argentina”. Fue una
palabra que ha brotado del corazón, en una hora de sufrimiento de vuestro
pueblo, con el fin de anunciar mi ardiente deseo de venir a encontrarlos”. El
Papa en esta ocasión hace pública la carta que los obispos ingleses, durante su
viaje a Gran Bretaña, habían escrito a sus pares argentinos, señalando de esta
manera los vínculos de paz y de amistad entre las dos Iglesias. El Papa espera que
este mismo vínculo se instaure entre los dos pueblos y naciones. Retumban en
sus palabras a los prelados las enseñanzas que fueron de Juan XXIII, que
siempre había insistido sobre la búsqueda de lo que une y dejar a un lado lo
que divide. En esto Juan Pablo II se reconoce como un hombre del Concilio
Vaticano II, hombre de diálogo y que hace del diálogo unos de los pilares de la
misión de la Iglesia en el mundo. Así termina su discurso a los obispos: “en
medio de las esperanzas y peligros que pueden cernirse sobre el horizonte, y en
vista de las tensiones latentes que de vez en cuando afloran, es necesario
ofrecer un servicio de pacificación en nombre de la fe y comprensión mutuas,
para que las riquezas religiosas y espirituales, verdaderos cimientos de
unidad, sean mucho más fuertes que cualquier semilla de desunión.”
Reacciones de los obispos argentinos
A este desafío y propuesta avanzada por
Juan Pablo II los obispos argentinos responderán de alguna manera con el
documento “Camino de reconciliación” de la Comisión Permanente de la Conferencia
Episcopal Argentina, fechado el 11 de Agosto de 1982, a dos meses del viaje
papal y ya concluido el conflicto bélico con Inglaterra. En este documento los
obispos considerando el viaje del Papa como “una verdadera gracia de Dios” en
continuidad con el escrito de 1981 “Iglesia y comunidad nacional”, refieren
acerca de su servicio de reconciliación y pacificación de la sociedad. Asimismo
insisten sobre la necesidad de una nación reconciliada, sobre la importancia de
la presencia de los partidos políticos y la restauración del orden
institucional. Son todas consignas claramente inspiradas por aquel discurso de
junio 1982 de Wojtyla. Son premisas culturales y decisiones pastorales que
empujan a la Iglesia a asumir un rol en la transición a la democracia. El párrafo 15 del documento, es muy
significativo, de esta alta inspiración democrática:
“En la preparación de las próximas
elecciones, conviene favorecer todo ejercicio democrático posible, la discusión
pública y libre de los problemas nacionales, la organización de la fuerzas
políticas. No se ha de descalificar con el nombre de la demagogia o populismo
el necesario y honesto interés por el bien del pueblo.” Continúa el documento:
“Juzgamos conveniente y oportuno el levantamiento del estado de sitio. La
democracia como estilo de vida incluye fundamentalmente la libertad. Al salir
de un estado de emergencia en que el ejercicio de los derechos fue limitado, no
es de extrañarse que haya excesos.” Y concluye: “la democracia no puede ceder,
sin embargo, en la defensa de la libertad aunque vea los peligros que ello
entraña. Es parte del riesgo que corre una Nación que sabe que la realidad de
su soberanía es según la medida de la libertad de sus ciudadanos. Es preciso
pues defender su libertad efectiva”, “ ... hay que nutrir en el alma del pueblo
la convicción profunda de la bondad y conveniencia del régimen democrático que
hemos elegido, el cual, por lo mismo, tiene capacidad para defenderse de los
peligros que lo acechen, subsistir y desarrollarse dentro de sus modos legales
de preceder”. Resulta claro y evidente cuanto han impactado positivamente las
palabras del pontífice que hablan de reconciliación también como reconstrucción
de un tejido democrático de la sociedad.
