Marco Gallo : “El caso argentino; la acción pacificadora de Juan Pablo II con motivo
de la guerra de las Malvinas y su rol para favorecer la vuelta a la democracia”
(5 de 11) Otros gestos de
paz: la misa de reconciliación
“Juan Pablo II en la carta a los argentinos
había enumerado todos los esfuerzos realizados en pos del diálogo y entre los
tantos se evidencia (porque es un gesto poco habitual en la tradición
contemporánea de la Iglesia) el de celebrar una misa “pro pace et justicia
servanda” para invocar la paz sobre la guerra del Atlántico Sur. El
pontífice concelebra la liturgia junto a algunos obispos argentinos e ingleses,
precisamente para subrayar que la Iglesia está por encima de las divisiones
políticas y asimismo acompaña y es cercana al dolor de las naciones. Recuerda
la famosa expresión de Pio XII: “con la paz nada está perdido, todo se puede
perder con la guerra”. Hace un llamado a la razón, apelando a la capacidad para
discernir entre el bien y el mal, manifestando la justa actitud para reclamar
los propios derechos pero sin aplastar los ajenos y condenando como estéril e
irracional el uso de la fuerza: “El amparo a la razón rinde al hombre un ser
civil, que no está reducido a poder solucionar las divergencias con sus propios
símiles solamente con el uso de la fuerza, sino que es capaz de buscar y de
hallar la solución de ésas, a través del diálogo, el coloquio y la negociación.”
Juan Pablo II no es un ingenuo, un utópico
pacifista, es plenamente consciente de las dificultades y de los diferentes
obstáculos que se encuentran en este incierto camino de reconciliación. Como
pacificador se refiere a la unidad del género humano y advierte sobre los
riesgos de un patriotismo que puede desembocar en un fanatismo nacionalista.
Así las palabras de Karol Wojtyla: “...las dificultades pueden parecer ‘no
superables’. Pero nunca son insuperables, si las partes saben dar, ambos,
prueba de recíproca comprensión de los propios y ajenos derechos e intereses
vitales, incluido el honor nacional legítimamente entendido; De estas
exigencias los obispos presentes deben hacerse embajadores, sin buscar
polarizaciones indebidas sino presentando de manera clara e unívoca la posición
de la Iglesia. Una posición garante de la unidad que es ante todo ejemplo de
vida y de acción. La Iglesia debe recordar
a todos la misión de preservar a los hombres como “imagen de Dios” que a
menudo la guerra desfigura y vulgariza: “... de esta experiencia típicamente
cristiana yo les pido, venerables hermanos e hijos queridísimos, hacerse
testigos y voceros. Proclamen ante todos con la palabra y con el ejemplo que es
posible, aun respetando las justas exigencias del patriotismo, salvaguardar
aquella superior unidad de pensamientos, de intentos, de realizaciones, que se
arraiga en la común naturaleza humana y que tiene su máxima expresión en la
vocación a la misma descendencia divina...”.
Cuatro días después de la Misa por la paz,
el 26 de Mayo, como respuesta al pedido del Papa aparece una declaración
conjunta, suscripta por el Arzobispo de Liverpool, Mons. Worlock, el Arzobispo
de Glasgow, Mons. Winning, por el Card. Gray, Arzobispo de Sr. Andrews y
Edimburgo y el Card. Hume, Arzobispo de Westminster; por parte de los obispos
argentinos, los firmantes son el Card. Primatesta y el Card. Aramburu. En la
declaración los obispos agradecen al papa por la iniciativa de celebrar la Misa
por la paz y se comprometen en trabajar por una solución pacífica del conflicto.
Hay como un examen de conciencia por parte
de los dos episcopados; no se ha hecho todo lo posible para evitar el
conflicto, los espacios de movimiento eran exiguos, pero es cierto que ambos
episcopados habían sido hasta el momento poco activos en la búsqueda de
negociados. En esta perspectiva las palabras de la declaración no son de
circunstancia o formales, sino que adquieren un espesor de fuerte
responsabilidad. Termina de esta manera la declaración conjunta: “la paz es
un don de Dios. Tenemos que orar todos para que este don precioso sea
restituido a nuestros pueblos. Nos comprometemos a trabajar para lograr un
clima de serena convivencia en el mundo que permita al Santo Padre continuar su
misión pastoral de paz entre las naciones.”
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