“La necesidad de continuidad en la vida
institucional debe ser un principio fundamental e inquebrantable de la
conciencia política nacional, de suerte que el espíritu “golpista” resulte
extraño a nuestra idiosincrasia política.” El documento episcopal termina con
algunas recomendaciones dentro de las cuales se destaca el tema de los
“desaparecidos”; en efecto se declara que “será una gran contribución para la
recuperación de la vida democrática dar pasos eficaces para resolver el grave
problema de los ciudadanos desaparecidos, los presos sin proceso, los que han
cumplido su condena y permanecen aún en la cárcel, sea informando, sea
liberando, aliviando siempre la angustia de las familias y de la sociedad.” La
Iglesia del tiempo del documento “Iglesia y comunidad nacional” había tratado
el tema de las violaciones de los derechos humanos y en estas circunstancias,
con este documento, lo pone en relación con la reconstrucción de una nueva
estación democrática. Es cierto que el predicamento de Juan Pablo II hacia una
transición democrática, alienta dentro la Conferencia Episcopal, al grupo de
obispos que habían expresado en diferentes ocasiones críticas y rechazos frente
a la desaparición forzosa de ciudadanos obrada por el régimen militar. La
definitiva derrota del régimen militar argentino en las islas Malvinas frente a
una sociedad ilusionada y agobiada empuja al mismo episcopado a ejercer aquella
función de mediación frente a nuevos conflictos internos a la sociedad
argentina, que tanto había auspiciado Karol Wojtyla en sus intervenciones
durante su estadía en el país austral: “la situación económica actual está
exigiendo el ejercicio de la justicia y de la caridad de modo apremiante. Los
altos precios y los bajos salarios, el desempleo masivo y la inflación, la usura
y la indexación, y por otra parte las extensas inundaciones, provocan angustia
y zozobra y afectan la paz y la vida de muchos individuos y familias y hasta de
poblaciones enteras”. Terminada la guerra hay que reconstruir una sociedad
desgarrada económica y socialmente; de aquí la intención firme y decidida de
los obispos: “queremos ser ministros de reconciliación. Queremos ser
constructores de alegría y de paz, sirviendo al designio de Dios y a las ansias
más hondas de los argentinos”. Asistimos a un progresivo cambio por parte de la
Iglesia; pero no es un cambio mimético, utilitarista - como ha sido
interpretado por algunos analistas - sino debido al fuerte impacto de la
predicación evangélica de Juan Pablo II, que ha cosechado como resultado
concreto, una mayor unidad entre sus miembros y una conciencia firme para poder
jugar un papel positivo en esa nueva fase histórica que se presentaba. El Santo
Padre celebra una misa multitudinaria el 12 de Junio en Buenos Aires. Es la
fiesta del Corpus Domini y el pontífice enfoca su predicación sobre el misterio
eucarístico, recuerda que en la misma
plaza del Monumento a los Españoles se celebró el congreso eucarístico
internacional de 1934, fecha emblemática para el crecimiento del catolicismo
argentino en el país. En este cuadro tan lleno de simbolismos y memorias Juan
Pablo II vuelve a pronunciar palabras de afecto y de cercanía frente al
sufrimiento de una sociedad e indica el lazo estrecho entre el sacrificio de la
cruz y la muerte de las víctimas de la guerra: “la verdad sobre el Cuerpo y la
Sangre de Cristo, signo de la Nueva Alianza – indica el Papa – será luz para
todos aquellos hijos e hijas, tanto de Argentina como también de Gran Bretaña,
que en el curso de las actividades bélicas han sufrido la muerte, derramando su
propia sangre”.
El pontífice percibe luego en los jóvenes
los interlocutores del futuro; a ellos confía un destino de esperanza para el
futuro. Las palabras pronunciadas por él serán las que los jóvenes argentinos
transformarán en el canto de acogida del Encuentro mundial de los Jóvenes, que
se celebrará en abril de 1987 en Buenos Aires, en una Argentina que ha logrado
volver en un sistema democrático. Juan Pablo II se hace embajador de un saludo
de paz por parte de los jóvenes ingleses que ha encontrado en Cardiff, en su
viaje pastoral a Inglaterra. En este sentido el pontífice quiere manifestar, a
través del deseo de los jóvenes, que la guerra muchas veces es impuesta por
pocos y rechazada por muchos; el Papa quiere dar voz a este pueblo del silencio
y su anhelo de paz de transforma en una verdadera imploración: “No dejen que el
odio marchite las energías generosas y la capacidad de entendimiento que todos
llevan adentro. Hagan con sus manos unidas – junto con la juventud
latinoamericana, que en Puebla confié de modo particular al cuidado de la
Iglesia – una cadena de unión más fuerte que las cadenas de la guerra. Así
serán jóvenes y preparadores de un futuro mejor; así serán cristianos.”
Despidiéndose del país rioplatense el pontífice vuelve a pedir una solución
negociada y, según el testimonio del cardenal Santos Abril y Castelló, el Papa habría
recibido de manera reservada, antes de despegar el avión de vuelta a Roma, la
noticia de la rendición del ejército argentino, que luego sería declarada
oficialmente dos días después, el 14 de Junio. De alguna manera el Papa parte
de Argentina con el objetivo logrado: el cese definitivo de las hostilidades
bélicas. Poco antes en el discurso de despedida había dicho: “No se dude en
buscar soluciones, que salven la honorabilidad de ambas partes y restablezcan
la paz”. Juan Pablo II habría querido obviamente que el conflicto terminara
antes, sin la cantidad de víctimas que quedaron en el campo de batalla, pero
tuvo que medirse con la inflexibilidad de los dos partes: la actitud belicista
del general Galtieri y la dura firmeza de la Primera Ministra inglesa Margareth
Thatcher, que con la victoria bélica habría tenido garantizado el éxito para
ser reelegida en las elecciones políticas. Motivos políticos internos había
llevado al final a los unos al fracaso y a los otros al éxito.”
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